jueves, 4 de noviembre de 2010

Impresionante Vuelta de tuerca por Harding y Bondy

No tenía previsto hablar de este DVD, porque no tiene uno tiempo de escribir de todo lo que escucha, pero me ha entusiasmado tanto este segundo visionado (lo vi por primera vez hace años) que no tengo más remedio que dejar algunas impresiones y una recomendación: no se pierdan esta Vuelta de tuerca filmada en el Festival de Aix-en Provence en el verano de 2002 con excelente calidad de imagen y con un sonido que, si bien algo reverberante en lo que a las voces se refiere, recoge con enorme naturalidad a los instrumentos y capta a la perfección la acústica del recinto gracias a un surround muy bien realizado.

Lo más asombroso de esta interpretación es la batuta de Daniel Harding, un director que en otros repertorios me parece detestable pero que aquí realiza una labor excepcional. Al frente de un soberbio grupo de instrumentistas de la Mahler Chamber Orchestra que intervienen siempre con agudísima intención, el joven maestro británico ofrece una dirección muy rica en timbres y texturas y de asombrosa variedad expresiva en la que se descubren constantemente detalles nuevos (incluida alguna acertada onomatopeya) y la teatralidad está siempre garantizada, dentro de un concepto que, sin rehuir de los aspectos atmosféricos, digamos “impresionistas” de la partitura, incide en la vertiente más tensa, visceral e inquietante de la obra. No tengo ahora mismo un recuerdo claro de la celebrada interpretación de Sir Colin Davis, pero dudo mucho que exista una sola aún más tensa, sugerente y reveladora que ésta. Por ello da igual que, con excepción de la admirable institutriz de Mireille Delunsch (mejor aún en lo escénico que en lo vocal), los cantantes se muevan en la franja de la estimable dignidad: esta versión musical de The turn of the Screw resulta globalmente admirable.

La producción escénica no es menos fascinante. Lo es visualmente gracias a la escenografía geométrica y abstracta de Richard Peduzzi, soberbiamente iluminada, que sin necesidad de apostar por la imaginería gótica (el vestuario es de época, no obstante) crea una ambientación claustrofóbica en la que el laberinto físico en el que se mueve la institutriz no es sino metáfora del de su propia mente. El gran Luc Bondy realiza por su parte una labor extraordinaria, dirigiendo a los actores con mucha atención, prestando muchísima atención a la partitura (la integración entre música y escena es total) y apostando claramente, pero sin caer en la grosería de lo explícito, por la ambigüedad presente tanto en Henry James como en de Britten: sin negar la existencia de los fantasmas –la protagonista no está en escena en varias ocasiones en las que estos aparecen-, se apunta en varias ocasiones que estos pueden ser una metáfora de la inminente maduración sexual de los dos pequeños, y al mismo tiempo se hace evidente tanto la progresiva enajenación mental de la institutriz como -en la acongojante escena final, dirigida del modo revelador que ustedes pueden ver en el vídeo adjunto- la atracción que siente por Miles. Impresionante.

1 comentario:

Alfonso Lanzarot Zúñiga dijo...
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