lunes, 27 de abril de 2020

Sinfonía de Korngold: discografía comparada

Actualización 27. IV. 2020.

Esta entrada se publicó inicialmente el 15 de abril de 2010. Añado ahora un par de grabaciones más: Marc Albrecht y John Wilson.
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En 1947 Erich Wolfgang Korngold decide despedirse de la música de cine, mundo en el que nunca se había sentido del todo cómodo, para dedicarse por completo a la creación para conciertos. Fruto de este empeño es su única Sinfonía, cuya partitura completa –lleno de ilusiones– en 1952. Escrita en Fa sostenido mayor y estructurada en cuatro movimientos, el contexto artístico en que vio la luz –unos le acusaron de retrógrado, otros de en exceso avanzado– y su algo irregular inspiración –a pesar de la belleza de temas recuperados de varias de sus películas– condenaron la obra al menosprecio.

El estreno, realizado de manera al parecer muy deficiente por la Sinfónica de Viena bajo la dirección de Harold Byrns el 17 de octubre de 1954, quedó relegado a las ondas radiofónicas, y no fue hasta 1972, gracias el empeño del gran Rudolf Kempe, cuando la obra se interpretó frente al público. Desde entonces la partitura se ha ido incorporando paulatinamente al repertorio, pero aun hoy son escasas las grabaciones comerciales de la misma. La mayor parte de estas se recogen en la siguiente comparativa.


1. Rudolf Kempe/Filarmónica de Múnich (Varèse Sarabande, 1972). Al mismo tiempo que presentaba por primera vez la partitura en una sala de conciertos, el maestro alemán registraba esta lectura tensa, dramática y por momentos escarpada, siempre sincera y emocionante, como también muy ajena al decadentismo y la sensualidad vienesas, lo que no quiere decir que no consiga momentos de gran atmósfera y sentido del misterio. Siendo soberbios los dos primeros movimientos, el adagio podría aún ser más sensual y efusivo, e incluso alcanzar mayor vuelo lírico, aunque en contrapartida posee un carácter anhelante y dramático muy atractivo. En el final, por fortuna, Kempe no carga las tintas de lo lúdico ni apuesta por la opulencia. La toma sonora presenta una dinámica algo estrecha. (10)


2. Werner Andreas Albert/Northwestdeutsche Philharmonie (CPO, 1988). Una visión lírica, sensual y, sobre todo, misteriosa, que no termina de convencer por la relativa falta de tensión interna y de fuerza dramática, así como por cierta tendencia de la batuta a suavizar aristas y a ofrecer frases algo más dulces de la cuenta. En cualquier caso hay que reconocer aciertos como el sabor particularmente siniestro del final del primer movimiento, o el carácter inquietante del trío del scherzo. Dignísima la orquesta. (8)



3. Edward Downes/BBC Philharmonic (Chandos, 1992). El desaparecido director británico ofreció la interpretación hollywoodiense por excelencia, muy brillante y espectacular, muy bien trazada y sonada, pero un tanto superficial, carente tanto de sentido trágico como de atmósfera. Tampoco ofrece todo ese el lirismo digamos “anhelante” que la partitura alberga. Recreación más vistosa y seductora que profunda, pues. (7)



4. Franz Welser-Möst/Philadelphia Orchestra (EMI, 1995). Haber pasado a serie barata le ha dado una gran difusión a esta lectura extrovertida, vistosa, muy “cinematográfica”, dicha con energía pero también con la brocha gorda, el escaso vuelo lírico, la superficialidad y la escasa sinceridad que son habituales en el sobrevalorado director austríaco. Muy revelador en este sentido el ataque de vulgaridad en el clímax del tercer movimiento. La orquesta, por descontado, es fabulosa. (6)



5. André Previn/Sinfónica de Londres (DG, 1996). Como era de esperar tratándose del gran apóstol de la música de Korngold en la actualidad, André Previn ofrece una recreación llena de fuerza interna, claridad y colorido, logrando equilibrar en su punto justo la imprescindible dosis de brillantez y extroversión “cinematográficas” con la introversión, el vuelo lírico y ese decadentismo “vienés” que le dan a esta obra su mayor atractivo. La orquesta está aprovechadísima, tocando con un virtuosismo y una limpieza asombrosas. El tercer movimiento no es tan acongojante como el que años más tarde grabará Pedro Halffter, eso es cierto, y sus melodías no vuelan tanto, pero a cambio posee más rebeldía y fuerza dramática. Por si fuera poco, la grabación es soberbia. (10)



6. Pedro Halffter/Filarmónica de Gran Canaria (Warner, 2007). Siendo la del director madrileño una lectura ortodoxa, idiomática y con la suficiente brillantez, lo que la hace sobresalir de las demás es su carácter atmosférico, marcadamente gótico, lo que se traduce en un Adagio sobrecogedor, muy lento y muy bien paladeado, que ofrece un gran sentido de lo amoroso y de la efusividad al tiempo que nos hace respirar un irresistible aire trágico, por momentos acongojante. Los movimientos extremos están dichos con sinceridad, sin la menor retórica, pero se echa de menos algo más de nervio y garra dramática. En el segundo sorprende la tremenda lentitud del trío, especialmente denso y atmosférico. Meritoria labor de la orquesta. En conjunto, una irregular pero muy importante versión. (9)



7. Marc Albrecht/Filarmónica de Estrasburgo (Pentatone, 2010). El talentoso maestro alemán ofrece una interpretación llena de vida, de animación y de sentido teatral, por momentos altamente descriptiva, aunque no del todo sensual oniatmosférica. Digamos que gana en inmediatez y comunicatividad lo que pierde en vuelo poético. En cualquier caso se encuentra muy bien paladeada –los tempi no son rápidos ni hay rastro de nerviosismo–, la planificación de las tensiones es irreprochable y la orquesta está francamente bien trabajada: lejos de la vulgaridad de un Welser-Möst o de la superficialidad de un Downes, por tanto. La toma es especialmente buena, sobre todo si se la escucha en SACD multicanal: los altavoces traseros recogen una apreciable y conveniente reverberación. (9)


8. Wilson/Sinfonia of London (Chandos, 2019). John Wilson ha realizado una soberbia labor recuperando el sonido de los musicales de Hollywood de los años cuarenta y cincuenta, pero como director de repertorio “de concierto” parece dejar bastante que desear, a tenor de esta interpretación no muy intensa, ni paladeada, ni comprometida, que pasa de largo ante las bellezas de la partitura y que, comprensiblemente, mira en exceso hacia el mundo del cinematógrafo aligerando y frivolizando la página, cuyo gran clímax dramático del tercer movimiento –como le ocurría a Welser-Möst– suena hinchado para luego pasar a un Finale en exceso lúdico. Tampoco la toma, realizada en alta definición a bajo volumen, es todo lo buena que debería. (7)


La cosa está clara: la interpretación más recomendable en su conjunto, atendiendo tanto a la calidad interpretativa como al sonido, es la de André Previn. La de Kempe hará disfrutar muchísimo quien logre encontrar (¡cuidado con los abusos en internet!) un ejemplar a un precio razonable: yo pillé el mío hace pocos meses personándome en Rosebud (enlace). Y la de Pedro Halffter, pese a sus relativas desigualdades, me parece casi imprescindible para profundizar en la partitura.

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