martes, 30 de noviembre de 2010

La noche transfigurada, de Schönberg: una introducción

En 1899 el autor de Pierrot Lunaire contaba veinticinco años. Como compositor todavía no había realizado una labor intensa, dedicando buena parte del tiempo a arreglar operetas en su Viena natal para ganarse la vida. Le quedaban aún unos cuantos años para adentrarse en el mundo expresionista de la atonalidad, y más de dos décadas para inventar ese lenguaje revolucionario, el dodecafonismo, que basándose en el sistema de doce notas iguales en importancia entre sí, sin centro tonal alguno, sigue retando hoy día a la receptividad de muchos melómanos. Su única partitura de cámara hasta la fecha, un pese a todo atractivo cuarteto para cuerdas, resultaba un tanto convencional.

Pero el talentoso joven era ya un gran conocedor de la música del pasado, especialmente de las dos grandes corrientes -presuntamente contrapuestas- de la música alemana: el “clasicismo” de Brahms, con su lúcida arquitectura y sentido del equilibrio, y el “romanticismo” apasionado de un Wagner y de un Liszt dispuestos a supeditar la forma a los intereses dramáticos. Se encontraba además muy atento a las novedades que se estaban produciendo en el campo musical, especialmente al joven Richard Strauss y a sus poemas sinfónicos (acababa de componer Till, Don Quijote, Zaratustra y Vida de Héroe) y a las primeras obras camerísticas y sinfónicas de Alexander von Zemlinsky, a quien este autodidacta consideraría su único maestro.

Pues bien, ese año de 1899 Schönberg tuvo la oportunidad de pasar unas vacaciones en Payerbach -al sur de Viena- junto con el compositor de Una tragedia florentina y la hermana de éste, Mathilde von Zemlinsky, a la que había conocido poco antes. El romance fue inevitable. Encendido por las apasionadas y esperanzadoras circunstancias (terminarían casándose dos años más tarde), en sólo tres semanas escribe la que va a considerar como su primera creación realmente conseguida, La noche transfigurada, para sexteto integrado por dos violines, dos violas y dos violonchelos. En ella no sólo es el primero en aplicar los principios de la por entonces muy pujante música programática -recordemos los poemas sinfónicos de Strauss- a la música de cámara, sino que además va a conseguir fusionar la fórmula de la “variación continua” de la escuela brahmsiana con el intenso cromatismo armónico de Wagner.

El punto de partida fue un poema homónimo del alemán Richard Dehmel (1863-1920) incluido en 1896 dentro de su volumen Weib und Welt, esto es, Mujer y Mundo, tan escandaloso para la (doble) moral burguesa de la época como lo estaban siendo, por ejemplo, las investigaciones de Sigmund Freud o la pintura de Gustav Klimt: pocos años después de que poeta y compositor presentaran sus obras, el célebre pintor hace correr ríos de tinta por el desnudo de una mujer embarazada en sus diseños para el Aula Magna de la Universidad de Viena.

Precisamente una mujer que espera un hijo es el eje central de La noche transfigurada. Dos seres humanos caminan bajo la luna. Ella confiesa, atormentada, que lleva en su seno la semilla de un desconocido. El hombre no carga culpa sobre su amada y acepta el niño como suyo propio. Sus alientos se besan en el aire y ambos reanudan el camino hacia un futuro esperanzado.

Sobre este poema de tintes autobiográficos -Dehmel mantuvo un apasionado romance con una mujer embarazada de su marido-, Schönberg desarrolla un solo movimiento articulado en cinco partes que se corresponden con cada una de las estrofas del poema. La utilización de determinados elementos motívicos y diferentes asociaciones instrumentales -violines con la mujer, violonchelos con la voz de su amado- otorga a la partitura una cierta carga descriptiva que el propio compositor no negó cuando escribió unas notas al programa para la versión orquestal de 1943 (ya había realizado una en 1917, menos equilibrada en la plantilla instrumental), que es la que habitualmente escuchamos en discos y salas de concierto.

La première camerística tuvo lugar en la Musikverein de Viena el 18 de marzo de 1902 a cargo del Cuarteto Rosé, aumentado para la ocasión con músicos de la Filarmónica. La cosa no fue bien y el hermano del compositor tuvo que terminar echando de la sala a unos cuantos energúmenos. Se ha dicho que su origen judío pudo tener mucho que ver con los abucheos, como asimismo la sordidez de la temática para los paladares burgueses, pero seguramente también debió de tener su peso la inestabilidad armónica a la que, aun tratándose de una pieza tonal, recurrió el compositor intentando ensanchar, sin llegar a fracturarlos, los límites de la forma.

Esta circunstancia genera una tensión que recorre la obra de principio a fin. Tensión entre el Romanticismo tardío y lo que más adelante será el Expresionismo, con una música siempre a punto de desbordarse pero que logra mantenerse en una especie de “desequilibrio equilibrado”. Tensión también entre lo narrativo y lo abstracto, lo que equivale a decir entre los citados Wagner y Brahms. Tensión asimismo entre el desgarro interior de la mujer y la amorosa comprensión del hombre, entre quien mira al pasado y quien pone sus esperanzas en el futuro; en lo amoroso, claro, pero también quizá en lo musical. Todas estas tensiones se resuelven finalmente en la quinta y última sección de la pieza, una luminosa transfiguración en la que, habiendo pasado de modo menor a modo mayor, Schönberg recoge motivos de las secciones anteriores y los funde a manera de larga y emotiva coda, cerrando un camino que va desde el sufrimiento hasta la esperanza.

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Estas notas, que he modificado ahora muy ligeramente, las escribí para el concierto que la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria ofreció bajo la dirección de Günther Herbig el 7 de junio de 2008.

