Actualización 16.11. 2022
He escuchado otra vez los registros de Arrau/Giulini y Barenboim/Barbirolli, ahora en alta resolución, y he modificado sustancialmente los comentarios. Añado Backhaus/Böhm.
Actualización 26.V.2020
Esta entrada se publicó originalmente el 21 de abril de 2013. Ahora me limito a añadir las recreaciones de Grimaud/Nelsons y Barenboim/Dudamel, que ya estaban comentadas en otro lugar de este mismo blog, y a modificar en mayor o menor medida algunos de los otros comentarios, fundamentalmente el de la interpretación de Gilels/Jochum, que he escuchado de nuevo.
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Brahms compuso su Segundo concierto para piano entre 1878 y 1881. Cuando lo terminó tenía cuarenta y ocho años, hallándose esta partitura entre la Segunda y la Tercera sinfonías: creación de madurez total, pues, y un prodigio de síntesis entre los diversos aspectos que integran la obra brahmsiana. Hay mucho aquí de tierno lirismo, sin la menor duda, pero también de exaltación épica y de tempestad dramática, al igual que hay pasajes de cierta turbulencia atmosféricas y no poco de sentido del humor. Llegar a un equilibrio entre todos estos componentes, y hacerlo con la sonoridad adecuada, no es cosa fácil de conseguir para los intérpretes, pero por fortuna en la siguiente lista se pueden encontrar unas cuantas recreaciones de primerísimo nivel.
Son sus movimientos: 1. Allegro non troppo; 2. Allegro appassionato; 3. Andante; 4. Allegretto grazioso.
1. Fischer. Furtwängler/Filarmónica de Berlín (varios sellos, 1942). Aunque nos encontramos ante una interpretación típica del “Furt de guerra”, esto es, flexible, extrovertida, impulsiva y encrespada, amén de muy sincera, no hay en esta ocasión descontrol o nerviosismo alguno, sino una honda concentración en los momentos más líricos de la obra, si bien es cierto que, dadas las circunstancias, los aspectos más sensuales y amorosos de la obra quedan relegados ante los más dramáticos. Dueño de un sonido poderoso aunque no del todo variado, el gran Edwin Fischer sintoniza bien con semejante planteamiento aportando su propia fogosidad controlada y ofreciendo un magnífico tercer movimiento; en el resto se queda un tanto corto en imaginación y capacidad para el matiz. (8)
2. Gilels. Reiner/Chicago (JVC, 1958). Los dos artistas, de admirable técnica y musicalidad muy alejada de cualquier clase de devaneo sonoro, nos ofrecen una interpretación tensa, extrovertida, rebelde, muy alejada de la habitual línea lírica e introvertida, pero no por ello precipitada ni escasa de concentración. El problema es que a ambos, sobre todo a un Reiner bastante ajeno al mundo brahmsiano, se le escapan la sensualidad, la ternura y el humanismo que también debe tener esta página. Gilels tiene el sonido apropiado para el compositor y exhibe un toque señorial, poderoso y elegante al mismo tiempo, pero tampoco termina de destilar la magia que le corresponde. (8)
3. Arrau. Giulini/Philharmonia (EMI, 1962). Si dos años atrás el italiano y el chileno habían triunfado por todo lo alto con un con adusto, concentrado y dramático Concierto nº 1, aquí las cosas funcionaron mucho menos bien. Por descontado que la ejecución es soberbia, que hay claridad de líneas, nobleza en el fraseo, gusto irreprochable y un buen equilibrio entre los aspectos líricos y los más extravertidos. También que los dos artistas alcanzan gran altura –pese a un violonchelo no muy allá– en el tercer movimiento, expuesto con tanta belleza como hondura. Pero lo cierto es que ni uno ni otro terminan de ahondar en la obra, ni en riqueza de matices ni en lo que a intensidad emocional se refiere. Tampoco le punen mucha imaginación al asunto que digamos. Ni siquiera, lo que es más extraño, de personalidad. La toma se beneficia de la excelente remasterización de 2022 en HD. (8)
