sábado, 13 de julio de 2024

Un año de agradecimientos

Google Fotos nunca deja de tocarnos la fibra sensible. Hoy día 13 de julio de 2024 me recuerda que hace exactamente cinco años estaba desayunando en una preciosa cafetería Art Decó de Praga junto al Smetana Hall, en el que no pude entrar. Me encontraba bastante triste durante el viaje, pero la ciudad me dejó fascinado. Me encantaría volver. A ser posible, con algún evento musical de por medio.

Hace cuatro años realizaba mi última visita al Festival de Granada: Renaud Capuçon con Marta Argerich. Estábamos todos todavía con la mascarilla, empezando a salir de la pandemia. Habíamos sobrevivido, aunque todos salimos peores personas de la experiencia.


Y hace justo un año cambió mi vida. Me encontraba en Chipre asistiendo a un curso Erasmus. Visitábamos la capital, Nicosia. Era la hora de comer. Caminando en dirección a un museo, tomé una callejuela en rampa con demasiadas prisas, tropecé con pavimento en mal estado y caí apoyándome en el codo izquierdo. El médico del hospital fue muy claro: "It's serious". La cabeza del húmero se había astillado en cuatro pedazos, uno de ellos clavado en el hueso principal. Me dijeron que la intervención quirúrgica era inevitable y complicada. Que perdería para siempre la movilidad completa del brazo izquierdo, y que el resto de mi vida tendría problemas de espalda. Y que cabía la posibilidad de que se produjera necrosis; en tal caso, habría que cortar el hueso y poner una prótesis que me dejaría aún más limitado. Me repatriaron lo antes posible (¡menos mal que llevaba seguro!) y me operé aquí en Jerez. Salió muy bien.


Desde entonces he invertido –sigo invirtiendo– mucho tiempo y no poco dinero –la fisioterapia gratuita apenas sirve para empezar– en la recuperación. He soportado dolores terribles, primeros los del posoperatorio, luego los de las sesiones de fisioterapia. Empecé a vivir una depresión cuando me di cuenta, allá por el mes de noviembre, de que había un punto a partir del cual el brazo ya no seguía adelante. Pero aquí estoy. Aunque me sigue doliendo las veinticuatro horas, ahora la molestia resulta perfectamente soportable. Desde enero imparto mis clases con total normalidad. Conducir el coche ya solo implica dolor cuando llevo más de una hora. Y el otro día pude subir una maleta al maletero del tren: muy ligera de peso, ciertamente, pero hasta hace poco pensaba que nunca más iba a hacer tal cosa. La necrosis, por otra parte, no ha hecho acto de aparición, lo que significa que voy a poner mantener este "ángulo de 90 grados" el resto de mi vida. No es poco.

En todo este tiempo he descubierto, en función de cómo han actuado con respecto a mis problemas, que algunas personas que me rodeaban dejaban mucho que desear –hubo incluso quien se cachondeó del asunto–. Pero son más, muchas más, aquellas a las que debo un enorme agradecimiento. Sin decir nombres por aquello de la privacidad y tal, hago un hueco en este espacio privado para darles las gracias.

A los responsables del curso en Chipre, porque me atendieron mucho más allá de lo que les exigía sus funciones –al día siguiente, brazo en cabestrillo, participé en las actividades– y porque durante meses han estado preguntando por mi estado de salud.

Al personal del hospital chipriota, porque trabajaron con enorme profesionalidad. No vayan a pesan ustedes que aquello es precisamente tercermundista.

A los dos cirujanos españoles que me intervinieron durante dos horas y media, porque hicieron un fenomenal trabajo armando el puzzle –hicieron uso de una placa de titanio y varios tornillos–, y porque durante todos estos meses me han tratado divinamente.

A los fisioterapeutas que me han tratado durante estos once meses, porque sin ellos ahora mismo no tendría un brazo útil. Literalmente. Si alguien necesita una clínica de fisioterapia en Jerez de la Frontera, que me pregunte el nombre. ¡Qué buen trabajo!

A mi familia, por razones obvias. Muy especialmente a mi madre, por aquellas tres noches en el hospital sin pegar un ojo.

A las personas que me rodean que están sufriendo problemas médicos muchísimo peores que el mío, porque con su asombrosa entereza me ha dejado claro que no tengo motivo alguno para quejarme y me han ofrecido un modelo de conducta. Caigo rendido de admiración. ¿Cómo lo hacen?

Y a todos los amigos, compañeros de trabajo y lectores de este blog que se han preocupado por mí. Infinitas gracias.

Me toca ahora volver al quirófano: el próximo viernes me intervienen para quitarme uno de los tornillos que me pusieron, que anda molestando. Nada comparable a lo de la otra vez, pero a partir de ese día desapareceré un tiempo de este blog. Mientras tanto, seguiré dando la vara.

3 comentarios:

Karolus dijo...

Un abrazó Fernando de uno de los muchos anónimos que te leemos desde hace muchos años en silencio pero con avidez. Mucha fuerza, salud y espíritu.

IDO dijo...

Le deseo que vaya muy bien.
Por cierto, acabo de dejar una crítica en Amzon sobre su libro.
Saludos

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

¡Karolus, muchísimas gracias! Por cierto, ¿su nick tiene algo que ver con Carlomagno? Lo digo porque soy fan del mundo carolingio. La Capilla palatina de Aquisgrán y su museo son uno de mis lugares favoritos.

IDO, ¡muchísimas gracias también! Lo cierto es que viene muy bien la reseña, porque no parece que el libro esté vendiendo. Y no porque esté mejor o peor, sino porque mucha gente no sabe que existe.

En este mundo, o pagas por publicidad en revistas especializadas o tienes poco que hacer, salvo que te llames Ramón Gener o Martín Llade (que conste que absolutamente nada tengo contra este último). La editorial con la que ahora trabajo es pequeña y no puede permitirse esos caros insertos publicitarios. Ya bastante ha hecho con no "cobrarme", como sí hace la mayoría de las editoriales con los autores menores: se les pide que compren un número mínimo de ejemplares o, directamente, que aporten una determinada cantidad, que luego podrán recuperar con los derechos de autor si se vende lo suficiente. En fin, confío en que más adelante aparezca alguna reseña aparte de la que salió en Platea: aunque sea mala, al menos la gente sabrá que el libro existe. Y yo no creo haber hecho un libro malo.

Por la operación no se preocupen, que aunque la anestesia sea total, es asunto sencillo. Eso sí, esta mañana me torcí el pie y de momento apenas puedo caminar. La gracia es que ha ocurrido de la misma manera que hace un año y tres días: firme en mal estado. En fin... ;-)

Para lo que ha quedado la Gheorghiu

Por supuesto, yo ya ando en casa. Escribiré poco a poco sobre lo que he escuchado en Bucarest.