Llevo una semana con la Sinfonía n. 8 de Shostakovich dentro de la cabeza, por aquello de lo que se nos viene encima. Hace unos días volví a escuchar la de recreación Previn con la Sinfónica de Londres de 1973, modélica, y esta tarde he hecho lo propio con la de Haitink y la Orquesta del Concertgebouw registrada por Decca en 1982. Quizá haga una comparativa, pero creo que tengo la cosa más o menos clara: esta es la mejor de todas las interpretaciones que conozco, a cierta distancia del resto.
Parece mentira que un director completamente ajeno al universo del compositor, que se acercó a este mundo más bien por imposición de la discográfica, alcanzara tal grado de sintonía con una partitura que apenas se había grabado y -supongo- interpretado en Occidente. Y no solo con la partitura, sino también con el estilo: el holandés no necesita “romantizar” la partitura a la manera de un Mravinsky, ni de extremar hasta el límite de lo soportable su vertiente expresionista como hará Rozhdestvensky. La proverbial neutralidad de su batuta sienta aquí de maravilla, y si por ello mismo los dos primeros movimientos no alcanzan el grado de temperatura emocional y de inmediatez expresiva del citado Previn, los otros tres son de absoluta referencia: quizá ningún otro director haya reflejado de semejante manera la vertiente maquinista del tercero –Solti impresionará ahí por su incomparable electricidad, pero eso es otra cosa–, el carácter yerto –viento gélido, espectral– del cuarto y la sucesión de muecas macabras del quinto, hasta llegar a una conclusión que quizá nunca haya sonado falta de esperanza.
Obviamente, para conseguir todo esto no hace falta solo una musicalidad fuera de lo común, sino también una orquesta de primerísima –por la sonoridad global y, sobre todo, por sus primeros atriles– y una técnica de batuta capaz de planificar con perfecta solidez el trazo global y de sostener las tensiones en los momentos más necesitados de concentración, particularmente en la passacaglia. Aquí las hay. Por si fuera poco, la toma sonora es de una pureza tímbrica, una transparencia y un equilibrio de planos fuera de lo común; falta un grado todavía mayor de gama dinámica, pero no se puede tener todo. Disco imprescindible, más aún con los tiempos que corren.
Por cierto, ¿se han fijado en que mi ejemplar lo tengo firmado por Haitink? Fue en Granada, cuando dirigió esta misma partitura a la Sinfónica de Londres en el Festival de Música y Danza.
4 comentarios:
Sería estupendo una comparativa de esta gran sinfonía! esta magistral interpretación y grabación con una de las tres mejores orquestas del mundo (segun mi opinion) fue mi primer acercamiento a la obra, mediante un vinilo que todavía conservo pero ya no tengo bandeja para escuchar. En una palabra es SOBERBIA.Creo que si por fuerza mayor tuviese que quedarme un sólo disco de esta sinfonía, sería esta lectura de Haitink por todos los méritos que reune.
la atesoro junto con las dos de Previn, Rozhdestvensky, Kurt Sanderling, Solti, Mravinsky y las dos en vivo de Kondrahin. tengo algunas otras que no menciono por estar en una liga menor.
Cordial Saludo!!
Por todas las virtudes reunidas: interpretación sobresaliente, muy bien grabada y la participación de una de las mejores orquestas del mundo poseedora de una sonoridad fantástica. estamos frente a La Referencia.
Cordial Saludo!!
Sin negarle méritos a Haitink, Mravinsky, Previn y Rozhdestvensky, hay dos versiones que me encantan, si bien no las calificaría de referenciales:
1. Kurt Sanderling con la Sinfónica de Berlín (siempre me ha parecido un enorme acierto que como en el tercer movimiento, minuto 04:27, hace que los metales sean una risa burlona), y
2. Sanderling nuevamente, pero con la Filarmónica de Berlín, en un concierto de 1997 (dejo el link para quien pueda interesarle: https://www.youtube.com/watch?v=xRQ4n8eUO8w&t=3022s ).
Saludos!
Todas esas versiones las he escuchado, salvo la de Sanderling en vídeo, de la que tuve noticias hace tan solo unos días. ¡Gracias de todas formas!
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