4. Barenboim. Barbirolli/New Philharmonia (EMI, 1967). En la línea de Reiner y Gilels pero con mejores resultados, es esta una interpretación personalísima y reveladora que, sin excluir la concentración ni la hondura reflexiva, sobresale por su enfoque abiertamente tenso, hosco y dramático, sobre todo en los dos primeros movimientos. Eso sí, se dejan un tanto de lado la sensualidad y la delicadeza que también anidan en esta música. Lo dicho se puede aplicar tanto a la batuta a un piano que, tras la recuperación en HD y en Dolby Atmos, revela un sonido brahmsiano a más no poder, amén de ideal para el temperamento rotundo y poderoso de Barenboim. El argentino ofrecerá aproximaciones conceptualmente más ricas en el futuro, pero aun así ya resulta tremenda. La orquesta londinense es maravillosa, y recupera con el nuevo reprocesado el músculo de su cuerda grave; el chelo solista, mejor que en la grabación con Giulini, pero de nuevo no muy afortunado en su segunda intervención del tercer movimiento. (9)
5. Backhaus. Böhm/Filarmónica de Viena (Decca, 1967). El de Graz deja constancia de su enorme categoría como brahmsiano en lo que se refiere a sonoridad y expresión, siempre dentro de su consabido distanciamiento expresivo: puro mármol del Partenón. Ahora bien, todavía su arte no se ha desarrollado plenamente y, pese a un soberbio segundo movimiento, da la impresión de que puede dar una vuelta de tuerca más a esta música. En cualquier caso, el problema de este registro –no muy bien grabado– es un Backhaus tan solvente como plano, insípido y aburrido. 8’5 puntos para la batuta, 7 o incluso menos para el solista. La calidad de la orquesta redondea la cifra al alza. (8)
6. Anda. Karajan/Filarmónica de Berlín (DG, 1967). Karajan ofrece su Brahms habitual, musculado, hermoso y a veces –primer movimiento– muy encendido, pero más vistoso que superficial. Géza Anda, un pianismo ágil y aéreo, demasiado para un compositor que necesita densidad sonora, fraseando sin rigidez y con cierta sensibilidad, pero no mucha variedad expresiva y más bien escasa tensión sonora. Los dos enfoques no terminan de sintonizar hasta el último movimiento, pero no precisamente para bien, porque los dos coinciden en quedarse en una ligereza que desprende trivialidad y escaso compromiso. (7)
7. Arrau. Haitink/Orquesta del Concertgebouw (Philips, 1969). En su segundo y último registro de estudio, el gran Arrau cuenta con una toma sonora que recoge mejor lo bien que su sonido pianístico es capaz de amoldarse al repertorio brahmsiano, pero aunque vuelve a dejar muestra de su enorme clase con un fraseo natural, sensible y rico en matices, aun no llega a ofrecer el último grado de compenetración con la partitura que en él sería esperable. De alto nivel, todo lo objetiva e idiomática en esperable en el maestro holandés, la dirección de un Haitink que en el futuro será capaz de profundizar aún más en la obra. (8)
8. Gilels. Jochum/Filarmónica de Berlín (DG, 1972). Sin resultar especialmente personal ni creativo, Jochum ofrece un Brahms de trazo amplio, enorme concentración, claridad absolutamente asombrosa y fascinante mezcla entre espiritualidad serena y tensión soterrada que se fusiona a la perfección con un Gilels, muchísimo más inspirado aquí que con Reiner, que sabe ofrecer toda la variedad expresiva posible, desde la ternura más delicada hasta lo muy encrespado –hay momentos tremendos en el Andante– manteniéndose ajeno a cualquier preciosismo sonoro y sin que se le mueva un pelo, aunque también sea cierto que en algunas frases se mantiene demasiado distante y no termina de sacar todo el provecho posible. En el movimiento inicial llama la atención como Jochum es capaz de mantener el pulso con unos tempi tan amplios. En el Allegro appassionato, en lugar de decidirse por la extroversión más o menos dramática, el director opta por ir analizando todos y cada uno de los bloques sonoros de manera portentosa, sin prisa alguna pero manteniendo la tensión interna en todo momento. Algo