viernes, 10 de enero de 2014

Afkam y Heras-Casado frente a la Décima de Shostakovich

Últimamente he tenido la ocasión de escuchar un par de interpretaciones de la Décima Sinfonía de Shostakovich (por cierto, aquí tienen unas notas al programa que escribí sobre la obra) a cargo de sendos jóvenes directores muy de moda: el alemán David Afkam (Friburgo, 1893) y el español Pablo Heras-Casado (Granada, 1977), el primero de ellos designado como futuro titular de la Orquesta Nacional de España, a la que por cierto está dirigiendo este mismo fin de semana, y el segundo nombrado Director de orquesta del año en Estados Unidos. Ha sido interesante compararlas.

Afkam Shostakovich Ligeti

La de Afkham, que se pone al frente de la Joven Orquesta Gustav Mahler en el Festival de Salzburgo de 2010, se encuentra editada comercialmente por el sello Orfeo. Es la suya una recreación que se caracteriza por su frescura, por su comunicatividad a flor de piel, por su buen sentido teatral y por su brillantez sonora ajena a excesos y efectismos, pero también por su relativa escasez de matices expresivos –el segundo movimiento, por ejemplo, siendo apremiante podría estar más trabajado en lo que a los reguladores se refiere– y por el desinterés del maestro por el subtexto de la obra: no hay aquí ni mucho humor negro, ni misterio ni hondura expresiva. Interpretación muy vistosa pero epidérmica, justo lo mismo que me pareció la Séptima de Bruckner con nuestra ONE que le escuché en directo. Ah, muy buena la lectura de esa fascinante obra maestra que es Atmósferas de Ligeti que completa el disco.


Pablo Heras-Casado dirige a la Filarmónica de la Radio de Holanda en un concierto celebrado en noviembre de 2011 que la propia orquesta –que funciona francamente bien, pero no es ni mucho menos la del Concertgebouw– ha colgado en YouTube: disfrute gratuito y legal, pues. El director granadino sintoniza mejor con el universo shostakoviano y sin duda convence más que su colega con una lectura seria y musical, emotiva sin caer en el error de “romantizar” la obra, trazada con solidez y sin el menor devaneo, pero falta de un último punto de personalidad y de compromiso expresivo.

En principio el andaluz construye bien el siempre complicado primer movimiento –largo, difícil de tensar–, y lo hace con decisión y sobriedad, sin blanduras ni puntos muertos; el clímax da la sensación de que podría ser más desgarrado, pero en parte esto se puede deber a la compresión dinámica de la transmisión televisiva. Sin problemas el segundo, muy alejado del escándalo gratuito que ofrecen otros directores. El nivel global sube en el tercero, porque el joven maestro sabe hacer sonar a las maderas holandesas con el recochineo tan particular que exige el universo de Shostakovich –Afkahm no lo lograba– sin olvidar los aspectos misteriosos de la página. El final comienza adecuadamente desolado y termina con la brillante ambigüedad que necesita.

Muy buena interpretación la de Heras-Casado, en definitiva, aunque solo eso. ¿Mis versiones favoritas? La de Previn con la Sinfónica de Londres y la digital de Karajan.

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