domingo, 26 de mayo de 2013

Afkham y la Nacional: decepcionante Bruckner

Sigo en Madrid. Ayer estuve en Pepita Jiménez: magnífica propuesta escénica de Calixto Bieito para un ópera de alarmante mediocridad. Pero sobre eso ya escribiré otro día. Mientras descanso un poco para el Imeneo de Haendel con Chris Hogwood y sus chicos, dejo testimonio del enorme chasco que ha supuesto para mí escuchar a David Afkham, quien hasta hace unos meses parecía que iba a ser nombrado nuevo titular de la orquesta con la que precisamente he tenido la oportunidad de verle la mañana de hoy domingo: la Nacional de España.


Tal vez mis expectativas fueran demasiado elevadas, pero lo cierto es que su Séptima sinfonía de Bruckner no me gustó. La disfruté, eso desde luego, porque es una partitura que amo y el joven maestro alemán supo ofrecer muy buen pulso, un correctísimo equilibrio polifónico, vehemencia bien controlada y una enorme dosis de brillantez: su técnica parece incuestionable. Pero a mi modo de ver su sintonía expresiva con esta página no existe. Vale, de acuerdo con que no por fuerza la música del autor tiene que resultar mayormente mística y meditativa, pero de ahí a que no hubiera ni rastro de la sensualidad, del humanismo y de la espiritualidad digamos "agónica" que caracterizan a la obra, y que la escarpada rebeldía que identifica a numerosos de sus pasajes sonase más de cara a la galería que sincera, me parece que hay un buen trecho. Además, las interpretación pareció moverse menos a gusto en las "pes" que en las "efes", en la que el maestro desplegó a gusto la metálica artillería. Lo dicho: una Séptima muy de cara a la galería.

En la primera parte del concierto, sin embargo, Afkham me había interesado mucho más: no especialmente concentrada ni visionaria pero en cualquier caso hermosa, sincera y magníficamente expuesta interpretación de los ultraterrenos Cuatro últimos lieder de Richard Strauss. El problema aquí fue Anne Schwanewilms (web oficial): la megafonía nos anunció que la soprano actuaba a pesar de una intoxicación gástrica, pero a mí me dio la impresión de que no era ese el origen de sus desigualdades vocales.

Sea como fuere, el instrumento en origen es de gran calidad, su sintonía con Strauss es apreciable -pese al relativo distanciamiento expresivo con el que canta- y su clase en el decir, esa misma clase que evidenció en su Mariscala en Madrid de 2010 (enlace), resulta enorme: solo por su "Ist dies etwa der Tod" ya se merecía los aplausos intensos que recibió por parte del respetable, los mismos que despidieron de manera triunfal a Afkham tras su Bruckner. "¡Te queremos de titular!", gritó una señora. Pues ya veremos qué tienen preparado nuestros gestores al respecto. Yo, de momento, no sé muy bien qué pensar de él. Tendría que escucharle mucho más.


PS. David Afkham ha sido nombrado hoy martes 28 nuevo titular de la Nacional. Tardaremos tiempo en saber si ha sido una decisión acertada, porque la próxima temporada dirige poco. Y ya veremos cómo programa. De momento, paciencia.
 

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