jueves, 20 de julio de 2023

Segunda sinfonía de Rachmaninov: discografía comparada

ACTUALIZACIÓN - 20.VII.2023

Se añaden las interpretaciones de Nézet-Séguin y Kirill Petrenko.

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Escrita entre 1906 y 1907, la Segunda Sinfonía de Rachmaninov es hoy una de las favoritas del público, pero no tanto entre los presuntos especialistas. Por fortuna, ya no ocurre lo que en tiempos pasados, cuando se amputaban compases alegremente hasta abreviar de manera sustancial su duración. A continuación recojo mis apuntes sobre las grabaciones que he venido escuchado. Entre ellas, solo las tres primeras (Sanderling '56, Ormandy '59 y Svetlanov '73) ofrecen cortes. Las demás presentan la partitura en su integridad. Son sus movimientos: 1. Largo — Allegro moderato; 2. Allegro molto; 3. Adagio; 4. Allegro vivace


1. Sanderling/Filarmónica de Leningrado (DG, 1956). Al frente de una magnífica orquesta, Sanderling ofrece una muy hermosa, sincera, encendida y entusiasta versión de enfoque mucho antes extrovertido que melancólica u otoñal, pero en cualquier caso ajena al efectismo y la vulgaridad. El problema es que la fogosidad de la batuta supone a veces cierta precipitación e incluso falta de claridad, echándose de menos un fraseo más paladeado en determinados pasajes, empezando por la propia introducción. Buen sonido monofónico. (8)


2. Ormandy/Orquesta de Philadelphia (CBS-Sony, 1959). En el que fue probablemente el primer registro estereofónico de la pieza, el ya veterano maestro de origen húngaro dio buena cuenta de su profundo conocimiento de la música del autor –recuérdese que habían colaborado juntos– con una lectura tan viril, fogosa y brillante como la de su colega Sanderling, pero fraseada con mayor concentración –solo se desborda un tanto el último movimiento–, mejor diseccionada y dotada de una adecuada voluptuosidad a la que no es ajena la asombrosa calidad de la orquesta de la que era titular. En cualquier caso, a la interpretación le falta un último punto de magia poética. El solo de clarinete del tercer movimiento no resulta del todo emotivo. La toma sonora sí que está a la altura. (8)

 
3. Svetlanov/Bolshoi (Mobile Fidelity, 1973). Al frente de la orquesta del mítico teatro de la que pocos años antes había sido titular –magnífica la cuerda, menos bien el resto– un Svetlanov ya entrado en la cuarentena pero aún lejos de las particularidades creativas –entre la genialidad y el amaneramiento– de su última etapa, registró una lectura algo desequilibrada, no del todo poética, que resulta muy atractiva por su nervio, electricidad y carácter escarpado, lo que no le impide ofrecernos un adagio admirablemente paladeado y de especial electricidad. Lástima que en el último movimiento haya un tanto de barullo y que la toma sonora, opaca y con escasa gama dinámica, no sea la mejor posible. (8)

4. Ormandy/Philadelphia (RCA, 1973). Haciendo uso por fin de la edición completa de la partitura, el maestro iguala y hasta por momentos supera su lectura catorce años anterior arriba comentada. Ya desde la concentrada introducción se observa como gran virtud de esta nueva interpretación el sonido áspero y rocoso de la orquesta, basado en una sensacional cuerda grave, así como la gran atención de la batuta a la hora de diseccionar la escritura. Magnífico el primer movimiento, con voluptuosidad y decadentismo en su punto justo. Admirable también el segundo pese a que hay portamenti algo excesivos. El tercero no es particularmente lento ni nostálgico, pero sí muy emocionante, alcanzando clímax de gran intensidad. Irreprochable el cuarto, enérgico pero sin excesos. (9)



5. Previn/Sinfónica de Londres (EMI, 1973). En la que fue su segunda grabación de la obra, el joven maestro ofreció una interpretación de lo más ortodoxa que supo conjugar la parte melancólica de la partitura con la más extrovertida, todo en su punto justo, haciendo gala de un gusto exquisito y construyendo muy bien la arquitectura de la obra. Particularmente extraordinario es el Allegro vivace conclusivo, tan lleno de fuerza como ajeno a efectismos o precipitaciones, amén de inmejorablemente paladeado y transparente a más no poder. En los movimientos anteriores, sin duda magníficos, hay quien puede echar de menos un punto extra de emotividad. En cualquier caso, un clásico de indispensable conocimiento. (10)


