Este disco con selecciones de El lago de los cisnes y La bella durmiente se registró, con toma sonora que deja bastante que desear, en el Memorial Hall de Filadelfia en febrero de 1984. Comienza maravillosamente: en el celebérrimo tema principal del Lago, Riccardo Muti despliega toda su fuerza, su rusticidad bien entendida y su enorme instinto dramático para dejarnos con el corazón en un puño, A continuación, un vals poco menos que lamentable para salir de quien sale, uno de los más grandes directores de orquesta de los últimos cincuenta años.
A partir de ahí, y siempre modelando con mano maestra a la Philadelphia Orchestra, se suceden números resueltos de manera magistral, números correctos sin más y piezas dichas por completo de pasada. Y siempre por lo mismo: cuando se trata de sacar a la luz lo que Tchaikovsky tiene de sensual, delicado y evocador, el maestro napolitano se queda cortísimo, no se sabe muy bien si por incapacidad, por falta de sintonía o simplemente por desgana. Cuando ha de ponerse “ruso” en el sentido más tópico del término la cosa cambia, aunque a veces se pase de temperamental.
En La bella durmiente la cosa cambia, porque la selección realizada se ajusta mucho más al perfil expresivo del maestro, aquí maravillosamente encendido, áspero y escarpado, teatral a más no poder sin descuidar la depuración sonora. El disco concluye, ay, con un vals casi tal mal interpretado como el del ballet anterior.
2 comentarios:
¿Con su ciclo sinfónico de Tchaikovsky cree que pasa lo mismo? Su 1812 me gusta mucho, pero estás suites no las he escuchado.
Rotundamente sí, Julio César: en las sinfonías por Muti hay cosas flojas (Primera), notables (Segunda), descomunales (Manfred)...
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