Once de julio de 1992. Imaginen la ilusión con la que, a mis veintiún años, acudí de Jerez a Sevilla a escuchar el Réquiem de Verdi a las fuerzas del Teatro alla Scala bajo la dirección de Riccardo Muti. Dessì, D’Intino, Leech y Plishka eran los solistas vocales. Pero ocurrió lo inesperado: el tren llegó tarde, muy tarde. Prescindí de pasarme por el hostal y acudí a la puerta del Maestranza, y hete aquí otro problema: a S.M. Doña Sofía se le había ocurrido acudir al concierto, por lo que había cuerpos de seguridad especiales en el teatro. La obra estaba comenzando. Un guardaespaldas muy mal encarado me inquirió: “¿Qué lleva usted ahí?”. “Mi ropa, porque hago noche en Sevilla, si quiere se la enseño”, respondí. “No, usted VA A ENSEÑARME EL CONTENIDO, y luego lo va a dejar en la consigna”, me replicó con una prepotencia poco agradable.
Efectivamente, registró el contenido a ver si entre mis calzoncillos, mi pijama y la pasta de dientes había algún artilugio con el que pudiera cometer algún atentado contra la monarquía, y luego dejé la bolsa en consigna. Subí las escaleras hasta la última planta a toda velocidad, y ahí llegó un nuevo, último y definitivo problema: había órdenes tajantes de no dejar entrar absolutamente a nadie entre número y número. Estaban aún en el Kyrie, pero ni siquiera explicando que mi asiento era de muy fácil acceso pude hacer nada. Las órdenes venían de lo más alto. Comprenderán ustedes que, pese a que soy más monárquico que republicano y a que no tengo ningún problema en defender públicamente la figura de Felipe VI, a S.M. Doña Sofía no le tengo desde entonces el menor afecto.
Entonces me consolé, ingenuamente, diciéndome que con toda la vida por delante habría alguna oportunidad de verle el Réquiem verdiano a Muti en directo. Pues no. De hecho, ni siquiera soy capaz de recordar si alguna vez lo he escuchado en concierto. En fin, treinta y un años después me he acercado a la grabación realizada en vivo por Muti y las mismas fuerzas escalígeras en junio de 1987 para EMI, lo que quizá me dé una idea de lo que pudo escucharse en Sevilla.
Muti comienza de manera admirable, con una concentración y un carácter particularmente siniestro que ponen el corazón en un puño, y desarrolla el Kyrie con ese perfecto conocimiento del idioma verdiano que en él es de esperar, pero a partir de ahí desconcierta con algunas desigualdades. No es que su visión sea ahora menos áspera y carezca de la tremenda electricidad de aquella tan extraordinaria que había hecho con la New Philharmonia en 1979 para dar paso a una mayor dosis de introversión y cantabilidad, incluso de sentido religioso. Eso no es ni bueno ni malo: simplemente, su visión evoluciona. El problema es que el trazo es menos fino y la atención al detalle no tan grande como la de su (¿odiado?) predecesor Claudio Abbado en el registro que el de Milán había realizado para DG en 1980. La orquesta le suena bastante menos bien, lo mismo que las nutridísimas fuerzas corales habían estado mejor con Romano Gandolfi que con Giulio Bertola.
Tampoco la inspiración de Muti es siempre elevada, y así podemos encontrar un vibrante Dies irae, un Lacrymosa solo correcto que al llegar al final pone la carne de gallina, un Sanctus rápido y hasta saltarín que cae en la pura frivolidad, o un Lux aeternam de enorme belleza y religiosidad sincera. A destacar el carácter macabro que Muti y Bertola imprimen a las últimas palabras del coro al final del Dies irae dentro del Libera me.
Lujosísimo el cuarteto, pero solo sobre el papel. Luciano Pavarotti pasaba por allí: hay algún espléndido agudo y un filado estremecedor, pero la música no la siente. Más centrado Samuel Ramey, que canta de maravilla sin implicarse demasiado. A Cheryl Studer, además de quedarse corta por abajo –como casi todas– le falta italianidad, si bien sus últimas palabras las dice con verdadero estremecimiento. Bien sin más Dolora Zajic.
¿Conclusiones? Dos. Primera: me lo hubiera pasado muy bien en Sevilla, pero probablemente no fue un Réquiem verdiano de referencia. Segunda, y mucho más relevante: a tenor de este y de otros testimonios, Riccardo Muti no fie tan grande en La Scala como lo había sido antes, y sus fuerzas no rindieron tanto como lo habían hecho con Abbado. Hoy con Chailly están bastante mejor.
