El año pasado mostré en este blog mi admiración por un vídeo con el Concierto para violín de Beethoven interpretado, bajo la extrovertida batuta de Andris Nelsons, por Sergey Khachatryan. Escribí entonces que "el joven solista armenio (...) decide
arriesgarse hasta el límite ofreciendo, armado de un sonido interesante con un
buen registro grave, una interpretación de enorme intensidad emocional, más
dramática que filosófica, en la que se ofrecen multitud de aportaciones
personales que revelan aspectos nuevos de la partitura, aunque también están
-por momentos- bordeando lo narcisista, que no lo blando o lo trivial,
afortunadamente."
La admiración se ha transformado en entusiasmo ante la interpretación que ha ofrecido esta mañana junto a la Orquesta Nacional de España en el Auditorio Nacional, donde ya apenas he encontrado rastro de excentricidad -hay alguna frase original en el buen sentido- pero sigue existiendo la misma mezcla de tensión interna, sentido dramático y emotividad que entonces. Ahora bien, acompañado esta vez de un lento y muy idiomático Juanjo Mena, Khachatryan ahora ha abordado la partitura en una línea más introvertida y reflexiva que se beneficia de un muy adecuado sonido -desgarrado el registro agudo, poderoso el grave- y, sobre todo, de una pasmosa concentración interior para desgranar cada una de las frases con enorme claridad y plena atención al significado; impresionante en la cadencia de Kreisler. Dos propinas, sensacionales ambas: un Ysaÿe volcánico pero controlado a más no poder, y una canción armenia recreada con increíble belleza en la que logró adelgazar su sonido al límite sin menor asomo de fragilidad. Impresionante.
A la dirección de Juanjo Mena, por cierto muy superior a la que le escuché a Dudamel con la misma orquesta hace algunos años, solo le pongo como reparo la falta de garra dramática y de rebeldía en el gran clímax antes de que acabe el segundo movimiento. Por lo demás, como anticipé líneas arribas, un Beethoven paladeado con sosiego, adecuadamente denso en su sonoridad y muy centrado en lo expresivo.
Altamente experimentado en el repertorio alemán en su muy meritoria carrera internacional, el director vasco ha hecho en la segunda parte un Pelléas y Melisande de Schoenberg hiperromántico en su enfoque, dicho con tempi rápidos y pulso sostenido, encendido en el fraseo y muy arrebatado en los clímaxs, aunque determinados pasajes podían haber estado dichos con más calma y mayor sutileza en las texturas.
La orquesta parecía sonar bien, pero mi localidad en primera fila no era en absoluto adecuada para apreciar el empaste y el equilibrio de planos. Desde luego la ONE está sonando ahora bastante mejor. Fruto del trabajo intenso durante estos años con Josep Pons, posiblemente. O quizá todo lo contrario: tal vez la ausencia de éste está resultando beneficiosa, vayan ustedes a saber. En cualquier caso, espléndido concierto que ha hecho merecer a Mena y a Khachatryan grandes aplausos por parte del respetable. Y ahora les dejo, que tengo a Haendel con Jacobs en el propio Auditorio.
Un cajón de sastre para cosas sobre música "clásica". Discos, conciertos, audiciones comparadas, filias y fobias, maledicencias varias... Todo ello con centro en Jerez de la Frontera, aunque viajando todo lo posible. En definitiva, un blog sin ningún interés.
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