Concierto redondo el que clausuraba el pasado sábado 2 de junio la vigésimo cuarta edición del Festival de Música Ciudad de Úbeda. Por todo: por la en general espléndida labor de la Orquesta Ciudad de Granada, por la notabilísima y por momentos genial dirección de Manuel Hernández Silva y, sobre todo, por un Javier Perianes inspiradísimo pese a que ha tenido que ensayar y tocar inmediatamente después del desdichado fallecimiento de su madre el miércoles de la misma semana: toda una muestra de entereza y profesionalidad por su parte, dicho sea de paso.
Falla, Ravel y Debussy en los atriles, en enfoque interpretativo marcadamente impresionista todos ellos, incluido el español. Por eso mismo el Concierto en Sol que abrió la velada no sonó en esta ocasión nada jazzístico, ni incisivo, ni descarado, sino mayormente sensual, difuminado, elegante y emotivo, más propiamente "raveliano" que nunca, tanto por parte de la batuta como por la del solista, ofreciendo este último un segundo movimiento de verdadero infarto; tampoco le salieron precisamente mal los dos extremos, toda vez que supo alejar el fantasma del virtuosismo superficial para otorgar pleno sentido a cada una de las frases. A destacar los maravillosos trinos, muy naturales y nada mecánicos, tan increíblemente difíciles de hacer. ¿Se los habrá enseñado Barenboim?
Estas Noches en los jardines de España de Perianes me han gustado más que las del disco de Harmonia Mundi. La diferencia la ha marcado la batuta: mientras Josep Pons optó por la brillantez, la angulosidad, el nervio y un carácter digamos racial que sonaba bastante insincero, Hernández Silva ha apostado por el impresionismo puro y duro, sonando los pentagramas más sensuales, embriagadores y llenos de embrujo que nunca. ¿Es esta mejor opción? No necesariamente, pero lo que está clarísimo es que el pianista onubense se siente más a gusto en ella, porque con esta batuta su pianismo, algo constreñido y no del todo inspirado en el compacto referido, respiró en la velada ubetense con toda la naturalidad, elocuencia y hondura deseables, permitiendo paladear las melodías con mayor aliento poético y matizar mucho más a conciencia. Los resultados, excepcionales.
De propina ofreció Perianes el Nocturno nº 20 de Chopin. No exagero: la interpretación fue extremadamente genial. Más tarde me enteré de que era la pieza preferida de su madre.
La segunda parte se abrió, tras entrega de premios e inevitable desfile de políticos, con la orquestación de la Petite Suite de Debussy. No es lo mejor del autor, seguramente. ¡Pero vaya recreación! Es verdad que los movimientos pares sonaron un poco espesitos, pero en los impares, sobre todo en el primero, parecía que estuviesen dirigiendo Giulini o Celibidache, tal fue el grado de sensualidad, humanismo, ternura y poesía que consiguió Hernández Silva extraer de los pentagramas -manteniendo el pulso pese a la lentitud- con la colaboración de una orquesta ideal para esta música.
Lo menos impresionante, la breve Suite nº 1 del Sombrero de tres picos que cerró la noche: comenzó estupendamente, con una atmósfera sensualísima, llena de embrujo, pero más adelante se echaron de menos nervio e incisividad, aquí más necesaria que en las Noches... También hubiera sido adecuada una dosis mayor de depuración sonora y un tratamiento mucho más expresivo del solo de fagot, único momento en el que se pudo reprochar algo a la espléndida sección de maderas de la orquesta granadina. Aun así, notable recreación que cerró un concierto soberbio.
Un cajón de sastre para cosas sobre música "clásica". Discos, conciertos, audiciones comparadas, filias y fobias, maledicencias varias... Todo ello con centro en Jerez de la Frontera, aunque viajando todo lo posible. En definitiva, un blog sin ningún interés.
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2 comentarios:
No entiendo lo del humanismo como adjetivo para una interpretación musical.
Yo tampoco. Seguiré escuchando a Guilini, a Rostropovich y a Arrau, a ver si lo entiendo de una vez.
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