En todas partes son habituales cancelaciones y cambios repentinos en el elenco, pero el Palau de Les Arts se lleva la palma: dudo que se haya visto en el mundo lírico algo semejante a los del teatro valenciano en los pocos años que lleva de funcionamiento. Lo de la Manon de ayer sábado 18 fue la reoca. En vez de Lorin Maazel -que anuló su compromiso con la obra de Massenet por presunta recomendación médica- estuvo en el foso Jordi Bernàcer (Alcoy, 1976), previsto inicialmente solo para dos funciones. Y en lugar de Vittorio Grigolo, que ha sufrido una repentina indisposición que suponemos provocada por la lectura de la crónica del estreno realizada por Atticus (enlace), tuvimos al francés Jean François Borras, quien había aterrizado en Valencia pocas horas antes de la función para salvar in extremis los papeles al Palau. Qué quieren que les diga, uno se siente estafado, sobre todo cuando se ha invertido bastante tiempo y dinero para acudir a la función.
Una función que, digámoslo ya, recibió una muy calurosa acogida por parte del público, pero que a mí me resultó soporífera. Un poco por todo, pero creo que el principal responsable fue el señor de la batuta. Su gestualidad, muy hermosa y detallista, denotaban a un director responsable y con ganas de hacer bien las cosas, pero los resultados dejaron mucho que desear en una lectura que fue -o a mí me pareció- muy plana y cuadriculada, poco emotiva, carente de refinamiento y, sobre todo, muy decibélica, cuando no abiertamente ruidosa. La orquesta no sonó ni muchísimo menos de la manera en que suele hacerlo: estuve sentado en la misma localidad que en la Aida de Maazel y la diferencia fue abismal. Los solistas anduvieron a su aire; el chelo, bastante más dulzón de la cuenta en el preludio del primer acto. Tampoco el coro alcanzó el refinamiento de otras ocasiones.
Muy irregular me pareció Ailyn Pérez. Su voz no me agrada en lo tímbrico y no resulta homogénea. Su técnica no es del todo sólida, con problemas en las agilidades y naufragando en unos sobreagudos muy estridentes. Pero la soprano estadounidense frasea con gusto y tiene detalles de gran clase, siendo capaz de ofrecer algunos muy hermosos reguladores e incluso instantes de notable belleza, particularmente su "Adieu notre petite table". Pero la gavotta pasó sin pena ni gloria y en el acto cuarto no se la oyó. De evolución del personaje, ni hablemos. Escénicamente se desenvuelve con soltura y posee un físico muy adecuado: sus piernas fueron casi tan espectaculares como las que lucía la Netrebko en esta misma producción escénica.
Jean François Borras logró salvar la función, e incluso tal vez mejoró los resultados de Grigolo. No me gustó su técnica -tiene la voz atrás-, pero sí que me convenció su estilo, sencillamente perfecto para Massenet, sabiendo aunar sensualidad, elegancia y morbidez en el fraseo sin caer en un excesivo belcantismo ni en tics veristas. No hubo el menor exceso ni salida de tono alguna. Claro que de ahí a hacer un buen Des Grieux hay un trecho: este señor sin duda puede recorrerlo, pero tiene que hacer un esfuerzo. En escena anduvo muy rígido y despistado, aunque no es culpa suya sino de la imposibilidad de ensayar.
Preocupante el Lescaut de Artur Rucinski, porque con semejante tosquedad no sé cómo podrá el barítono polaco enfrentarse a Eugenio Oneguin en el mismo teatro valenciano el próximo enero, por mucho que venga de cantar el papel con Barenboim. Me gustó el Conde de Raymon Aceto, y no tanto el Brétigny de Andrea Porta. Cumplidor el incombustible Emilio Sánchez como Guillot (este hombre no defrauda nunca) y dignas las tres cocottes.
La puesta en escena no me ha entusiasmado tanto como cuando la vi en el DVD correspondiente, el de Barenboim dirigiendo a Netrenko y Villazón (enlace). Plásticamente deja que desear (exceso de cartón-piedra, discreta iluminación) y hay más convenciones de la cuenta en el movimiento de masas, circunstancia que tal vez haya que achacar al director de la reposición, Mark Streshinsky. En cualquier caso la propuesta original de Vicent Parterson realizada para Los Ángeles y Berlín (o sea, por encargo de Domingo y Barenboim al alimón) sigue funcionando bien, tanto en el concepto -la chica que ve su vida como una filmación cinematográfica- como en la definición de personajes y situaciones, muy respetuosa con el original pese al cambio de ubicación temporal. Provocaciones, ni una.
Los aplausos de un público que casi llenaba la gran sala del Palau -solo había algún hueco en el patio de butacas- fueron intensos, especialmente para la pareja protagonista y para la batuta. Yo me aburrí muchísimo, ya les digo. Qué le voy a hacer. A ver si hoy mejora la cosa con Aida, aunque el que Marcelo Álvarez haya cancelado su Radamés (debería estar haciendo el Des Grieux y dejarse de tonterías) ya le hace a uno acudir con cierto cabreo. Pero claro, hablamos de Les Arts, y ya se sabe que en él los cambios en el elenco son un rasgo de identidad propio.