6. Ormandy/Philadelphia (DVD Euroarts, 1979). La solvencia y elocuencia de la batuta son innegables, como también su conocimiento del estilo, su sinceridad y su loable alejamiento de lo amanerado, pero por desgracia en esta filmación Ormandy se muestra mucho más acertado en los movimientos pares, brillantes, encendidos y muy bien trazados, que en los otros dos, que le quedan un tanto superficiales y rutinarios, necesitando de una mayor dosis de imaginación, personalidad y atención al matiz expresivo. (8)

7. Ashkenazy/Concertgebouw (Decca, 1981). Beneficiada por una soberbia orquesta y una extraordinaria toma sonora, nos encontramos ante una lectura de gran ortodoxia en un planteamiento a medio camino entre el del Previn de los setenta y el de Maazel, es decir, lírica y emotiva sin ser otoñal, pero también con nervio, tensa y escarpada, así como dotada de un toque de rusticidad muy adecuado. Por fortuna la intensidad de la batuta, evidente en todo momento, no le conduce al descontrol ni estropea una estupenda planificación. (9)



8. Maazel/Filarmónica de Berlín (DG, 1982). Dueño de una técnica portentosa que logra trabajar a la orquesta de Karajan con enorme depuración sonora, clarificando texturas y construyendo las tensiones de manera admirable, Maazel ofrece una arriesgada, personal y reveladora interpretación que deja a un lado la vertiente más sensual, melancólica y ensoñada de la partitura para centrarse en sus aspectos más aristados, impetuosos e incluso rebeldes. De esta manera, los dos primeros movimientos suenan con cierta aspereza  y están dicho desde el dramatismo más extrovertido, mas siempre bajo control; por descontado, no hay un solo portamento, y sí una intensidad llena de anhelo. Las mismas características presiden un tercer movimiento mucho menos decadente que lo habitual, pero lleno de apasionamiento y magia poética. El nivel sólo baja un tanto en el último, algo precipitado y sin el suficiente vuelo lírico en determinados pasajes, aunque lleno de brillantez. Espléndida la toma. (9)

 


9. Previn/Royal Philharmonic (Telarc, 1985). La crítica española se dividió un tanto ante esta interpretación absolutamente otoñal, plácida y melancólica. Sin duda rezuma un exquisito gusto y se muestra ajena a la retórica y a la dulzonería, aunque hemos de reconocer que se puede echar de menos una mayor dosis de fuerza, incisividad y variedad expresiva en los dos primeros movimientos. El Adagio es por el contrario sublime, de una lentitud, concentración y vuelo lírico incomparables, aun siempre en una línea más serena que rebelde. El cuarto es espléndido, muy ortodoxo y de gran claridad, dicho sin apresuramientos, si bien podríamos echar de menos mayor electricidad si lo comparamos con lo que el propio Previn había hecho para EMI. (9)


10. Rozhdestvensky/Sinfónica de Londres (Pickwick, 1988). Intensísima y apasionada pero al mismo tiempo perfectamente construida lectura, en una línea áspera, viril y sin la menor concesión no ya a la blandura, sino también a la ensoñación o a la melancolía, aunque no por ello deje de ser poética y comunicativa. Lo menos extraordinario es el segundo movimiento. Admirable la orquesta, cuyas grabaciones con el maestro ruso se revalorizan cada día que pasa. (9)

 


11. Sanderling/Orquesta Philharmonia (Teldec, 1989). Tras una introducción radicalmente opuesta a la de su grabación anterior, es decir, lenta y muy gótica, Sanderling desgrana una interpretación puramente otoñal y melancólica, de extraordinario vuelo lírico y altamente contemplativa, pero intensa y llena de emoción sincera. Lo mejor es el primer movimiento, lentísimo y de sublime belleza, matizado minuciosamente pero sin narcisismos. Los dos siguientes son magníficos, y el Allegro vivace sorprende por su lentitud y alejamiento del júbilo gratuito, estando aun así lleno de tensión y brillantez. Imprescindible. (10)


