lunes, 9 de julio de 2012

Las Huelgas en Los Jerónimos (Van Nevel visita Granada)

La misma jornada en que asistí por la noche al primero de los dos conciertos de Charles Dutoit (enlace), procuré llegar temprano a Granada para el recital gratuito que, con un programa de una hora exacta de duración consagrado a la polifonía flamenca e hispana del Renacimiento tardío, ofrecía en el hermosísimo Monasterio de San Jerónimo el Huelgas Ensemble bajo la dirección de su eterno titular Paul Van Nevel. Hice bien: la cola era tan considerable como suele en los mejores espectáculos que se ofrecen en este recinto, y con una hora de espera conseguí al menos situarme en mitad de la nave. Había mucha, muchísima gente, venturosamente de edad más bien temprana, y hubo quienes se tuvieron que quedar en la calle. ¿Quién dijo que no interesaba esta música?

He esperado a escuchar la grabación de Radio Clásica –me la he pasado a compacto, con su carátula y todo- para escribir estas líneas. Confirmo lo que ya imaginaba: en casa se disfruta más desde el punto de vista estrictamente musical, porque  en directo la acústica juega en contra, si bien nuestro salón doméstico muy poco puede rivalizar con la iglesia de la misma época –en realidad, algo anterior- de la música a la que daba cabida. En cualquier caso, confirmo también que se trató de un magnífico concierto.

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Empezó el programa con sendos motetes de dos ilustres desconocidos de la segunda mitad del Quinientos, Françios Galler y Balduin Hoyoul, en los que el portentoso Huelgas Ensemble ya pudo hacer gala de su perfecta afinación y solidísimo empaste. Vino a continuación el Agnus Dei de la Missa “In exitu Israel” del ya tardío Diego de Pontac, música sin duda muy bella pero que, como la anterior, no hizo saltar del asiento. Cosa que sí consiguió, porque con este señor ya son palabras mayores, Clemens non Papa con su motete Fremuit spiritu Jesus, al que Van Nevel supo aportar una elevada tensión interna sin perder nunca de vista el equilibrio y la espiritualidad serena del Renacimiento.

De Diego Barea  escuchamos un motete que sirvió como ejemplo del modelo a doble coro del siglo XVII, pero a quien esto suscribe le interesó mucho más el Heu me Domine de Vicente Lusitano, de arriesgadísimos cromatismos. Entre medias, el espléndido Vox in Roma de Gialles de Wert permitió confirmar a Van Nevel y sus colegas como auténticos maestros de lo que podríamos denominar “tercera vía” interpretativa de semejante repertorio, conjugando la brillantez de los grupos británicos con la sensualidad de los mediterráneos –perdonen ustedes los tópicos-, y aportando un sonido prieto y carnoso muy especial.

Como gran traca final llegaron tres de las Lamentationes Secundi Diei de Orlando di Lasso, soberbia música servida en interpretaciones que supieron aunar belleza formal y contenida comunicatividad, redondeando –importaron pocos ligerísimos desajustes entre los cantantes y la irrupción de dos teléfonos móviles- un concierto de primera magnitud. Al final, conseguí que el amable Van Nevel me firmara la caja A Secret Labyrinth (recopilación de quince compactos editados en su momento por Sony Classical) que ustedes pueden encontrar a precio de ganga en Amazon.es. Huelga la recomendación, nunca mejor dicho.

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