parecido ocurre en el movimiento conclusivo, en el que toda jovialidad queda en segundo plano frente a la mezcla de majestuosidad y fuerza granítica por parte de los dos artistas, si bien es un Andante verdaderamente sublime donde la mágica concentración de la batuta, en perfecta sintonía con unos vientos de elevadísima poesía –a menor nivel el violonchelo de Ottomar Borwitzky–, alcanza sus mayores cotas de inspiración sabendo aunar cantabilidad, ternura y amargor como solo los más grandes brahmsianos saben hacerlo. El reciente lanzamiento en HD deja entrever algunas distorsiones tímbricas, pero aporta plasticidad y relieve a una toma sonora sensacional para la época. (10)
9. Pollini. Abbado/Filarmónica de Viena (DVD DG, 1976). Vaya chasco: la orquesta más brahmsiana del mundo, un pianista de virtuosismo portentoso y un director lleno de talento en el mejor momento de su carrera, y las cosas no acaban de funcionar como es debido. Abbado no termina de dominar el lenguaje del autor, Pollini frasea con escasa variedad de acentos y a los dos se les escapa la ternura, la sensualidad, la calidez y el aliento poético que desprenden los pentagramas, aunque en honor a la verdad también hay que reconocer que ambos sintonizar en ofrecer un “impulso juvenil” –ímpetu, más que emoción- que le sienta muy bien a un primer movimiento particularmente escarpado. El resto tiene poco interés. La orquesta y sus solistas, eso sí, están gloriosos. Espléndida la calidad de imagen, no tanto la del sonido. (7)
10. Barenboim. Giulini/Sinfónica de Chicago (CSO, 1977). Podría pensarse que el intensísimo fuego –siempre controlado– y la intensidad dramática de un Giulini no del todo reconocible en este memorable único encuentro entre dos de los más grandes genios de la interpretación musical se debe a la influencia del de Buenos Aires, que repite su escarpadísimo acercamiento con Barbirolli, sobre el maestro italiano. En parte ha de ser así, pero esta tremebunda recreación, portentosamente materializada por los de Chicago –espléndido el chelista-, no deja de recordar a la Cuarta sinfonía que el propio Giulini grabó con la misma orquesta en 1969. Ninguna de ambas, por cierto, carece precisamente de la elegancia y la cantabilidad que caracterizan al de Barletta, aunque nos encontremos todavía lejos del Brahms esencial y desmaterializado que grabó más adelante con la Filarmónica de Viena. En cualquier caso, una interpretación netamente superior –excepto en el tercer movimiento– a la que grabó lustros atrás con Arrau. Y algo más rápida, por cierto. Excelente la toma en vivo. La grabación fue editada en una caja especial por la propia orquesta y es realmente difícil de encontrar: un amable lector se la ha dejado a ustedes completa en el enlace que aparece arriba. (10)
11. Barenboim. Kubelik/Radio Bávara (DVD, Dreamlife, 1978). Barenboim enriquece finalmente su concepto gracias a la dirección mucho antes apolínea que dramática, pero en cualquier caso llena de sinceridad, del gran Rafael Kubelik. Entre los dos redondean una magnífica interpretación, juvenil y extrovertida, flexible y muy natural, de gran efusividad lírica pero también de enorme control y una gran profundidad poética. Por desgracia el cuarto movimiento, aun siendo espléndido, puede resultar algo leve. El resto es sensacional, especialmente el Andante. Existe también una edición en CD. (9)
12. Barenboim. Mehta/Filarmónica de Nueva York (CBS, 1979). El argentino ha progresado mucho desde su grabación con Barbirolli, pues aunque su enfoque sigue siendo ante todo encendido, dramático y escarpado, hay ahora mucha mayor riqueza conceptual, más imaginación y más variedad de matices, sobresaliendo los del segundo movimiento. Mehta aporta solidez, musicalidad, adecuado lenguaje y mucha claridad, pero su visión es bastante más ortodoxa, desde luego menos personal, equilibrando en este sentido los resultados desde el punto de vista expresivo. En cualquier caso, la batuta funciona magníficamente en los dos primeros movimientos, no tanto en el resto, particularmente en un Andante que no está todo lo paladeado que debiera y no alcanza toda la elevación poética posible. Muy bien el violonchelista Lorne Munroe. (9)
