domingo, 20 de mayo de 2012

Pons, Capuçon y un soberbio trabajo de la ONE

Desde hace algunos años vengo escuchando a la Orquesta Nacional de España  de manera regular cuatro o cinco veces por temporada, generalmente en los conciertos matinales de los domingos. El de hoy 20 de mayo, a mi modo de ver, ha sido uno de los mejores desde el punto de vista técnico, un mérito que ha de repartirse entre Josep Pons y los profesores de la formación. El sonido global fue esta mañana empastado y homogéneo, y las secciones más problemáticas sonaron con insólita seguridad. Esto último es de admirar especialmente en una obra como la que abría el precioso programa elaborado por el maestro catalán en torno al eje de esta temporada, “París, 1900”: nada menos que El poema del éxtasis.

Josep Pons Auditorio Nacional

Lo cierto es que la ONE pudo con la obra de Scriabin, incluso con sus exigentes “megafortísimos” que tanto ponen a prueba la capacidad de una orquesta. Además Josep Pons dirigió muy bien, y aunque alguna frase concreta se podría preferir un poco más ágil, se puede afirmar que fue la suya una notable interpretación que acertó con la sensualidad, el hedonismo bien entendido y el carácter visionario de la partitura. Que en discos se hayan escuchado cosas sin duda mejores (pienso ahora en los dos registros de Barenboim y en los de Maazel, Muti y Sinopoli) no nos debe impedir aplaudir con fuerza a quien ha sido hasta hace poco titular de la formación española. En cualquier caso, quien se merece el mayor de los elogios es el trompetista de la ONE, espléndido en las numerosas y decisivas intervenciones que tiene en esta sinfonía. Lamento no saber decirles el nombre de tan admirable músico.

Vino a continuación Tzigane, un Ravel menor que necesita un violinista con técnica de primerísima magnitud y sensibilidad aguda para sacar la música que hay aquí escondida. Renaud Capuçon logró lo primero, pero a mi entender no lo segundo: lo encontré algo desconcentrado y escasamente creativo, y por ende sin la pasión arrolladora que esta obra alcanza en otras manos. Pons acompañó francamente bien, aunque más atento a la energía que al detalle. Ya en la segunda parte vino una obra concertante con más enjundia, el Poema para violín y orquesta de Ernest Chausson. En ella el violinista francés poder exhibir su capacidad para la introversión, la sensualidad y el vuelo lírico. Ideal el sonido carnoso, oscuro y rico en armónicos de su violín.

La Valse para terminar. Fue la de Pons una lectura cálida, por momentos muy sensual, planteada de un solo trazo, certera en el colorido “pastel” que demanda este repertorio y con algunos momentos muy buenos, pero en otras ocasiones de un trazo grueso que no casa bien con la idiosincrasia de Ravel. Hubo incluso alguna evidente caída en el efectismo que empañó el sin duda meritorio trabajo técnico del maestro y la ONE. No me dejó del todo buen sabor de boca. O quizá es que no me logro quitar de la cabeza la interpretación que le escuché en su momento a Maazel con la Orquesta de la Comunidad Valenciana (enlace). En cualquier caso, un concierto muy bello, bien planteado e interpretado de manera más que estimable. Bravo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

El trompetista se llama Adán Delgado.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

¡Gracias por la información!

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