viernes, 14 de noviembre de 2008

1984 según Maazel: del aburrimiento a la congoja


MAAZEL: 1984.
Keenlyside, Gustafson, Margison, Damrau, Brownlee.
Coro y Orquesta de la Ópera de la Royal Opera House, Covent Garden. Dir: Lorin Maazel.
Decca, 101 285 2 DVDs 147’ (ópera) + 27’ (introducción)
DDD Universal
**** R

Hace tiempo que el abiertamente pesetero, extremadamente antipático y asombrosamente irregular Lorin Maazel, firmante de algunas de las mejores y de las peores grabaciones de la historia del disco clásico, intentaba sin mucho éxito abrirse un hueco como compositor.

La oportunidad en el terreno de la ópera le vino de la mano de August Everding, pero tras la muerte del regista en 1999 el encargo proyectado para el Prinzregenten Theater de Munich pasó nada menos que al Covent Garden. Este DVD de espléndida imagen, extraordinariamente grabado (con abundante uso de los altavoces traseros) y bien acompañado de una introducción del propio Maazel (¡sin subtítulos!) es precisamente testimonio del estreno, realizado en mayo de 2005 en el teatro londinense.

Difícil será en el futuro servir esta ópera en mejores condiciones interpretativas. Para empezar, Robert Lepage ofrece una sensacional puesta en escena, teatralmente muy bien resuelta y de gran atractivo visual en la que es capaz de retratar el futuro totalitario, opresivo y alienante imaginado en su célebre novela por George Orwell sin recurrir, como hizo Bieito en su Wozzeck, a salidas de tono ni efectismos baratos; la voz pregrabada de Jeremy Irons para las locuciones propagandísticas del régimen del “Gran Hermano” es un verdadero lujo.

Simon Keenlyside, a todas luces una de las más grandes figuras del panorama operístico actual, no sólo canta de manera admirable sino que ofrece, en la escena de la tortura, una recreación escénica de esas que ponen los pelos de punta: uno lo pasa realmente mal viéndole. Nancy Gustafson, en directo una voz de escaso volumen, cumple sobradamente en un papel que Maazel, artista cercano a la cantante, debió de pensar para ella. El tenor Richard Margison está aquí irreprochable, lo mismo que el ascendente Lawrence Brownlee en sus breves intervenciones, mientras que la mismísima Diana Damrau luce admirables agudos y estupendas agilidades en sus dos pequeños pero sustanciosos papeles que no dejan de sorprender en una obra de corte marcadamente expresionista.

De la música, precisamente, es de lo que nos queda que hablar. Pues miren ustedes, al terminar el primer DVD uno se queda con la sensación de haber escuchado la obra de un señor que posee un oficio excelente pero que, carente de voz propia y con la mirada puesta en el espíritu -más que en la letra- de Wozzeck, fracasa a la hora de sumar elementos de sus amadísimos Bartók y Prokofiev y, cómo no, también de los Mussorgsky, Mahler, Strauss y Shostakovich; incluso se acerca muy peligrosamente al kitsch en la escena de amor, donde mira no tanto a Puccini como, ejem, al musical americano. El resultado es aburrido.

Las cosas cambian en los dos últimos actos, no más personales pero sí menos discursivos, menos faltos de verdadera inspiración, y desde luego más ajustados en lo que a la relación entre música y libreto se refiere. Quien esto suscribe terminó con el corazón en un puño, y por eso, pese a las reservas apuntadas, recomienda este doble DVD.
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Artículo publicado en el número 812, octubre de 2008, de la revista Ritmo.

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Para lo que ha quedado la Gheorghiu

Por supuesto, yo ya ando en casa. Escribiré poco a poco sobre lo que he escuchado en Bucarest.