13. Ashkenazy. Haitink/Filarmónica de Viena (Decca, 1982). El maestro holandés repite y por momentos mejora –más paladeado el Andante– su notable aproximación anterior, esta vez contando con la baza de tener delante a una orquesta tan buena en lo técnico como la suya propia y aún más adecuada para este repertorio. El pianista ruso realiza una aproximación elegante, sensible y muy musical, pero no del todo imaginativa ni comprometida, y bastante ajena a los aspectos más dramáticos y escarpados de la partitura, a la que se aproxima desde un ángulo excesivamente apolíneo. La toma sonora es espléndida. (8)
14. Zimerman. Bernstein/Filarmónica de Viena (DVD DG, 1984). Otra cima interpretativa de la obra. La dirección interesa muchísimo porque, sin faltarle nada de vuelo lírico y emotividad, desdeña lo meramente otoñal y aporta una gran dosis de brillantez, jovialidad y garra dramática, todo ello sacando un partido verdaderamente excepcional de la orquesta. Por su parte Zimerman, impresionante desde el punto de vista técnico como ningún otro pianista, da una lección de estilo y comunicatividad, en una línea que, al igual que la de la batuta, aporta una gran riqueza conceptual. Existe también una edición paralela solo en audio. Cualquiera de las dos es de obligado conocimiento. (10)
15. Barenboim. Celibidache/Filarmónica de Múnich (DVD Euroarts, 1991). Aunque los dos artistas coinciden en comprender a la perfección el estilo brahmsiano, con lo que tiene de densidad sonora, naturalidad en el fraseo, nobleza expresiva y hondura filosófica, no se establece un diálogo tan rico entre el enfoque sereno y otoñal –aunque siempre lleno de fuerza– de Celibidache, que se mantiene hasta cierto punto analítico y distanciado, y el mucho más tempestuoso y dramático de un Barenboim rico e imaginativo en los acentos, inflamado sin perder el control pero más variado, imaginativo y comprometido en lo expresivo. Dicho de otra manera: el pianista, que alcanza aquí uno de sus más geniales logros fuera del terreno beethoveniano, aporta aún más a la interpretación que el maestro. Lástima que la toma sonora no esté a la altura de semejante prodigio. (10)
16. Freire. Chailly/Gewandhaus Leipzig (Decca, 2005). Mucho más cómodos en el lirismo de este Segundo que en los terrenos más dramáticos y escarpados del Primero que registraron para el mismo sello, los dos artistas logran ofrecer una recreación admirablemente dicha y paladeada con amplio aliento poético que se beneficia de la admirable sonoridad de la orquesta de Leipzig. Con todo, a Chailly le sobra alguna frase en exceso blanda –también al chelista–, y a Freire se le debe pedir una interpretación más comprometida y rica en matices, sobre todo en un cuarto movimiento que en sus manos suena un tanto lineal. (8)
17. Ove Andsnes. Haitink/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2011). De nuevo una notabilísima, aunque no genial ni personal, dirección por parte de Haitink, como siempre equilibrada y de exquisito gusto, completamente brahmsiana y antes contemplativa que escarpada, pero no por ello exenta de fuerza. Lo que interesa de esta lectura, en cualquier caso, es la magistral actuación del pianista, poderoso y rico en el sonido, encendido al tiempo que controlado, viril pero atento al lirismo, y siempre tan flexible como variado en el matiz. Soberbia la orquesta, como también su chelista y las maderas en el tercer movimiento. (10)
