El húngaro Miklós Rózsa (1907-1995) es uno de los nombres sagrados para los que amamos la música cinematográfica, pero poco nos interesamos sobre su labor creativa al margen de la gran pantalla, excepción hecha de su hermoso Concierto para violín, que alcanzó cierta celebridad gracias a su reutilización en la banda sonora del filme de Billy Wilder La vida privada de Sherlock Holmes. El sello Naxos viene a paliar parcialmente tal laguna con este disco, grabado en tierra canadiense en enero de 2007, que incluye cuatro páginas de cámara con el violín como gran protagonista.
Las Variaciones sobre un tema popular húngaro (1929), las Canciones y danzas campesinas del norte de Hungría (mismo año de la anterior) y el Dúo para violín y piano (1931) son páginas juveniles de un Rózsa veinteañero que aún no había establecido sus lazos con el mundo del cine. En ellas, como era de esperar, el autor rinde homenaje al folclore de su tierra siguiendo soluciones paralelas a las de su admiradísimo Béla Bartók. Música menor, ciertamente, pero bien escrita y de muy agradable escucha, por momentos muy sugerente, que en cualquier caso permite conocer los primeros pasos de un compositor que aún no había madurado su inconfundible estilo.
En la dilatada -veintitrés minutos- Sonata para violín solo sí que es reconocible el lenguaje del autor. No en balde nos encontramos ante una obra ya de 1986, y por ende cuatro años posterior a su última partitura fílmica (Cliente muerto no paga). Lo interesante es que, ajeno ya a los compromisos con el público de las salas cinematográficas, Rózsa se permite escribir una música mucho más tensa, desgarrada y disonante de lo que acostumbraba en Hollywood. Obviamente no es que nos encontremos ante un Rózsa "contemporáneo": para los años ochenta esta partitura es absolutamente tradicional en su lenguaje. Lo que ocurre es que aquí el autor no juega con las cartas marcadas de la belleza melódica y del efectismo un punto vulgar que le granjearon fama, procurando por el contrario limpiar de retórica, convenciones y trivialidad la partitura. Por ello, precisamente, esta página resulta particularmente personal, sincera y expresiva dentro del catálogo del autor.
De subrayar las virtudes de esta música se encarga con incontestable éxito Philippe Quint. Armado de un magnífico Stradivarius del que obtiene un sonido particularmente sólido y terso, el joven violinista ruso ofrece una verdadera lección tanto de virtuosismo como de compromiso expresivo. Su dominio del instrumento es impresionante, como también lo son la emotividad de su fraseo y la manera de planificar las tensiones hasta alcanzar clímax de una desgarradora fuerza emocional. El idiomatismo de sus lecturas, por lo demás, está garantizado con un absoluto dominio del sabor folclórico que estas obras demandan. Le acompaña con solvencia el pianista norteamericano William Wolfram, redondeando un disco muy recomendable, yo diría que obligatorio, para los interesados en la música del autor.
Ah, en Youtube se puede ver un fragmento de las sesiones de grabación (enlace).
Un cajón de sastre para cosas sobre música "clásica". Discos, conciertos, audiciones comparadas, filias y fobias, maledicencias varias... Todo ello con centro en Jerez de la Frontera, aunque viajando todo lo posible. En definitiva, un blog sin ningún interés.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
El Trío de Tchaikovsky, entre colegas: Capuçon, Soltani y Shani
Si todo ha salido bien, cuando se publique esta entrada seguiré en Budapest y estaré escuchando el Trío con piano op. 50. Completada en ene...
-
Me permito rendir un pequeño homenaje a Beethoven en su 250 cumpleaños con esta breve comparativa de la Novena que he improvisado recogiendo...
-
ACTUALIZACIONES 2.IX.2024 Pasamos de 54 grabaciones a 76. 19.X.2022 Publiqué una cata de solo quince grabaciones en junio de 2019, pasé a cu...
-
Al hilo de la lujosa exposición que ofrece Murcia en torno a Alfonso X en la que se reúnen por vez primera los cuatro códices de las Cantiga...
No hay comentarios:
Publicar un comentario