domingo, 29 de septiembre de 2024

El día en que Heras-Casado dirigió a Les Siècles: una tomadura de pelo

Todo un caso lo de Pablo Heras-Casado y la crítica musical. En España no hay quien le tosa. Mejor dicho, quien tenga valor para ponerlo a caldo, porque me consta que los hay que ven a disgusto lo que anda haciendo pero no se atreven a decirlo. Peor aún, hay quienes caen en una adulación tan hiperbólica, cursi e insincera que un amigo ha calificado esos textos bajo la etiqueta de un nuevo género literario: la “laudatio-fellatio”. Me pregunto yo qué buscan. ¿Cenas con derecho a información de primera mano? ¿Encargo de notas al programa? ¿Garantizarse entradas a Bayreuth? ¿Algún carguito? Paralelamente, el inefable David Hurwitz pone a caldo su Cuarta de Bruckner con instrumentos originales, hasta el punto de que termina su vídeo (aquí) calificándola de “un pedazo de basura” (“a piece of garbage”) y tirando –literalmente– el CD con desprecio. Tampoco hay para tanto: a mí el disco me ha interesado, o al menos no me ha molestado tanto como la versión de Herreweghe. En mitad de todo esto, la revista Opernwelt le proclama “director del año”, quizá por sus presuntos triunfos en Bayreuth.

Supongo que en algún momento tendré que encontrar tiempo para ver de un tirón su Parsifal –no me gusta nada la opción de escuchar cada día un acto–, pero de momento he querido retroceder, aprovechando que me he suscrito por seis meses a la plataforma My Opera Player, a aquella noche de junio de 2018 en que, siendo director del Festival de Granada, aprovechó para dirigir en el Palacio de Carlos V a la orquesta Les Siécles en un monográfico Claude Debussy.

Comenzó mal la velada: Preludio a la siesta de un fauno seco, frío y sin alma. Continuó maravillosamente bien, porque la larga Suite de orquesta L. 50 resultó ser todo un descubrimiento. Hay en ella mucho de romanticismo tardío, de ese melancólico y un punto decadente –en más de un momento el tercer movimiento me ha recordado a Bernard Herrmann–, como también del Debussy más maduro y personal. El maestro granadino dirigió poniendo mucho entusiasmo y aportando una buena dosis de sal y pimienta, como si quisiera mirar hacia el Stravinsky neoclásico y enlazando un poco con lo que su batuta hace con la música de Manuel de Falla.

Formidable, sin duda, pero ahí acabó la cosa. Porque luego vino una Iberia de lo más irregular: primer movimiento lleno de dinamismo, incisividad y chispa, segundo muy corto en sensualidad, en misterio y en vuelo poético, tercero precipitado, nervioso y poco elegante, por no decir fuera de estilo. Escuchen –y vean– lo que un tal Sergiu Celibidache en el indispensable Blu-ray que acaba de salir para comprobar lo que esta música increíble puede dar de sí.

Queda La mer. El mes de enero del mismo año Heras-Casado había realizado su fallido registro al frente de la Philharmonia Orchestra comentado en este mismo blog. Este sigue la misma senda de buscar lo incisivo, nervioso y contrastado antes que atmósfera impresionista, pero los resultados presentan no ya los mismos problemas que el disco, sino también otros adicionales. ¿De verdad pretenden hacernos creer que estos instrumentos aportan más de lo que restan? A mi entender restan demasiado, al menos de la manera en la que este director los hace sonar. No solo es que el fraseo resulte seco, desagradable incluso –aquí no tengo más remedio que darle la razón a Hurwitz–, sino que la dirección deja que desear desde el punto de vista técnico: desequilibrio de planos, falta de claridad, transiciones poco preparadas, falta de sentido orgánico, brusquedad… Soy consciente de que la toma de sonido no es óptima –tampoco lo es la acústica del Carlos V–, pero creo que el problema está mucho antes en la dirección que en la ingeniería. Al final es lo de siempre: una dirección mediocre escudada en aquello de que "así sonaba en la época". Venturosamente, tenemos grabaciones a cargo de maestros que conocieron a Debussy y que dejan claro que, cada uno a su manera, las cosas se hacían con mucho más cuidado técnico y mayor musicalidad.

Por descontado, las reseñas del concierto granadino fueron altamente laudatorias, y por su parte los críticos de la mafia de la cuerda de tripa –sí, mafia– seguirá reivindicando que es así como hay que hacer las cosas. Lo cierto es que a mí esto me parece una tomadura de pelo.

2 comentarios:

Fouquier de Tinville dijo...

Supongo que con la enorme cantidad de grabaciones que hay, y lo poco que se vende todo, o armas una escandalera o no se comercializa la grabación. O le metes instrumentos originales (del XVIII) a Stravinsky, o el director posa desnudo en la portada, o algo...

Hurwitz tiene razón es lo que argumenta, aunque la grabación (que he escuchado en Spotify), no está tal mal, como apunta Fernando. Me temía algo peor. En definitiva suena bastante convencional, a pesar de todo. Sorprende que consiga un sonido bastante bruckneriano con esos instrumentos.

Al final es un disparate histórico-musicológico (como dice Hurwitz) cuya única razón de ser es llamar la atención. Pero, una vez metido en el fregado, Heras-Casado ha intentado no la cosa no se le vaya de las manos y evitar el ridículo. Creo que estas grabaciones muestran un claro oportunismo y falta de honestidad musical pero, por otro lado, no puede negarse el derecho a un músico a experimentar si quiere. Si alguien quiere grabar su transcripción de la Cuarta de Bruckner al órgano, o al clave, o al acordeón, ¿por qué no? Si dejas claro lo que haces en la portada del disco no debería haber problema. El problema es que no creo que una sana curiosidad o inquietud musical sea la motivación de Heras-Casado.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Cien por cien de acuerdo.

Yo admiro de Heras-Casado sus ganas de experimentar, de plantearse si las cosas se pueden hacer de otra manera, de ver cómo podemos descubrir facetas nuevas en lo que ya creemos conocer a fondo. Pero también creo que le puede muchísimo la ambición, el deseo de tomar el camino más rápido hacia la fama, o incluso la necesidad de disimular sus limitaciones a base de excusas "históricamente informadas".

En cuanto a la Cuarta de Bruckner, me parece una interpretación relativamente ortodoxa y bien sonada, que pierde por el rasgo que identifica a todo el hacer de Heras-Casado, desde Monteverdi a Stravinsky: la tendencia a la sequedad y al nerviosismo. Saludos.

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