18. Bronfman. Rattle/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2012). Una tremenda sorpresa este Brahms de Rattle, muy superior a sus sinfonías y casi a la altura de su tremendo –aunque algo unilateral por su extremo dramatismo– Primero con Barenboim: irreprochable en el idioma, tan incandescente como controlado, extrovertido e inmediato antes que reflexivo (es decir, en una línea muy diferente a la de Haitink unos meses antes), pero también concentrado cuando debe, consiguiendo además un equilibrio perfecto entre las vertientes lírica, épica y dramática de la página, sin olvidar –especialidad del maestro británico– un humor luminoso pero por fortuna no trivial en el cuarto movimiento. El pianista es el que no sorprende: su denso y al mismo tiempo nítido sonido es de lo más adecuado, su temperamento resulta todo lo poderoso que debe, se encrespa con apropiada garra dramática en los clímax de la partitura, bucea en los aspectos más misteriosos de la misma y sabe cantar las melodías con una sobriedad intensa muy alejada de cualquier devaneo sonoro. Les falta quizá a los dos artistas un punto de imaginación, pero los formidables solistas de la no menos formidable orquesta aportan lo que le falta a esta interpretación para codearse con las mejores. (10)
19. Grimaud. Nelsons/Filarmónica de Viena (DG, 2012). Nelsons deja bien claro que es uno de los más grandes brahmsianos desde el fallecimiento de Giulini: equilibrio entre músculo y refinamiento, empaste cálido, fraseo flexible y de elevadísima cantabilidad, nobleza en la expresión, lirismo tierno al tiempo que con empuje y garra... Incluso hay detalles creativos –el arranque mismo de la obra– de una enorme calidad, pero el enfoque guarda las formas y no acentúa los contrastes con el ardor dionisíaco que al frente de la misma orquesta ofrecerá un par de años más tarde Dudamel, ni tampoco con la magia sonora del maestro venezolano. Por su parte, Hélène Grimaud toca con una limpieza extrema y hace gala de una musicalidad exquisita que sabe no quedarse en lo meramente lírico: antes al contrario, la pianista francesa se muestra no poco dramática y escarpada. Ahora bien, ni su sonido es tan claramente brahmsiano como la de Barenboim –sí igual de potente, pero menos denso–, ni su expresividad tan emotiva, ni su sintonía espiritual con el universo de este autor tan grande. Excepcional la toma en alta definición. (9)
20. Barenboim. Dudamel/Staatskapelle de Berlín (DG, 2014). No en su mejor momento de dedos pero sí en la cima de su inspiración, un Barenboim de sonido hermosísimo por completo adecuado y un fraseo tan natural como rico en inflexiones –no hay espacio alguno para la rigidez, el mecanicismo o la brillantez gratuita- nos descubre el significado expresivo de cada una de las frases atendiendo ahora a partes iguales a las dos vertientes de la obra, la lírica y la dramática, profundizando en ellas en el más alto grado y alcanzando la más perfecta fusión entre ambas. Algo parecido consigue Dudamel, que extrema la vehemencia y la garra dramática de la página al igual que su efusividad lírica, aportando además un carácter furioso y alucinado –siempre bajo control– al segundo movimiento y una dulzura tierna muy brahmsiana no solo al tercero –absolutamente excelso: del mejor Brahms jamás escuchado en discos– sino también, con la complicidad de Barenboim, a algunos pasajes del cuarto. La sonoridad es además la ideal para el compositor, lo que tiene no poco que ver con la excelencia y tradición de una orquesta en estado de gracia. Memorable el violonchelista, dulce en el mejor de los sentidos y emotivo a más no poder. (10)
18 comentarios:
Algunas puntualizaciones, desde mi punto de vista:
Barenboim/Barbirolli creo que merecer estar más cerca del 10 que del 9;
Gilels/Reiner no creo que deba pasar de 7;
Me sorprende que no hayas señalado la ferocidad, interesantísima, del 2º mov. de Barenboim/Mehta;
La toma de sonido de Barenboim/Celibidache me parece absolutamente sensacional;
La primera grabación que conocí de este Concierto es la de Backhaus/OFViena/Böhm (Decca 1967), tocada de modo muy mecánico pero admirablemente dirigida.
