Pero hay más: la propuesta escénica preparada por Pierre Audi para el Teatro Real es absolutamente sensacional, desde el arranque con un telón que homenajea claramente a la pintura del gran Paul Klee hasta el dúo final entre Cortés y Moctezuma en el que las luces se van apagando poco a poco. Bellísima la escenografía de Alexander Polzin, notables los figurines de Wojciech Dziedzic, refinada la luminotecnia de Urs Schönebaum y prodigiosa la labor del regista franco-libanés: personal sin traicionar los deseos del autor ni el concepto inspirado en Artaud, imaginativa sin caer en la provocación ni el efectismo, atenta a la música sin convertirse en una mera ilustración o “explicación” de esta, sugerente sin caer en la dispersión de ideas. Y nada de tropezar con el tópico de “indios buenos/conquistadores malos” que al parecer sí estaba en Artaud.
Todo muy “moderno”, sí, muy “abierto” para que –como es habitual en buena parte de la creación artística contemporánea – el espectador interprete lo que está viendo desde su propia sensibilidad sin tener que adaptarse a códigos preexistentes. Por eso mismo exige este espectáculo un melómano particularmente activo, no sesudo ni analítico –no es esta una ópera cerebral–, pero sí dispuesto a hacer algo más que sentarse en su butaca para relajarse. Por eso mismo no me extraña que en otras funciones hubiese deserciones, aplausos tibios y hasta abucheos. No en la mía, desde luego, donde el éxito entre el público fue considerable, probablemente porque coincidía con un fin de semana y nos encontrábamos muchas personas venidas de fuera que sabíamos a los que íbamos. En los saludos finales, Nadja Michael se volvió hacia George Nigl –Moctezuma y Cortés respectivamente– e intercambió unas palabras que, en ese contexto y con la expresión que se veía en sus caras, debían de ser algo así como “por fin, esta vez sí”.
Musicalmente el nivel fue muy alto, a mi entender globalmente superior a la grabación de CPO, gracias en buena medida a la soberbia labor de la citada soprano en su larga y muy exigente parte; encima la Michael ofreció un impresionante trabajo de gestualidad escénica "especialidad de la casa". Muy bien la soprano Caroline Stein y la contralto Katarina Bradic que desdoblaban a Moctezuma dentro de los dos grupos de instrumentos laterales (en el del Palco Real no había voces). Barítono técnicamente problemático –estuvo muy flojo en Il prigionero–, Nigl se desenvolvió con mucha solvencia en la peculiar parte que le reserva esta partitura. Sin problemas el actor Graham Valentine (“un hombre que grita”) y elegantísima la bailarina Ryoko Aoki en el papel –significativamente mudo: la comunicación entre ambas civilizaciones no es posible– de la intérprete Malinche. Impecable el Coro Intermezzo en sus intervenciones pregrabadas. El maestro argentino Alejo Pérez, finalmente, logró que le perdonásemos su mediocre labor en la Gala de Fin de Año de 2010 y su globalmente flojo Don Giovanni de hace unos meses haciendo gala de una enorme destreza técnica a la hora de coordinar los cuatro grupos instrumentales y los otros tantos cantantes bajo sus órdenes.
Al haber dormido mal la noche anterior, tuve la mala fortuna de tener que luchar contra el sueño en los últimos veinte minutos de la obra; los vi, pero no los disfruté. “Tranquilo”, pensé yo, “que ya aparecerá el DVD”. Pues jarro de agua fría: me confirman que no ha habido ninguna filmación oficial de las representaciones. Triste, tristísimo haber perdido la oportunidad de eternizar uno de los más fascinantes espectáculos que se han visto en los últimos años en el que se supone que es el más importante teatro de ópera en nuestro país.
2 comentarios:
no sabes si de casualidad el compacto circula por internet para descarga?
Pues me parece que no. Yo lo compré en Amazon a buen precio, aunque tengo que dejar constancia de que la toma sonora no es muy allá...
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