12. Bychkov/Orquesta de París (Philips, 1990). Resulta interesante el arranque, muy lento, como si la partitura se estuviera desperezando. Por desgracia cuando llega el Allegro moderato la batuta sigue como dormida, tardando bastante en encontrar energía. Sobran además portamenti y molesta el estrépito del final, particularmente un timbalazo de lo más hortera. Bychkov basa la interpretación del segundo movimiento en acelerar las partes dinámicas y ralentizar las introvertidas, acercándolas en exceso a lo ensoñado. El tercero resulta más bien dulzón y carece de progresión dramática hacia los clímax. El cuarto está bien, y estaría mejor con más arrebato y menos excesos de la percusión. La orquesta defrauda: violín de sonido debilucho y clarinete áfono. La claridad tampoco es la deseable. (5)


13. Temirkanov/San Petersburgo (RCA, 1991). El primer movimiento consigue a la perfección la atmósfera brumosa, melancólica y anhelante de la partitura sin caer en la blandura, ofreciendo además un admirable sentido del color, sobre todo para los tonos ocres, pero falla la arquitectura, no siempre tensa, culminando en un final algo bruto. El Allegro molto, llevado con rapidez y energía, se encuentra rubateando con acierto, pero sin mostrar siempre toda la imaginación deseable. Muy cálido, emotivo y ensoñado el Adagio, beneficiado por la bellísima sonoridad de la cuerda, aunque hay algunas frases demasiado tímidas. Espléndido finalmente el Allegro vivace, lleno de fuerza y también de poesía, con flexibilidad en su punto justo, aunque no con toda la claridad posible. (8)


14. Dutoit/Philadelphia (Decca-Newton, 1993). Magnífica interpretación de línea lírica, serena y ensoñada, muy poética, no necesariamente otoñal, pero en cualquier caso sin asomo de blandura. El primer movimiento, lento y muy sensual, poco escarpado, asombrosa por la plasticidad con que está trabajada la orquesta, lo que no le impide llevar buen pulso y evitar lo decadente. Muy ortodoxo el segundo, no particularmente electrizante, sobresaliendo la belleza y sensualidad con que está paladeado el tema lírico. El Adagio no resulta particularmente agónico ni intenso, pero destila belleza por los cuatro costados, progresando con naturalidad y pulso firme, sin necesidad de forzar nada. Allegro vivace de nuevo muy ortodoxo, pero también alejado del escándalo gratuito, procurando poner de relieve los aspectos más líricos sobre los épicos y estando siempre guiado por la emotividad sincera. (9)


15. Gergieg/Orquesta del Kirov (Philips-Newton, 1993). Sigo sin ver qué tiene Gergiev para llegar a donde ha llegado. En este Rachmaninov, descatalogado hace tiempo y ahora recuperado por Newton Classics, el estilo es el correcto y el planteamiento expresivo acierta al no descuidar ni la parte lírica ni la más extrovertida, pero la batuta dirige con brocha gorda y escaso sentido de la cantabilidad. El resultado es una versión poco tensa en el primer movimiento y en conjunto bastante superficial e insincera, adornada además con diversos efectismos para aparentar emoción. La toma sonora no está a la altura de lo deseable en un sello como Philips. (6)


16. Pletnev/Nacional Rusa (DG, 1993). En esta ocasión el otras veces mediocre Pletnev se muestra muy aseado y solvente, ofreciendo una interpretación que sabe aunar elegancia y temperamento sin caer en blanduras ni efectismos, si bien se echa en falta una visión más clara del contenido expresivo, más calidez y una mayor atención al matiz, sobre todo en un Adagio rutinario y precipitado. (7)


17. Jansons/San Petersburgo (EMI, 1993). El maestro letón decide olvidar las brumas y ofrecer una lectura extrovertida, brillante y de buen pulso, pero termina confundiendo semejante planteamiento con dejar a un lado tanto el análisis del entramado orquestal como el aliento lírico de la partitura, pasando de prisa y corriendo sobre sus múltiples bellezas, especialmente en los dos primeros movimientos, que interpreta de manera rutinaria y con tendencia al escándalo gratuito. En el Adagio por fin aparece la emoción, aunque le suene más a Tchaikovsky que a Rachmaninov y, a la postre, no termine de profundizar en él. Mucho mejor el cuarto movimiento, dicho con tanta brillantez como entusiasmo. (7)


18. Svetlanov/Sinfónica Estatal de la Federación Rusa (Canyon, 1995). Relativa decepción para tratarse de un artista que en sus últimos años nos dejó verdaderas joyas interpretativas. La obra está muy bien dicha, y además con evidente entusiasmo, gran claridad y sin precipitaciones, pero la emoción auténtica no surge y demasiadas excentricidades y amaneramientos, aun sin llegar a lo narcisista, se interponen entre el oyente y la partitura. Lo único que termina de convencer es un cuarto movimiento realmente brillante. (7)


