miércoles, 27 de julio de 2022

Réquiem alemán de Brahms: discografía comparada

Vale, vale, ya sé que doce grabaciones son pocas para una comparativa. Yo mismo conozco unas cuantas más de las comentadas, que no salen en la lista porque las tengo demasiado lejos en la memoria como para escribir alto sobre ellas: una filmación de Karajan, la de Haitink, la de Celibidache en Múnich –un ladrillo, creo recordar, la de Barenboim en Chicago y no sé si alguna más. Pero entre esperar meses o años a escuchar una cantidad importante de grabaciones o a publicar ya, me parece más interesante lo segundo, más que nada porque estas líneas podrían ayudar a contrastar opiniones.


1. Furtwängler/Filarmónica de Estocolmo (EMI, 1948). Este es el único registro, en vivo y con sonido muy precario, que nos ha dejado Furt de la página. No hay sorpresa alguna: interpretación lentísima, gótica a más no poder, todo lo meditativa y filosófica en que se podía esperar, doliente cuando le corresponde ser serena, y encrespada a más no poder en los momentos más extrovertidos. ¡Qué tremendo clímax dramático el del tercer número, y qué fuerza la de la fuga que le sigue! Una lástima que Kirstin Lindberg Torlind y Bernhardt Sonnerstedt se queden en lo notable. La restauración de Pristine Audio elimina el crujido de fondo, pero potencia en exceso los graves. (9)

 


2. Kempe/Filarmónica de Berlín (EMI, 1955). Lectura especialmente rebelde y encrespada, pero nunca precipitada, sino paladeada con concentración, hondura y puro sentido brahmsiano. Todo está muy lejos de la blandura y del refinamiento gratuito, y si hay que poner alguna pega es al nº 5, no todo lo sereno y meditativo que debiera, aunque allí Elisabeth Grümmer está en la referida línea de súplica intensa y desesperada. Magnífico Dietrich Fischer-Dieskau, espléndido en lo vocal y con algún regulador admirable, cuyas intervenciones coindicen con los momentos más rebeldes y dramáticos de la batuta, como un nº 6 dicho con enorme tensión y grandeza sin retórica. Espléndido el Coro de la Catedral de Santa Eudivigis. Lástima que la grabación sea monofónica. (9)

 


3. Klemperer/Orquesta Philharmonia (EMI, 1961). La arquitectura es impresionante, la ejecución portentosa y la sonoridad ofrece un músculo y un empaste muy adecuados para Brahms, pero queda claro que el de Breslau tiene una visión demasiado personal de la partitura como para convencer por igual en todos sus números. Así, cuando tiene que ofrecer dramatismo se muestra tremendamente tenso y escarpado pese a mantener su proverbial sobriedad, mientras que a la hora de plantear el triunfalismo épico lo hace sin retórica vacua y trazando de manera magistral la polifonía, pero cuando toca destilar elevación espiritual y reflexión humanística se muestra bastante esquivo. Tampoco la sensualidad más o menos carnal, tan importante en Brahms, le interesa lo más mínimo. Sin ir más lejos, el primer número, resulta no poco decepcionante, mientras que en el segundo el maestro alcanza el mayor grado de convicción, por no decir la genialidad. Elisabeth Schwarzkopf y Dietrich Fischer-Dieskau, maravillosos, como también lo está el Philharmonia Chorus. La toma sufre distorsión tímbrica, aunque en HD adquiere una carnosidad y un cuerpo muy apreciables, conservando además una muy amplia gama dinámica. (8)

 


4. Karajan/Filarmónica de Berlín (DG, 1964). El maestro de Salzburgo y sus huestes berlinesas aprovecharon su estancia en el Festival de Viena para unir sus fuerzas a los Wiener Singverein en la Sala Dorada de la capital austríaca y registrar –toma problemática, distorsionada, incluso en HD– una interpretación muy de Karajan: poderosa y musculada en la sonoridad, planificada al milímetro, expuesta con una seguridad a prueba de bombas e indisimulada a la hora de recrearse en la opulencia y el preciosismo. Por ello mismo hay en ella –ya desde el primer número– algo de pose insincera, de lo que hoy llamaríamos postureo, pero encontramos también calidez, espiritualidad emotiva, fuerza dramática –lacerantes acentos acompañando al barítono en el tercer número–, sentido épico y una mezcla de belleza sonora y sentido teatral ante la que resulta difícil resistirse. Eberhard Waechter, con sus desigualdades canoras, canta con entrega y adecuada rebeldía, mientras que Gundula Janowitz, de timbre esmaltadísimo y luminosos –aunque no siempre certeros– sobreagudos, canta con delicada poesía. (8)