Gracias por las aportaciones, Ángel.
Creo que la interpretación de Reiner/Gilels apunta en la misma dirección que la de Barbirolli/Barenboim, con la diferencia de que estos últimos lo hacen bastante mejor. Aun así, no creo que sea para bajar a los primeros de un notable alto, porque el talento se deja notar, ni para que los últimos alcancen la nota máxima: esta página tiene mucho de sensualidad y ternura, y eso es algo que Barbirolli y Barenboim dejan no completamente, pero sí algo de lado en esa grabación. Por otra parte, creo que el de Buenos Aires ofrecerá un fraseo más rico en lo expresivo y más imaginativo en grabaciones futuras. Por ejemplo, en la de Mehta, que creo que hasta la fecha de su grabación pone el listón en lo más alto desde el punto de vista pianístico.
Con respecto a este último registro, el de CBS, es verdad que debería haber especificado en qué consiste esa particularidad que sí señalé del segundo movimiento: el carácter particularmente encrespado y dramático que aportan los dos artistas, sobre todo por parte de un Barenboim que casi se puede decir que redescubre el movimiento.
Las tomas sonoras del DVD de Celibidache me parecen muy buenas, sobre todo la del Segundo, pero desde luego no a la altura de las mejores. Sin ir más lejos, suenan con más plasticidad los registros del Digital Concert Hall dirigidos por Haitink y Rattle (que son más recientes, sí, pero vienen en vía streaming y no en DVD comercial, que se supone que ha de sonar mejor).
Por cierto, que existe una filmación más de Barenboim que no está comercializada, dirigiendo Jansons. De momento no he podido pillarla.
La de Böhm/Backhaus, a ver si puedo conocerla más adelante. De momento he quedado satisfecho con tantas versiones admirables de esta página. Un saludo.
Comparto, esta vez, varios discos. Ya veo que sigue a Baremboin y sale Mehta bastante bien.
Respecto a éste le informo que dispone de otra grabación anterior, Decca, con Ashkenazy bastante alabada en su época y que a mí me gusta mucho.
Al Robot (Los de su compañero Carrascosa suelen ser más fáciles)
Felicidades una vez más por el análisis. Sin duda están aquí algunas de las versiones señeras de la obra pero no todas y entre el número elegido debieran estarlo. Sin la de Richter/Erich Leinsdorf /Chicago (RCA, o sin alguna de las dos conocidas de Szell con Serkin o Fleisher, la comparativa está coja. Referente a las de Barenboim hubiera sido suficiente la excepcional del vídeo con Celibidache.
Es lo mismo que las sinfonías sin las de Sanderling/Dresde o la octava de Beethoven sin la de Szell. Ya sé que no se puede poner todo pero olvidarse de algunas cosas es pecado.
Gracias por la felicitación, pero también me gustaría recordar que ni esta ni ninguna otra comparativa de este blog tiene otra intención que la de ordenar mis notas para intercambiar mis opiniones sobre las interpretaciones que he escuchado. Ninguna de las listas pretende, por tanto, incluir "las gragaciones imprescindibles", sino simplemente las que han pasado en fechas recientes por mi equipo de música. Otra cosa es que antes de publicar una entrada intente, dentro de mis posibilidades, escuchar alguna que pueda ser interesante y que antes no hubiera podido conocer.
En cuanto a Barenboim, puede que con una sola, la de Celibidache, bastara para dar buena cuenta de su arte en esta partitura, pero los señores Barbirolli, Guilini e incluso Mehta se merecen que se le dediquen unas palabras al margen del solista. Digo yo. Un saludo.
Bien, que sí, que está bien. Es por decir algo.