Ah, una curiosidad: muchísimos años más tarde, tras una de las jornadas del Anillo wagneriano por Zubin Mehta en Valencia descubrí que la señora que se había llevado hablando en voz alta buena parte de la función era Doña Sofía. Vivir para ver. Y para aguantar.
9 comentarios:
Al menos a doña Sofía se la reconoce cierta vena melómana, eso parece. Muy asidua en los grandes auditorios y con amistades entre los mejores intérpretes, Rostropovich, Domingo, Carreras. No sé si los actuales monarcas muestran algún tipo de interés por la música culta. Diría que no.
Sí, es melómana y acudía con regularidad a los conciertos en los que actuaban sus amistades. Rostropovich afirmaba haber sido buen amigo suyo antes de que fuera reina. Ahora bien, dedicarse a hablar en voz bastante alta un largo rato durante el Anillo... Me parece a mí que es más bien la típica señora que disfruta con Tchaikovsky y dice pasárselo bien con Mozart, porque "es de muy buen gusto", pero no sé yo si se estremece en su casa escuchando los últimos cuartetos de Beethoven o la Sonata en si menor de Liszt. Me parece a mí que no.
Es mas el esnobismo que otra cosa, diría yo... En cuanto al réquiem de Muti, me quedo con el de la Philharmonia, efectivamente, aunque el último que hizo con la Berliner no es nada desdeñable, aunque sí distinto, me parece que está en YouTube. ¿Qué opina del ultimo requiem verdiano de Karajan con la Wiener? ¿Algún día nos hará una comparativa de esta obra?
Le contaré algo, por si le sirve de consuelo.
En 1981 Sofía fue de viaje de fin de semana a Baqueira. Juan Carlos quedó suelto aquí, y también en España estaba su madre, Federica de Hannover, que aprovechó la coyuntura para hacerse una pequeña operación (quitarse las bolsas de los ojos). En caso es que después de operarse murió, en el hospital (ojo con los hospitales).
Pusieron el cadáver en el Palacio de la Zarzuela, con cuatro hachones. Sofía no se enteró, pues decidieron que era mejor que volviera a casa para decírselo. Ya de vuelta se encontró en la puerta del palacio con Juan Carlos, que se iba de caza, no sé si mayor o menor, y este le dijo: "Sofía, ahí te dejo con tu madre".
Sobre el Rey Emérito, solo diré que soy de los que piensan que va a pasar a la Historia más por sus errores que por sus aciertos.
No sabía que Muti tuviera una versión del Réquiem de Verdi con Berlín. Sí con Chicago y con la Radio de Baviera. Me gustaría escuchar una de esas dos antes de sacar la pequeña comparativa que tengo prevista.
Se me olvidaba, la versión digital de Karajan me gusta más que la analógica.
Pues la versión de Berlín (que ya revisé y quitaron del tubo, pero si tiene suscripción a Mezzo podría verla aquí https://www.mezzo.tv/es/Cl%C3%A1sica/Riccardo-Muti-y-la-Orquesta-Filarm%C3%B3nica-de-Berl%C3%ADn-Requiem-de-Verdi-4670), me parece muy similar en su aproximación estilística a la que hizo en Chicago unos años atrás: soberbias ambas orquestas, el coro de Chicago me parece el mejor del orbe y los solistas de una calidad variable según la versión y cuerda (Garanča con la versión de los Berliner, por ejemplo). La de Chicago, como ya se imaginará, la encuentra en Tidal, Spotify o la plataforma de su preferencia.
Respecto a la contralto Zajick, creo que fue una sustitución de última hora; EMI había conseguido “prestado” a Pavarotti para poder grabar con Muti, las fechas estaban ya convenidas y cerradas, el resto del reparto era bueno también [Ramey, Studer en su época buena] pero la mezzo enfermó y hubo que buscar a alguien como fuera para poder grabar….
En su momento compré la supercaja Muti, músico que me suele gustar mucho, pero ninguno de sus dos Requiems verdianos de Emi me parecieron convincentes del todo….Prefiero a Giulini, Abbado, Karajan…
El otro día no te deseé una venturosa intervención y que tu hombro mejore, así que lo hago ahora, mucha suerte!!
Muy buena la anécdota de una muy mala experiencia. Daría para muchas otras abrir el hilo de "actitud y aptitud en las salas de concierto y ópera del público elitista".
Publicar un comentario