 


5. Barenboim/Filarmónica de Londres (DG, 1972). El joven maestro ofrece una dirección gótica, muy atmosférica, pero -sorprendentemente- no tanto dramática como sensual, poseedora de una espiritualidad “carnal” muy atractiva que se consigue gracias a un fraseo muy mórbido y a una asombrosa plasticidad del tratamiento de la orquesta. Los tempi tienden a la lentitud, y por momentos se echa de menos algo más de tensión interna –primer número, final del segundo–, lo que no quita que haya pasajes muy encrespados, como la fuga que cierra el nº 3, tremenda, o todo el nº 6, rebelde sin llegar a la crispación ni a lo visionario. Dulce y meditativo sin empalagos el nº 5, que se beneficia de una exquisita Edith Mathis. Fischer-Dieskau alcanza el punto justo entre introversión y súplica, con unas intervenciones particularmente aristocráticas y matizadas. Espléndido el Coro del Festival de Edimburgo. (9)

 


6. Maazel/New Philharmonia (Sony, 1976). Interpretación notabilísima, perfecta de idioma y siempre en una línea extrovertida y encrespada, muy rebelde, destacando en este sentido un terrorífico clímax en la tercera parte del segundo movimiento, o la fuerza de la sección fugada final del tercero. Quizá por ello se eche en falta algo de madurez, de profundidad, de espiritualidad esencial. Ileana Cotrubas se muestra tan deliciosa como siempre, lo que significa que está un poco fuera de situación. Magnífico Hermann Prey, muy viril, en una línea más rebelde y extrovertida que suplicante o devota. Toma mediocre, poco natural en la tímbrica y saturada. (8)

 


7. Solti/Sinfónica de Chicago (Decca, 1978). Lejos de ofrecer una interpretación teatral y extrovertida –ni siquiera el segundo número alcanza el carácter escarpado y rebelde que en él hubiéramos esperado–, Sir Georg asume por completo el carácter meditativo de la obra y, haciendo gala del mejor lenguaje brahmsiano imaginable –cálido, oscuro, aterciopelado-, ofrece una interpretación que sabe aunar la más sensual belleza sonora con una espiritualidad tan sincera como alejada de la retórica, plena de sencillez y de humanismo, también de ternura, aunque sin desdeñar la grandeza filosófica ni la electricidad –soberbio el quinto número, en el que por fin podemos reconocer a Solti– cuando resulta necesario. El fraseo es de una naturalidad, una flexibilidad y una lógica insuperables, por no hablar de la plasticidad con que están tratados los soberbios, diríase que insuperables conjuntos de Chicago. Te Wanawa está exquisita, flojeando el siempre correcto e impersonal Bernd Weikl. A la toma le falta una más amplia gama dinámica, pero a cambio ofrece calidez y un buen registro grave ideal para recoger los contrabajos: el comienzo es sobrecogedor. (9)

 

 

8. Giulini/Filarmónica de Londres (BBC Legends, 1978). Una decepción. Todo está en su sitio y la musicalidad se encuentra garantizada, pero Giulini no se implica del todo en lo emocional, no sabe dotar de tensión interna a la obra e incluso resulta impersonal y escaso en matices. Los primeros números resultan incomprensiblemente flojos. Lo mejor es el nº 5, de un lirismo muy cantable y hermoso, con una Cotrubas excelente. Bien a secas el nº 6 y muy bien el nº 7, de nuevo muy lírico y de gran naturalidad. Fischer-Dieskau, como con Barenboim años atrás, encuentra el punto intermedio entre la meditación y la rebeldía. Espléndido de nuevo el Coro del Festival de Edimburgo. (7)

 


