Ahora bien, en el caso de esta grabación mi valoración global no es negativa, como ocurría en el ballet de Falla: para mi gusto, ahora salimos globalmente ganando, sobre todo en lo que se refiere a la cuerda grave –que adquiere una presencia mucho más acorde con la realidad– y al tratamiento del triángulo y las campañillas, fundamentales en esta obra. A la postre es como si se hubiera quitado una capa de polvo a una pintura: los colores son más vivos, se aprecian mejor texturas y relieves, aunque también se perciben mejor las insuficiencias e imperfecciones del original. Que cada cual lo vea: a mí sí me ha merecido la pena el desembolso de 12 dólares (pueden adquirir los archivos aquí).
Bueno, ¿y la interpretación? Para muchos es su versión favorita. Para mí también lo sería si no fuera por la soprano Judith Raskin, porque lo de Szell me parece impresionante. Siempre analítico, objetivo y por completo ajeno a narcisismos, blanduras o concesiones de cara a la galería, pero también, en muchos casos, un tanto prosaico y desinteresado por indagar en los pliegues expresivos, el maestro de origen húngaro alcanzó en esta Cuarta una de las cimas de su carrera discográfica gracias a su capacidad para atender a todos los componentes de la partitura en su punto justo, sin pasarse ni quedarse corto en ninguno de ellos.
Así, los dos primeros movimientos suenan con el perfecto equilibrio entre lo naif y lo sarcástico, sin que el primero resulte meramente clásico y evocador ni que en el segundo lo demoníaco nos haga olvidar el encanto de la obra. A continuación nos ofrece un tercero admirablemente paladeado, evitando caer en lo otoñal ni en excesos contemplativos; por el contrario, se muestra vehemente y tenso cuando debe, si bien es cierto que al gran clímax final, pobremente recogido por una toma chata en dinámica, no termine de sacarle todo el partido posible. En el cuarto, ya digo, no está en modo alguno a la altura de las circunstancias Judith Raskin, muy poco interesante en lo vocal y algo limitada en lo expresivo, si bien en la última estrofa, dirigida de manera sublime por Szell, frasea con muy buen gusto.
¿Otras interpretaciones en compacto? Me gustan muchísimo las de Klemperer de 1961 (¡qué asombroso reprocesado el de EMI Francia!), la de Maazel de 1983, la de Chailly de 1999 y la de Sinopoli de ese mismo año, sin olvidar el Ruhevoll de Solti con la Sinfónica de Chicago. Esta de Szell, en cualquier caso, hay que conocerla.
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