Hace ahora poco más de un año pasé uno de los peores momentos que recuerdo en mi vida de melómano: mi adoradísima Waltraud Meier, para mi gusto la más admirable cantante de ópera del panorama internacional, se quedó sin voz cuando cantaba el tercero de los Cuatro Últimos Lieder de Strauss en el Teatro de la Maestranza. Fuero unos segundos terribles, interminables, y aunque la mezzo resolvió el resto del recital (Joseph Breinl la acompañaba al piano) con su enorme sabiduría, me quedó un regusto amargo que permaneció en mi paladar cuando le vi por la televisión su Siegliende con Barenboim y la Orquesta del West-Eastern Divan en Ravello.
Ayer, viernes 15 de mayo, Meier se sacó la espina. En el Palau de la Música de la Ciudad del Turia y muy correctamente acompañada por la Orquesta de Valencia y su titular Yaron Traub, cantando de nuevo la obra postrera de Richard Strauss, la excepcional cantante parece haber ya superado su bache vocal. Por descontado que la voz no es la de antaño, y las desigualdades -en el grave, sobre todo- se hacen bien patentes. Pero ahí están la cremosidad del instrumento, la morbidez de su legato, la claridad de la dicción, la sabiduría a la hora de controlar la respiración y, en general, la lucidez a la hora de administrar recursos que la caracterizan.
Que, de nuevo, la Meier evidenciara ser menos sutil y expresiva en el campo del lied que en la ópera importa poco. Fue la suya una recreación hermosísima en lo puramente canoro, estilísticamente impecable y dotada de ese distanciamiento digamos "aristocrático", de "llama fría", que suele venir asociado con su arte. Un acercamiento no exactamente otoñal pero sí "metafísico", pues, mucho antes espiritual que terrenal, lo que parece sentarle muy bien a esta música. De propina, un "Morgen" igualmente más allá del bien y del mal. Yo lo escuché con lágrimas en los ojos.
La Novena de Bruckner de la segunda parte no tuvo el menor interés. Yaron Traub, asistente de Barenboim en Bayreuth, dirigió con buenas intenciones expresivas y sin sacar los pies del plato, pero se mostró incapaz de dotar de continuidad al discurso, flácido y deslavazado ya desde la introducción. La Orquesta de Valencia, que me pareció en baja forma (¿quizá por las deserciones al Palau de Les Arts?), se quedó corta a la hora de satisfacer las demandas de la genial partitura. Me aburrí mucho, y eso que se trata de una de mis obras favoritas. Ahora bien, la espera mereció la pena, porque la paciente Meier aguardó una hora extra en el Palau para atender a los muchos aficionados que la aguardábamos. La artista tiene mucha clase, pero de diva, afortunadamente, ni un pelo.
PS. Acabo de descubrir que hay una foto del nuevo look de la Meier en el blog de Maac (enlace).
PS2. En el blog de Atticus hay otra crónica del recital (enlace). Parece que todos coincidimos en la excelsitud de la Meir y en la mediocridad de la orquesta valenciana y de su director.
Un cajón de sastre para cosas sobre música "clásica". Discos, conciertos, audiciones comparadas, filias y fobias, maledicencias varias... Todo ello con centro en Jerez de la Frontera, aunque viajando todo lo posible. En definitiva, un blog sin ningún interés.
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2 comentarios:
Vaya vaya, estuvimos a unos metros sin saberlo.
Coincido totalmente con tu crónica. No soy muy bruckneriano y la Orquesta de Valencia ayuda más bien poco. El año pasado con Colin Davis y la LSO ofrecieron una 7ª de la que salí flotando.
Lástima no haberlo sabido, me hubiera encantado que me sacaras una foto con la Meier...
A ver si la próxima vez que acuda a Valencia (voy al primer ciclo del Anillo) tenemos la oportunidad de saludarnos :-)
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