9. Giulini/Filarmónica de Viena (DG, 1987). El que fuera el más grande brahmsiano del siglo XX madura de manera considerable su floja versión en vivo londinense –esta también es con público, aunque no se note– haciendo gala de un idioma absolutamente perfecto, una increíble capacidad para extraer la mayor belleza sonora de una orquesta maravillosa y de un Coro de la Ópera de Viena que da lo mejor de sí; también de ese fraseo tan particular de una batuta que supo como ninguna sintetizar las “brumas” y la densidad germánica con la más sensual y efusiva cantabilidad italiana. Sin embargo, por muy extraño que parezca, su sintonía con esta partitura sigue sin ser la máxima posible, e incluso defrauda en el tremendo “Denn alles Fleish, es ist wie Gras”, dicho sin la tensión dramática que a todas luces necesita. Andreas Schmidt se mueve muy en la línea de Fischer-Dieskau, sin alcanzarle en intensidad, mientras que Barbara Bonney, aunque tampoco particularmente expresiva, triunfa merced a la seguridad y luminosidad de su registro agudo. La toma es notable, no del todo clara. (8)

 


10. Harnoncourt/Filarmónica de Viena (RCA, 2007). El vibrato se ha moderado lo suficiente como para que se note la “preocupación filológica”, pero en realidad todo suena con una belleza sonora tersa y pulida como la del Abbado más refinado, o bien con la masividad hinchada del Karajan más narcisista. En cualquier caso, lo hace con una absoluta falta de compromiso expresivo, léase de tensión sonora, de matices, de creatividad; de emoción, en definitiva. El tierno lirismo brahmsiano brilla por su ausencia, mientras que la angustia que albergan los pentagramas solo llega a aflorar (¡menos mal!) en el nº 3, donde Harnoncourt sí parece dar lo mejor de sí mismo –incluso revela detalles muy interesantes en la orquestación– y Thomas Hampson sabe conjugar naturalidad, belleza canora y congoja sincera. Genia Kühmeier está correcta, mientras que la orquesta da buena cuenta de su nivel y el Coro Arnold Schoenberg resulta técnicamente insuperable en su comprometidísima parte. (7)

 


11. Nézet-Séguin/Filarmónica de Londres (LPO, 2009). Recreación lenta, densísima en las texturas, muy brahmsiana en su sonoridad, que apuesta por un óptica particularmente dulce, lírica y sensual, de una cantabilidad conmovedora y un profundo sentido humanista, y que –paradójicamente– por momentos se acerca a Bruckner en su solemnidad, grandiosidad y potencia sonoras, sobre todo en el nº 6. El nº 2 resulta más hinchado de la cuenta. Muy sereno y hermoso –sin blanduras– el nº 4. Irreprochables, sin resultar del todo personales, Elisabeth Watts y Stèphane Degout. El sonido presenta un volumen muy bajo. (9)

 

12. Nézet-Séguin/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2017). ¿Qué ocurre si, tras su admirable recreación con la LPO, le ponemos a Yannick la orquesta más idónea de todo el orbe terrestre para esta partitura y un coro que canta divinamente como es el de la Radio de Berlín? Pues sencillamente, que sale una interpretación redonda. Si no se lleva el diez en la nota es porque flojea la soprano Hanna Elisabeth-Müller, que tiene problemas en la franja aguda y en lo expresivo se muestra centrada sin más; mejor el barítono Markus Werba, que dice su parte con cierta autoridad. Pero triunfa el maestro canadiense, siempre dentro de una visión lírica y humanística, ajena a negruras y a grandes arrebatos pasionales, decididamente desinteresada por los aspectos más escarpados de la página, pero sincera y emotiva a más no poder. Belleza sonora se destila en gran cantidad, al tiempo que se corrige ese carácter hinchado en el que incurría en nº 2 en la anterior ocasión. Lo del coro es milagroso: justo es citar a su director Gijs Leenaars. La filmación, disponible en lujurioso 4K, permite disfrutar a tope de la amplísima gestualidad de un Yannick sin batuta ni partitura –tampoco la llevan los solistas vocales ni el coro– que con su rostro deja bien claro lo que quiere para cada momento. La conclusión está clara: hoy por hoy, versión más recomendable para acercarse la partitura. (9)

7 comentarios:

Javier dijo...

Doce versiones del Réquiem alemán de Brahms para mí son más que suficientes. Suelo manejarme con una media tres o cuatro grabaciones de las obras musicales que conozco,- en alguna obra concreta quizá alguna más-. Pero en estos límites, el tiempo es finito... Todavía recuerdo su reciente comparativa de la quinta de Sibelius, -26 versiones-, me pareció una estupenda barbaridad!.

xabierarmendariz88 dijo...

