Un cajón de sastre para cosas sobre música "clásica". Discos, conciertos, audiciones comparadas, filias y fobias, maledicencias varias... Todo ello con centro en Jerez de la Frontera, aunque viajando todo lo posible. En definitiva, un blog sin ningún interés.
miércoles, 12 de noviembre de 2008
Kissin en Madrid
Ángel Carrascosa, de quien he aprendido y sigo aprendiendo muchísimo, y con el que de vez en cuando me enzarzo en terribles discusiones musicales, estuvo anoche en el recital de Kissin en Madrid. A unos cuantos amigos nos ha enviado este comentario que no me resisto a publicar... con su permiso, claro. ¡Cómo me hubiera gustado escuchar este Prokofiev!
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Anoche ofreció Kissin un recital memorable para Ibermúsica. No sólo demostró una técnica y un mecanismo descomunales, sino que dejó claro que se trata de uno de los escasos pianistas de auténtica personalidad y con propuestas propias, novedosas y (casi) siempre extraordinariamente sólidas y convincentes.
Las tres Piezas de Romeo y Julieta con las que empezó fueron un paseo; la orquesta apenas se echó de menos. La Sonata nº 8 fue todo un descubrimiento; la etiqueta que se le colgó a Prokofiev como "percutivo" referida a su escritura pianística no ha hecho más que perjudicarle, como Kissin probó anoche; esa característica, que es cierta por supuesto en multitud de casos, ha privado sin embargo de enfoques mucho más amplios de miras y ha ocultado numerosos recovecos en la que, por lo visto, es pródiga su música. Ashkenazy o Gavrilov han quedado muy superados: sus visiones no dejan de estar supeditadas al tópico. Lo que hizo anoche Kissin con esta Sonata me trajo a la mente lo que hace unos meses hizo Barenboim (con Boulez) en Salzburgo con el Primer Concierto de Bartók.
La segunda parte la dedicó a Chopin. Curiosamente, la Polonesa-Fantasía no me pareció especialmente lograda; de las tres mazurcas que siguieron, poco salonescas, la tercera (Op. 59/1) fue toda una creación. Lo más asombroso fueron los 8 estudios con los que cerraba el programa: el Op. 10/3 (grotescamente llamado "tristeza") fue hondo, imaginativo, nada sentimental; impresionante el Op. 10/4; atormentado, más que arrollador, el Op. 10/12 ("Revolucionario"); turbulento y salvaje, como tiene que ser, el Op. 25/11 (llamado a veces, creo que con algún acierto, "Viento invernal"). De propinas ofreció un bellísimo, enormemente poético, maravailloso Nocturno (nº 8) y un bestial y alucinante Allegro barbaro de Bartók, pieza que casi nadie se atreve a tocar en directo.
Fue un recital memorable, como prácticamente todos los que le he escuchado a este monstruo del teclado, probablemente el número uno (con permiso de un artista aún superior, Barenboim, si bien en posesión de medios menos arrolladores).
Ángel Carrascosa Almazán
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Por supuesto, yo ya ando en casa. Escribiré poco a poco sobre lo que he escuchado en Bucarest.
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