Un cajón de sastre para cosas sobre música "clásica". Discos, conciertos, audiciones comparadas, filias y fobias, maledicencias varias... Todo ello con centro en Jerez de la Frontera, aunque viajando todo lo posible. En definitiva, un blog sin ningún interés.
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6 comentarios:
¿Qué haría Ud. si por la mañana el tenor escalado para cantar le dice que está enfermo, que está afónico, que está con una gripe de caballo?
Pues busca en cualquier parte del universo a un tenor dispuesto (y que se conozca el papel) a venir a sustituir el dicho tenor enfermo o cancela la función. Así de fácil.
Siempre me provoca risa los que hacen elucubraciones respecto a las sustituciones. El Palau de les Arts no tiene absolutamente nada que ver con las sustituciones de última hora. Esto es el pan de cada día de todos los teatros líricos del mundo. A unos les pasa menos, a otros más. No entiendo por que se empeñan algunos en buscarle tres pies al gato.
Yo no elucubro sobre la sustitución: el responsable directo es Grigolo, y punto. Además parece que el cambio ha sido a mejor.
Ahora bien, lo cierto es que en Les Arts se mueven los elencos muchísimo más que en cualquier otro teatro. ¿Cuestión tan solo de mala suerte? Pienso que no, que alguna responsabilidad deben de tener los gestores. Quizá haya que tener mayor cuidado a la hora de contratar, fijándose bien en quiénes, bien por su inadecuación al papel para que se le está contratando, bien por los vaivenes de su trayectoria, bien por su tendencia a "pegar la espantá", puede dejar al teatro tirado en el momento más inoportuno.
En cualquier caso, gracias por su comentario.
Las cancelaciones son el pan nuestro, pero hay situaciones que parecen un pitorreo. Diciembre de 2007, Les Arts, un Don Carlo anunciado con Marcello Giordani, Carlos Álvarez y Nadia Krasteva, en el que al final cantan Yonghoon Lee, Ventseslav Anastassov y Anna Smirnova, pues que quiere que le diga, con todo respeto por los sustitutos, no es lo mismo. Yo puedo entender una cancelación; tres en tres roles esenciales, me frustra por no decir otra cosa.
Y lo mismo con la Manon de 2010. No es lo mismo Maazel y Grigolo que los señores que finalmente aparecen en foso y escena. No es cosa de echarle la culpa al Palau si no la tiene, pero creo que la situación sí debe denunciarse con un cierto vigor. Sobre todo porque existen otros sustitutos, no sé si de la misma categoría artística que los convocados, pero sí, al menos a priori, de mayor prestigio. Ejemplo, en la Manon berlinesa que se cita en esta entrada, el director anunciado era De Billy; el que bajó finalmente al foso, fue Barenboim; como que no me importó.
Je, esto me trae a la mente lo que le ocurrió a un amigo mío durante su luna de miel en Berlín. Fueron a un Tristán en la Unter den Linden y habían cancelado la Isolda y el Marke: los sustitutos eran Waltraud Meier y Matti Salminen.
Siento contradecir a illicopresto, pero en todos los teatros del mundo esto no ocurre.
En todas partes hay cancelaciones de última hora debidas a imprevistos, pero esas ausencias y sus sustituciones se gestionan mucho mejor que en Les Arts. Hay teatros, por ejemplo, en los que, si uno de los protagonistas cancela, te envían un correo dándote toda la información sobre las causas.
Aquí se limitan a cambiar el programa de la temporada o a anunciarlo por la megafonía y a otra cosa, mariposa.
Además, eso que ocurre aquí de modificar los repartos anunciados con meses de antelación al estreno, una vez sacadas las entradas a la venta, es inconcebible en cualquier teatro serio. Eso huele a estafa. A que se venden al público las entradas anunciando repartos que ni ellos saben si podrán tener al final.
Y eso está pasando desde el principio, y pasan los años y sigue pasando. Eso no es fallo de principiante es mala gestión.
Y no son elucubraciones, sino hechos.
Yo acabo de llegar ahora del ROH londinense y la diferencia en la atención y la información al público es abismal, la misma que de un teatro de primera a uno de tercera división (aunque lo tuneen para que parezca un Ferrari)
O sea, que a Atticus lo que le molesta es que no le envíen un correo avisándole que fulano o fulana ha sido sustituido/a.
Yo no hablada del trato de Les Arts, apenas decía que los cambios de repartos siempre habrán, en Les Arts, en Garnier, en el Met o en Campoamor. Cuando dices "estafa", lo que se entiende es que en Les Arts, utilizan los nombres de cantantes para vender entradas y una vez vendidas cambian a los solistas? Por favor, hay que ser muy retorcido para pensar de esta manera. Como si hiciera falta tal artimaña para vender entradas en Les Arts. A mi, con tal de anunciármelo por megafonía, como lo hacen en el Met, la Deutsche Oper, la Bastille, el festival de Salzburgo, la Scala o el Châtelet (teatros en que los he sufrido sustituciones, ya me parece bien.
Las dos veces que Giordani estaba previsto en Valencia, ha caído por enfermedad. Carlos Álvarez todos sabemos su estado de salud que ya por aquel entonces era grave. Anna Smirnova no sustituyó a
Nadia Krasteva que sí cantó en algunas funciones. Estos puntos también son hechos.
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