Como a mí esta obra me sigue pareciendo magnífica, me permite recomendarles la filmación destinada al vídeo doméstico -pero elaborada cinematográficamente con escenografías adicionales- realizada en el año 2000 de la producción presentada en 1996 por la directora Gale Edwards en Londres. Se trata, obviamente, de una interpretación “actualizada”, pues en ningún momento el objetivo es -pese a que hay quien aún lo sigue haciendo así- reconstruir la vida de Jesús poniéndole a esta una banda sonora pop. ¿De qué va entonces la cosa? Pues miren ustedes, Pilatos, Caifás y compañía aparecen como muy siniestros cabecillas de un régimen más o menos totalitario, hay duras críticas al sistema capitalista, las masas son presentadas de manera más siniestra que aborregada, se apunta a los medios de comunicación como banalizadores de todo lo que se ponga por delante, y los seguidores de Cristo van haciendo pintadas por la calle que ponen cosas como “Libertad, igualdad y fraternidad” o “Democracia para todos”. ¿Les suena? Recordándoles que la producción original tiene ya unos años, les pongo abajo una fotografía que realicé delante de la mismita Catedral de St. Paul el pasado mes de febrero, significativamente por las fechas en que la policía española apaleaba estudiantes en Valencia acusándoles de ser “el enemigo”.
Todo esto y más lo lleva a escena Gale Edwards con enorme inteligencia teatral, irreprochable integración con lo que se está escuchando, poco interés por la provocación gratuita y un buen instinto para poner de relieve los aspectos más siniestros y demoníacos de la acción. Pero añade además un subtexto que no estaba en el original, pero que enriquece considerablemente la trama. Aquí Judas -que siempre ha sido el verdadero protagonista de la obra, mucho ojo- se muestra muy celoso de la presencia de María Magdalena. Muy, pero que muy celoso, tanto que eso le conduce a la traición más que su decepción por el devenir antes religioso que político de las predicaciones de Jesús. La manera en la que éste rechaza cualquier contacto físico con su discípulo es reveladora, como también lo es la manera en la que Judas, temblando, entrega a su Maestro con un beso en la boca que no llega finalmente a ser tal. Más claro, agua.
Claro que este concepto de la directora australiana no quedaría del todo claro si no fuera por la impresionante actuación de Jérôme Pradon, él mismo gay declarado, que con su “cara de bueno” llena de mil y un matices psicológicos ofrece un Judas de singular atractivo, inteligente e infantil al mismo tiempo, atormentado por todo tipo de dudas, sentimientos y contradicciones. Cantar, lo que se dice cantar, canta además con enorme solvencia, y -al contrario que la mayoría de sus compañeros- lo hace sin incurrir demasiado en “excesos veristas” (también en este repertorio es válida la expresión).
Está muy bien Glenn Carter como Jesús; algo impersonal, pero muy bien, sobre todo en esa maravilla que es “Getsemaní”. La bellísima Renée Castle convence mucho más como actriz -excelente- que como cantante, pues sus dos hermosísimas canciones pasan sin pena ni gloria (imposible aquí olvidar a Yvonne Elliman y a Ángela Carrasco). A Fred Johanson lo encuentro excesivamente violento y crispado como Pilatos. Rik Mayall -al parecer un comediante muy conocido en Reino Unido- hace un Herodes con mucha malicia (¡qué bien estaría en el rol Javier Gurruchaga!). A destacar que en esta producción los últimos personajes citados aparecen retratados de una manera mucho más siniestra que en el original.
Lo menos interesante, a mi modo de ver, es la coreografía de Anthony Van Laast. Sí que son muy atractivos el vestuario -nada setentero- y la iluminación. La filmación es correcta, no limitándose Nick Morris a reflejar lo que se ve en escena, sino aportando además puntos de vista que aclaran las motivaciones de los personajes, centrándose particularmente en Judas. Se recoge muy bien, por otra parte, el carácter siniestro y opresivo de la concepción de Edwards. La dirección musical de Simon Lee, quitando alguna ralentización innecesaria, es notable, aunque la mezcla de voces y orquesta no está siempre conseguida. La calidad de imagen es espléndida, los canales traseros están bien aprovechados y hay subtítulos en castellano. Cuando vi este DVD hace años, siendo ya fan de Jesus Christ Superstar, me gustó mucho. En este segundo visionado me ha llegado a entusiasmar. Por eso se lo recomiendo a ustedes. No todo va a ser Verdi y Wagner, oigan.
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