7 comentarios:

Alejandro Lagarda dijo...

Esa pieza me apareció en el examen de "Historia de la música desde 1900". Curioso el siglo XX, todavía es un repertorio que me cuesta; aunque también es cierto que mis descubrimientos musicales siguen un cierto orden lógico y cronológico.

A todo esto ¿algún libro o guía o lo que sea que me ayude a indagar en el siglo XX musical?

Ya que estoy en Londres, aunque ya por poco tiempo ¿Tiendas de discos recomendables?

Gracias!

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Bueno, sabes que hay un libro sobre la música del siglo XX que se ha convertido en superventas, el de Alex Ross. Está en todas las tiendas. No lo conozco, pero personas muy fiables me han hablado mal de él, sobre todo por su ombliguismo norteamericano. Otra cosa es que, según me han dicho, tenga su gracia desde el punto de vista de cierta militancia. Ya se sabe: todos los grandes compositores del siglo XX (norteamericanos, of course) entienden, y no solo de música.

Para acercarse a la música del siglo XX lo mejor es dejarse llevar y soltar cualquier prejuicio. Seguro que la pintura de los -ismos sí te gusta mucho. Bueno, pues esto es igual, solo que en música. Y a partir de ahí, estilos hacia adelante. Ánimo.

Londres es el paraíso del discófilo. La estrella es el HMV de Oxford Street, que tiene un sótano enorme con montones de discos clásicos. Se puede encontrar de todo a precios de Corte Inglés, o un poco más caros, pero con estupendas ofertas.

Mi preferida, en cualquier caso, es una tienda muy cutre que está justo al salir del metro de Notting Hill. En realidad son varias tiendas, una al lado de la otra. Todas venden exclusivamente de segunda mano a unos precios que oscilan entre lo barato y lo ridículo (incluso 1 o 2 libras por CD). Una de ellas está dedicada exclusivamente a la clásica. Tiene un montón de estanterías ordenadas alfabéticamente donde se pueden encontrar montones de discos descatalogados, más otras estanterías aparte donde solo hay ofertas, generalmente por debajo de las 3 o 4 libras. Ideal para hacerse con una discoteca básica por muy poco dinero. Si tienes cualquier duda no dudes en preguntarme, por si te puedo ayudar (mi e-mail particular es el mismo de la dirección del blog, con gmail o hotmail indistintamente). Un saludo y buena caza.

vicentet dijo...

Te recomiendo Harold Moore records en Poland St, esquina oxford St, y Glamex, en Lower Marsh ,son tiendas fantasticas y con discos que se salen de lo trillado. Tambien te recomiendo que te des una vuelta por las tiendas de Intermom oxfam que tienen mucha variedad de discos de clasica.
suerte

Alejandro Lagarda dijo...

Gracias por las recomendaciones. Lo de Nothing Hill no lo conozco, pero el HMV es de mis favoritos

Sobre la Bartoli (siguiendo con lo de mi blog y los temas cruzados) poco a poco voy perdiendo el entusiasmo. La he visto en directo y me sigue encantando, pero para mi es algo así como "no es oro todo lo que reluce". La técnica y la habilidad impresionantes, pero hay muchas otras que calan más y hacen más gala al repertorio que ella recrea sin necesidad de soltar la "metralleta".

Pero al césar lo que es del césar, y a ella le debo gran parte de mi afición y el descubrimiento de muchos compositores.

Gracias de nuevo

Eugenio Murcia dijo...

Yo estuve en Dublín hace unos meses, y entré en una tienda HMV, y la verdad es que me decepcionó bastante. En Alicante se encuentran cosas mejores. Sólo compre la 4ª de Bruckner por Klemperer (y el "Idilio de Sigfrido"), un disco EMI, de la colección Great recordings of the century. Me costó 9 euros. "La noche transfigurada" es una de mis obras favoritas, enhorabuena por el artículo. ¿Qué te parece la versión de Barenboim con la English Chamber? ¿Te gusta más que la de Karajan?. El libro de Ross me gustó, al menos sabe algo de música, no como Eugenio Trías, que utiliza la música para hablar de lo que a él le interesa, la filosofía. No entiendo que se elogiara tanto su libro.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Eugenio, no conozco la versión de Noche.. por Barenboim y la English Chamber. Sí la del argentino con la Sinfónica de Chicago (Teldec), y me parece una maravilla. Tampoco conozco la de Karajan, al menos la oficial; su registro en el sello Testament de un concierto en Londres sí que lo he escuchado, y me gusta mucho.

A Eugenio Trías le escuché una vez en Sevilla hablando de la película Vértigo y de la música de Herrmann, pero luego me compré su libro "Vértigo y pasión" y me decepcionó. Un saludo.

Eugenio Murcia dijo...

La versión de la "Noche" por Barenboim-English Chamber viene en un disco doble de EMI, acompañada de un "Pelleas" por Barbirolli de quitar el hipo y por la orquestación del cuarteto con piano de Brahms dirigida por Rattle. Se trata de un monográfico Schönberg. Me costó menos de 10 euros, en la FNAC de Alicante. Por cierto, he leído el Ritmo de diciembre y eres un poco duro con Khachaturian. Aunque sólo hubiera compuesto el vals de Mascarada ya merece ser considerado un buen compositor. Aunque reconozco que es un "placer culpable" y que hizo mucha música al servicio del padrecito Stalin (y aún así casi lo mandan a Siberia). Un saludo. Ah, la versión de Karajan a la que me refería es la de DG. Karajan se jactaba de que nunca un disco dedicado a la Escuela de Viena se había vendido tanto.

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