¿Y qué tenía de malo la grabación realizada en 1967 por el sello Unicorn con la Filarmónica de Londres bajo la batuta del propio autor, que era un sensacional director de orquesta? Pues que sonaba mal, con unas terribles distorsiones en los tutti, además de estar completamente descatalogada. Sí que circula por ahí la toma radiofónica del estreno, realizado en abril de 1940 por la Filarmónica de Nueva York y un John Barbirolli que no dudó en declarar que se trataba de la obra más importante que él había escuchado a un joven autor norteamericano, pero ésta suena aún peor (aquí tienen unas muestras). La de Chandos lo hace de manera portentosa, lo que le sienta maravillosamente a una partitura que requiere de unos amplios efectivos corales y orquestales y ofrece una muy amplia gama dinámica; hay además un uso notable y juicioso de los canales traseros, añadiendo una gran espacialidad a la toma sonora para aquellos que dispongan en su casa de un equipo surround.
El compositor neoyorquino escribió la obra, sobre un libreto confeccionado por W. Clark Carrington a partir de la novela de Herman Melville, entre 1936 y 1938. Es por tanto anterior a su primera incursión en la pantalla grande, que no será otra que Ciudadano Kane (1940), pero es contemporánea a sus colaboraciones radiofónicas con Orson Welles, lo que se evidencia en un elevado sentido pictórico y teatral que más adelante Herrmann desarrollará de manera superlativa en sus trabajos para el cine. Por lo demás, nos encontramos ante una partitura ya de madurez, en la que a sus 27 años nuestro artista ofrece todas sus otras señas de identidad, incluyendo su gusto por los timbres graves de las maderas, su creación de atmósferas lúgubres y, sobre todo, su intensísimo lirismo nostálgico y doliente, además de su marcado pesimismo. La sorpresa viene por parte del scherzo de la marinería que funciona pivote central de la composición, ya que recuerda muchísimo a Shostakovich. Herrmann era un curioso musical insaciable y no es de extrañar que por esa fecha conociera algunas partituras del autor de La nariz, que andaba por entonces por su Quinta sinfonía, aunque tal vez de trate solo de una coincidencia. En cualquier caso, muchos años más tarde Herrmann llevaría al disco una formidable suite de la banda sonoro del ruso para el Hamlet de Kozintsev.
He vuelto a escuchar la grabación de Moby Dick realizada por el propio Herrmann antes de poner la que nos ocupa. La comparación no deja lugar a dudas: la del propio autor está dirigida de manera más satisfactoria, por su sentido del color y su fuerza dramática, pero aun así Schonwandt realiza una labor muy notable al frente de una orquesta y un coro (el nacional danés) de gran solvencia, ya que no de la mayor calidad posible. En el rol de Ismael, John Amis convencía más que aquí lo hace Richard Edgar-Wilson, pero David Kelly se ve superado en el registro de 2011 por David Wilson-Johnson –hace poco en Madrid, por cierto–, pues canta mejor y ofrece un Ahab con más ricos acentos. En resumen, un notable para la interpretación de Chandos, pues, y sobresaliente para su toma sonora.
El disco se completa con la muy enrarecida y siniestra Sinfonietta para orquesta de cuerdas, compuesta entre 1935 y 1936 bajo influjo de Arnold Schoenberg. O al menos eso dicen las notas de la carpetilla, porque a mí a quien más me ha recordado es a Bela Bartók, por ejemplo a su Música para cuerdas, percusión y celesta… que no se estrenó hasta al año siguiente de que Herrmann terminara esta partitura. Nuestro autor no llegó nunca a estrenarla ni a dirigirla para el disco, aunque existiera un proyecto para hacerlo. En cualquier caso, la obra serviría de base en 1960 para Psycho, no solo por la instrumentación y por la atmósfera de la banda sonora del film de Hitchcock, sino también porque el neoyorquino reutilizó en ella más de un pasaje de la Sinfonietta, incluyendo el célebre motivo ominoso de tres notas del que también se serviría en su obra postrera, Taxi Driver.
La Sinfonietta se ofrece aquí no en su versión revisada de 1975, de la que existe una grabación con la Sinfónica de Berlín bajo la dirección de un tal Isaiah Jackson en el sello Koch que tienen ustedes en este YouTube, sino en la original de 1936, que conoce así su primer registro. La interpretación de Schonwandt me parece irreprochable y muy adecuada para resaltar los grandes valores de esta partitura que, sin ser redonda, merece mucha más atención de la que se le ha prestado hasta ahora.
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