Josep Pons me parece un mozartiano irregular. Allá por 2002 le escuché en el Maestranza una Flauta Mágica correcta pero sin mucha sustancia (enlace). Bastante más me interesó la integral de los Conciertos para violín del salzburgués que ofreció en Granada con la magnífica orquesta de esa ciudad de la que el maestro catalán fue titular: interpretaciones sólidas, comunicativas y de gran musicalidad en las que contó con la espléndida participación de un centradísimo Franz Peter Zimmermann. Claro que en esas misma veladas ofreció unas sinfonías que, en acertadas palabras de un amigo, parecían el resultado de una mala digestión de Harnoncourt.
En su reencuentro con Mozart al frente de la Nacional de España ha vuelto a haber de todo. Me gustó mucho su recreación de la Sinfonía nº 27, al menos en lo que se refiere a un primer movimiento de gran fuerza, chispa y luminosidad y a un segundo paladeado con apreciable vuelo lírico. El movimiento conclusivo, por el contrario, me pareció un tanto deslavazado. Por otra parte el maestro dio una verdadera lección de cómo hacer sonar a la ONE con belleza sonora y propiedad estilística en un repertorio especialmente difícil como es el clásico. Empaste, equilibrio de planos y claridad polifónica fueron siempre encomiables, como fue asimismo muy acertada la incisividad del fraseo y la ligereza -que no ingravidez– de texturas.
En la celebérrima sinfonía K. 550, como ya le ocurriera en Granada, Pons se armó un verdadero lío a la hora de compaginar aspectos formales procedentes del mundo historicista con enfoques expresivos tradicionales; mejor dicho, de la peor tradición mozartiana, es decir, de la que convierte esta trágica música en una página ensoñada, dulce y evocadora. El resultado fue bastante mediocre, pues ni se logró hacer sonar aquello de manera “históricamente informada” ni, menos aún, se profundizó en los enormes contrastes dramáticos de la obra. Hubo además numerosos detalles de blandura de todo punto inaceptables. Sólo me gustó el Menuetto, abordado sin la pesadez con que a veces lo interpretan las batutas tradicionales, pero sin caer tampoco en la frivolidad de ciertos directores "modernos" que llaman renovación a lo que no es más que cursilería.
Entre medias, Pons dirigió con entusiasmo digno de mejor causa la Sinfonía Española de Édouard Lalo, aunque lo que me llamó la atención no fue su labor sino la de Leticia Moreno (Madrid, 1985), un nuevo prodigio del violín que yo hasta ahora no había tenido la oportunidad de escuchar. La chica parece que tiene todo lo que hoy se pide a las jóvenes violinistas: es atractiva (enlace), toca estupendamente y hace gala de una enorme musicalidad. Yo destacaría su sonido carnoso, al tiempo que incisivo sin ser excesivamente afilado, como tambien su manifiesta voluntad por resultar creativa y decir cosas nuevas sin sacar nunca los pies del plato. La verdad, no es fácil obtener mucho más partido de esta partitura tan bonita como insustancial. En el Bach distanciado, austero y esencial ofrecido como propina la violinista madrileña demostró que sabe hacer mucho más que pirotecnias. ¡Brava! Estoy deseando volver a escucharla.
Ah, el concierto fue registrado por las cámaras de TVE. A ver si hay suerte y no se me escapa la emisión. Si alguien sabe cuando lo ponen, que avise, por favor.
PS. El YouTube con la propina pertenece al concierto, obviamente.
3 comentarios:
Bastante de acuerdo, a mí el sábado también me gustó el primer movimiento de la 27. La dirección en la 40 a mí me convenció, no así el sonido de la orquesta, sobre todo los metales. También fue una grata sorpresa descubrir a Leticia Moreno.
Acabo de oir el concierto por RTVE. Supongo que lo colgarán en podcast. sábado día 9 de enero.
¡Muchas gracias por la información!
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