19. Previn/Sinfonica de Londres (MP3 Andante, 2002). Este registro estuvo distribuido legalmente a través de la red, con sonido muy mejorable, por la desaparecida página "Andante". Lo incluimos porque se trata de una extraordinaria lectura, aunque curiosamente se encuentra mucho más cercana a la que hizo Previn en los setenta que a la de los ochenta, lo que quiere decir que no es especialmente melancólica al tiempo que alcanza una buena dosis de tensión interna, fuerza dramática y apasionamiento, más incluso que su grabación con la misma orquesta. Elocuencia, idioma y perfección en la arquitectura están garantizadas. Muy apasionado el Adagio, menos sereno y concentrado que el de Telarc, pero quizá más emocionante aún. Sensacional el final de la obra, con un clímax poderoso y dramático como quizá ningún otro. (10)


20. Iván Fischer/Festival de Budapest (Channel Classics, 2003). La batuta coloca todo en su sitio, procura ser transparente, ofrecer elegancia y no caer en excesos, pero los dos primeros movimientos resultan muy rutinarios e insípidos, pasando Fischer por encima de todas las bellezas de la partitura. Incluso hay portamentos excesivos y una sonoridad algo liviana que no encaja con la necesaria rusticidad de este autor. En el Adagio le pone más empeño, pero la flexibilidad de la agógica es más insincera que otra cosa. El cuarto sí está muy bien. (6)

 

21. Pedro Halffter/Sinfónica de Sevilla (RTVE, 2006). El pabellón español queda bien alto con este interpretación extrovertida, emotiva y fogosa, que no descontrolada, un tanto en la línea de la de Maazel pero sin llegar a resultar tan aristada ni electrizante, aunque a cambio se encuentre más atenta a la vertiente poética de la partitura. Sobresale en este sentido un Adagio sublime que alcanza un raro equilibrio entre apasionamiento anhelante, vuelo lírico y ensoñación poética. El cuarto pocas veces se ha escuchado tan jubiloso, si bien con unos tempi algo más reposados se podía haber ganado en claridad. Los pares, dentro de su magnífica ortodoxia, no aportan nada en especial, e incluso el segundo puede resultar algo cuadriculado. La orquesta se encuentra trabajada con notable plasticidad, pero las maderas se quedan algo cortas. La grabación es corta de dinámicas, sufre saturaciones en los tutti y está plagada de clicks. (9)


22. Paavo Jarvi/Sinfónica de Cincinnati (Telarc, 2006). El sobrevalorado maestro estonio se toma demasiado a pecho su deseo de borrar todo rastro de decadentismo, brumosidad y ensoñación de la partitura, hasta el punto de que los los primeros movimientos, pese a estar trazados con empuje y con una sonoridad rocosa que resulta atractiva, resulta precipitados y muy superficiales. Mucho mejor el Adagio, intenso, dramático y bien paladeado, aunque sin atmósfera y a la postre no del todo emotivo. El cuarto posee mucha fuerza, pero de nuevo hay pasajes leídos de manera superficial. En conjunto, una versión que intenta ser renovadora pero que por eso mismo no acierta en el estilo, y a la que además le falta una idea clara detrás. La toma sonora es algo borrosa. (7)


23. Bychkov/Sinfónica de la WDR de Colonia (DVD Arthaus, 2007). Todo está en su sitio, el idioma es el correcto, la batuta se muestra entusiasta y la orquesta un muy digno nivel, aun no siendo gran cosa el oboe. El problema es que, como ya ocurriera en la grabación del maestro para Philips, a la que en cualquier caso mejora, tras una espléndida introducción no se acaba de alcanzar el vuelo poético deseado, y se cae puntualmente en portamentos discutibles y algunas otras blanduras. Además la dirección es algo gruesa, sobre todo en una verbenera coda. (7)


24. Ashkenazy/Sinfónica de Sidney (Exton, 2007). Interpretación rápida, directa, sincera, realizada de un solo trazo, ajena a amaneramientos y de una comunicatividad admirable. El primer movimiento comienza un punto adusto, ajeno a brumas, pero luego termina convenciendo por su fuerza interior. Maravilloso un Adagio extrovertido, magníficamente trazado en sus tensiones y emocionante a más no poder. Los movimientos pares están llenos de entusiasmo. Por desgracia la batuta, muy atenta a clarificar todas las líneas, no logra paliar las evidentes insuficiencias de la orquesta, y de ahí que la grabación del maestro con la Concertgebouw siga siendo preferible. (9)


