Bernard Haitink había grabado dos veces la Novena Sinfonía de Bruckner al frente de la Orquesta del Concertgebouw, en ambos casos para Philips. La de 1965 le duraba 59’24’’, mientras que la de 1981 se ralentizaba ligeramente hasta los 62’30’’. No he escuchado ninguna de las dos –según Ángel Carrascosa, la segunda es muy superior a la primera–, pero salta a la vista que esta de febrero de 2013 grabada en directo por la Orquesta Sinfónica de Londres (LSO Live, disponible en SACD y como descarga digital) tiene que ser por fuerza diferente, porque ahora se alcanzan nada menos que los 67’00’’, muy cerca de los 68’30’’ de la referencial interpretación de Giulini con la Filarmónica de Viena. Versión “de anciano director”, por ende, no en balde el maestro estaba a punto de cumplir los ochenta y cuatro años. Y ya se sabe lo que suele significar eso además de la ralentización de los tempi: carácter profundo y reflexivo, apreciable elevación espiritual y una tendencia hacia la “desmaterialización”, como también cierta pérdida de fogosidad y la posibilidad de caer en cierta blandura o, por lo menos, en la desarticulación de las estructuras. No le pasó a Giulini en la interpretación referida, pero sí a Celibidache (EMI, 1995) pese a ser el rumano uno de los más grandes intérpretes de Bruckner conocidos. ¿Y a Haitink?
A mi entender, sí que se le va un poco de las manos la continuidad del discurso. No todas las frases ofrecen el nervio interior que deberían, y pese a que el holandés posee una técnica de batuta extraordinaria, no logra construir de manera absolutamente satisfactoria el edificio global. Los pasajes líricos no poseen el carácter tenso y agónico que deberían y, en general se detecta una relativa, solo relativa, falta de emotividad en la interpretación. Ahora bien, los clímax no solo no carecen de fuerza sino que suenan particularmente escarpados, aunque siempre bajo el más absoluto control de la batuta y sin espacio alguno para el arrebato : Haitink, como siempre, es objetividad y distanciamiento en estado puro, para lo bueno y para lo menos bueno.
Por lo demás, su dominio del lenguaje bruckneriano resulta indiscutible, su manera de tratar la polifonía es excelente y la sonoridad que obtiene de la Sinfónica de Londres es perfecta para el autor, pese a que en principio no se trata de la formación idónea. Exactitud, claridad, lógica y buen gusto resultan incuestionables, como también lo es una belleza sonora por completo alejada de la melifluidad y el narcicismo.
Una interpretación, en definitiva, en la que queda mucho mejor explicada la forma de la pieza que la “idea expresiva” que se encuentra detrás de ella. Toma sonora de muy alta calidad si se escucha el FLAC a 24bit/96khz.
Un cajón de sastre para cosas sobre música "clásica". Discos, conciertos, audiciones comparadas, filias y fobias, maledicencias varias... Todo ello con centro en Jerez de la Frontera, aunque viajando todo lo posible. En definitiva, un blog sin ningún interés.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
El Trío de Tchaikovsky, entre colegas: Capuçon, Soltani y Shani
Si todo ha salido bien, cuando se publique esta entrada seguiré en Budapest y estaré escuchando el Trío con piano op. 50. Completada en ene...
-
Me permito rendir un pequeño homenaje a Beethoven en su 250 cumpleaños con esta breve comparativa de la Novena que he improvisado recogiendo...
-
ACTUALIZACIONES 2.IX.2024 Pasamos de 54 grabaciones a 76. 19.X.2022 Publiqué una cata de solo quince grabaciones en junio de 2019, pasé a cu...
-
Al hilo de la lujosa exposición que ofrece Murcia en torno a Alfonso X en la que se reúnen por vez primera los cuatro códices de las Cantiga...
No hay comentarios:
Publicar un comentario