Pues habrá que escuchar ese Requiem alemán de Brahms por Yannick en la Digital Concert Hall. Este director no deja de sorprendernos; una de las primeras cosas que le escuché fue una Sinfonía Escocesa de Mendelssohn en vivo (en Pamplona) cuando aún no era muy conocido, muchísimo mejor que la que luego hizo en el ciclo Mendelssohn. La verdad, Yannick me tiene despistado…
De lo demás, una lástima que Furtwängler no pudiera hacer la obra en estudio, con mejor sonido, mejor orquesta y, sobre todo, un mejor coro. Totalmente de acuerdo con tus apreciaciones sobre las versiones de Giulini II y Kempe. Sin embargo, me atrae mucho más que a ti la versión de Klemperer, (también me gustan mucho sus sinfonías de Brahms, por cierto), aunque es verdad que objetivamente el Coro Philharmonia no tuvo su mejor día (esa primera entrada…). En fin, una comparativa muy interesante.

Elgatosierra dijo...

Muy buenas, don Fenando y compañía. Muchísimas gracias por su estupendo trabajo... :)

Observador dijo...

Tengo que escuchar la grabación de Barenboim. Gracias, Fernando.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Gracias a todos. Pero ya tengo un amigo, crítico musical de las Islas Canarias, que me dice que "vaya trabajo de investigación", que hay muchas grabaciones importantes que han quedado fuera, que esto no es más que un boceto, bla bla bla. Pues vale. Mis días tienen veinticuatro horas y tengo muchísimas más cosas que hacer que escuchar una versión tras otra de una partitura que ronda los setenta minutos de duración. Ya les digo: o esto, o no publicar.

El crítico criticado dijo...

Muchas gracias por sus comparativas, Fernando. Es sorprendente su capacidad de análisis, de escucha comparativa, de conocimiento, de buen gusto y... de trabajo. ¿En serio doce versiones del Réquiem Alemán le parecen pocas a alguién? Supongo que ese crítico musical canario que tan injustamente le afea el trabajo no se habrá quejado nunca de las más de 20 o 25 versiones que suelen adornar habitualmente sus espléndidas discografías comparadas. Por otra parte, resulta muy sencillo criticar, pero ¿dónde puedo leer los comentarios, las comparativas discográficas, los análisis o las críticas de ese crítico canario que tan alegremente fiscaliza su trabajo, Fernando? Criticar es lo más fácil del mundo; cualquiera puede hacerlo. Lo difícil y lo encomiable es demostrar con nuestros propios actos que somos capaces de mejorar el trabajo de que aquel a quien criticamos tan frívolamente. No se deje usted amilanar ni permita que esos comentarios tan injustos (yo diría que hasta envidiosos) le desanimen lo más mínimo: su trabajo es excepcional, y nos explica, ilustra e instruye con fundamentos, opiniones y argumentos muy bien razonados y documentados a todos aquellos que tenemos la suerte de conocer y seguir su blog. Muchas gracias una vez más, Fernando.
El crítico criticado.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Bueno, mi amigo no me lo decía con mala intención. Lo que yo pretendía exponer es lo difícil, por no decir imposible, que resuta satisfacer a todo el mundo. Se reseñen diez grabaciones o se reseñen cincuenta, siempre habrá alguien que diga que falta esta o aquella otra, que son fundamentales. Así de memoria, pienso que Karajan tiene cinco -si no he contado mal, mientras que directores como Walter, Klemperer, Giulini, Abbado, Levine, Previn, Gardiner, Norrington, Nézet-Séquin la tiene por duplicado, entre grabaciones de estudio y en vivo. Luego hemos de sumar, qué sé yo, de Toscanini a Thielemann pasando por Sinopoli, Blomstedt, Rattle, Jansons... Y dirán que por qué fulanito sí y menganito no, y tal.

Lo mejor es enemigo de lo bueno, dicen. Por eso mismo es mejor optar por el pragmatismo que por un ideal inalcanzable. Y que no me vengan con que Pérez de Arteaga se escuché todos los discos Mahler que existen para poner las puntuaciones de su guía, porque eso no se lo cree absolutamente nadie.

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