25. Pappano/Orquesta de la Academia Nacional de Santa Cecilia (EMI, 2009). Como también se ha visto en su grabación de los conciertos para piano, el maestro no termina de sintonizar con Rachmaninov. Por ejemplo, el primer movimiento está muy bien tensado pese a su lentitud, y se encuentra muy atento a las sonoridades graves, pero resulta en exceso pulido, amén de algo más delicado de la cuenta en las secciones líricas. Con todo, hay en él algún interesante descubrimiento en la orquestación. No le queda mal el segundo, a pesar de sus abundantes portamenti y de unas transiciones algo caprichosas. El problema llega con el Adagio, excesivamente delicado, frágil y hasta blando, careciendo de verdadera intensidad. Magnífico, eso sí, un Allegro vivace tan impetuoso como brillante. La toma sonora no es gran cosa. (7)

26. Sokhiev/Filarmónica de Berlin (Berliner Philharmoniker Digital Concert Hall, 2010). ¿Qué habrán visto en el joven Sokhiev? El sonido de esta orquesta es ideal para la obra, pero el vuelo poético no despega en ningún momento y la sensación de rutina se impone. Falta estilo, falta implicación emocional, falta efusividad, falta esa particular morbidez en el fraseo. Solo es admirable el cuarto movimiento, brillante y poderoso, dicho con entusiasmo. Por otra parte, hay que celebrar la claridad general y reprochar algún portamento fuera de tiesto a estas alturas. (7)


27. Rattle/Filarmónica de Berlín (DVD Euroarts, 2011). Como ya escribí cuando comenté este concierto ofrecido en el Teatro Real de Madrid, "Rattle lo ha hecho bastante mejor que Tugan Sokhiev con esta misma formación. Personalmente solo reprocharía la tendencia de la batuta a endulzar aún más lo que ya de por sí es dulce, amanerando alguna frase aislada o acentuando –segundo movimiento– e incluso añadiendo –cuarto– algunos portamenti. Por lo demás, una interpretación 'romántica' en el buen sentido, magníficamente trazada, intensa y comunicativa, muy bien paladeada en el sublime Adagio y sabiendo ser brillante sin caer en el efectismo en el Allegro vivace conclusivo". (9) 

 

28. Nézet-Seguin/Orquesta de Philadelphia (DG, 2018). El maestro canadiense realiza la apuesta más fuerte y arriesgada: la de la dulzura, la ensoñación y el decadentismo. Elemento  imprescindibles en la música del autor, pero que con solo un punto de más pueden echar por tierra los resultados. Yannick se arriesga, decía. Y acierta, porque no llega –se queda muy cerca– a lo blando ni a lo empalagoso, al tiempo que trata a la orquesta con una plasticidad verdaderamente asombrosa y un dominio de la agógica –de flexibilidad extrema– propio de los más grandes maestros. Hay belleza, mucha belleza en su lectura, pero también sinceridad expresiva, de manera particular en un inspiradísimo tercer movimiento, y aunque personalmente prefiero enfoques con un poco más de rusticidad y menos portamentos, he escuchado con muchísima emoción su propuesta, que pasa a convertirse en una de mis favoritas. La toma es increíble, sobre todo si la audición se realiza en Dolby Atmos. (9)


29. Kirill Petrenko/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2021). El maestro ruso ofrece una soberbia demostración de técnica de batuta no ya a la hora del empaste, la afinación y el equilibrio de planos, sino a la de planificar reguladores, controlar tensiones, desplegar colores y ofrecer toda suerte de matices, todos ellos increíblemente bien llevados a la práctica. Pero también incurre en ese gusto por las sonoridades en exceso ingrávidas, a esa tendencia a lo blando y a lo desmayado, a ese preciosismo insincero y falto de carácter, que en cierto modo le emparenta con el peor Abbado, esto es, precisamente el de su titularidad berlinesa. En cualquier caso, la sangre no llega al río como sí lo hace en otras recreaciones del actual titular, la musicalidad de los solistas queda fuera de toda duda y el cuarto movimiento –mucho más logrados que los restantes– es a todas luces magnifico. (8)

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