Maravilloso disco –viene en la caja del director indio que me han traido los Reyes– protagonizado por un Pinchas Zukerman y un Zubin Mehta en el mejor momento de su carrera: Concierto para violín nº 1 de Max Bruch y Sinfonía española de Édouard Lalo. La orquesta es la Filarmónica de Los Ángeles, y fue grabada fabulosamente el 5 de diciembre de 1977 por los ingenieros de CBS, justo un día antes de qu elos mismos artistas grabaran un fabuloso Concierto para violín nº 2 de Bartók.
En Bruch me ha parecido fabulosa la dirección del primer movimiento, poderosísima, dramática y llena de fuerza expresiva, amén de admirable en el tratamiento de la orquesta, todo ello al servicio de un violín pletórico en todos los sentidos, de belleza abrumadora e intensidad a flor de piel. Extrañamente, el Adagio no se encuentra bien paladeado por parte de la batuta, pero aquí viene Zukerman a salvar los muebles cantando con la mezcla de efusividad y desazón, cuando no amargor, que a esta música le conviene. Los dos artistas vuelven a encontrarse en el Allegro enérgico conclusivo, toda una oportunidad para que batuta y solista desplieguen su arsenal de virtuosismo.
La dirección de la Sinfonía española creo que es la mejor de las que he escuchado: no solo llena de color, de brillo y de pintoresquismo, sino también poderosa y dramática a más no poder, reveladora de numerosos detalles y de suma plasticidad en el tratamiento de la orquesta, que rinde a fabuloso nivel. Claro que lo más increíble es un Zukerman que, además de volver a hacer gala de un virtuosismo insuperable, interpreta cada frase evitando toda trivialidad y llenando la música de intensidad, calidez y fuerza expresiva, sin desdeñar –como en el Bruch– los tintes amargos que se esconden entre los pentagramas.
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