He encontrado una interpretación en directo en youtube que creo muy intersante: La gran Alicia de Larrocha con E. Jochum. Concierto de 1981. La verdad es que el sonido es muy bueno. Aqui dejo el enlace:
http://www.youtube.com/watch?v=9q3grYlB1B4
He encontrado una grabación en directo que creo es muy interesante: La gran Alicia de Larrocha y E. Jochum de 1981. La verdad es que suena muy bien. Aqui dejo el enlace:
http://www.youtube.com/watch?v=9q3grYlB1B4
¡Vaya extraña pareja! Muchísimas gracias.
Creo que se le olvido un tándem excepcional: Szell-Serkin con la orquesta de Cleveland, para mí, una de las grandes grabaciones del siglo de este concierto. También falto una épica e histórica, la de Toscanini-Horowitz con la sinfónica de la NBC, con unos acentos heroicos pese a la pobreza técnica de la grabación. Saludos desde Bogotá, Colombia.
Gracias por la aportación. Esas dos versiones jamás las he escuchado, así que espero algún día poder hacerme con ellas.
Me van a pasar una grabación en directo que me aseguran es de Barenboim y Abbado en Berlín. ¿Alguien tiene los datos de este concierto?
Caramba, qué casualidad, yo también estoy trabajando la discografía de la Quinta.
Voy a estudiar con atención tus notas en espera de fructíferas diferencias (o no, ;)).
Ánimo con el fin de curso.
Pero si tú lo haces muchísimo mejor que yo!!!! El fon de curso me está dejando fatal, esa es la verdad.
Aprovecho que comento esta entrada suya, tan oportuna y esclarecedora, como siempre desde que le sigo, para agradecerle sus comentarios, su esfuerzo y su excelente trabajo que, a mí desde luego, me ayuda mucho en la elección de piezas e interpretaciones a elegir, en esencia, porque cada vez que le leo, mis percepciones, mucho menos ilustradas que las suyas, sin duda alguna, sí coinciden muy mayormente en lo esencial: lo que la música transmite.
Y digo que aprovecho esta entrada para hacer mi primer comentario en su blog porque esta obra, fascinante en todo su lirismo y profunda humanidad, me ha conmovido desde que la escuché por primera vez (como tantas otras obras excepcionales, claro) Y de manera muy especial la interpretación de Zimerman y Bernstein, de 1984, en el límite de la expresividad y del equilibrio, uno de esos misterios excepcionales que a veces la interpretación nos brinda para nuestro mayor gozo.
En fin, que reitero mi agradecimiento por sus innumerables y, para mí, excelentes comentarios y por el esfuerzo que ello conlleva para beneficio de los que le leemos. Atentamente, Javier
¡Perdone la tardanza en contestar, Javier! Se me había pasado por completo. Le agradezco infinitamente sus palabras: recibir esos ánimos y saber que he podido ser de utilidad a otros, al igual que yo me pude apoyar en el trabajo de los demás para ir aprendiendo, es lo que de verdad me hace pensar que el tiempo y las ilusiones invertudas merecen la pena.
Yo también me emociono profundamente con el Segundo de Brahms, aunque no en mucha mayor medida que con la mayoría de las creaciones de su autor: creo que el genio de Hamburgo fue uno de los grandísimos, que su figura se agiganta cada día más se la mire desde donde se la mire y que es uno de los compositores que es capaz de hablarnos más y mejor sore la naturaleza del ser humano.
La interpretación de Zimerman con Bernstein crero que fue la primera que tuve. Curiosamente, el pianista no quedó satisfecho con lo que hizo DG; al parecer, mezcló tomas de dos conciertos que según él fueron de concepto muy diferente.
Reciba un fuerte abrazo y mi mayor agradecimiento.
El solista de cello en el Andante es Sennu Laine, una (no uno) de las solistas de este instrumento en la Staatskapelle Berlin. Memorable en esta grabación, en efecto.
Ángel Carrascosa.
Perdón, me había olvidado: el nombre de esa cellista, Sennu Laine, corresponde a la grabación de Barenboim/Dudamel.
Ángel Carrascosa.
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