lunes, 6 de abril de 2020

Quinta de Beethoven por Currentzis: producto "exclusivo" para personas "especiales"

No voy a explayarme sobre las pedanterías que Teodor Currentzis nos regala en el libreto (“The music of Beethoven exists inside ourselves in an ornamental, iron, existential costume, built monumentally for the cosmogonic needs of the 20th century”), sobre sus puyazos a la tradición interpretativa (“Pseudo-existential factories of recording legacy”, “It is tragically funny when the entire generation attaches to the Fifth Symphony some easy, "philosophical" ideas”) y sobre como luego cae en existencialismos mucho más vacíos que los que él pretende criticar (“It is not the moral beauty of proportion, easy to capture, but an immoral and invigorating beauty of light that may burn. All the high intention of this music, all this incredible energy may purify the listeners and send this new ray of light into their consciousness and spirit”). Me limitaré a decirles que es lo que yo creo escuchar en esta Quinta sinfonía de Beethoven que el director griego y su orquesta MusicAeterna grabaron en Viena entre julio y agosto de 2018 y que ahora edita –ella sola en el disco, aunque el precio del CD ronda los 16 euros– Sony Classical.


Esta es una Quinta que en buena medida continúa el sendero abierto por Harnoncourt, quien a su vez heredaba algunos aspectos de Toscanini: articulación ágil y muy incisiva, rítmica tan implacable como cuadriculada, gran relevancia de metales y percusión, y reivindicación de los aspectos más agresivos de la música beethoveniana frente a otras consideraciones. Pero Currentzis quiere, necesita ser distinto: como con la agógica no se puede apenas permitir nada, el maestro se dedica a ofrecer muchos, muchísimos juegos con las dinámicas. Constantemente y sin aportar nada en lo expresivo. Se trata, simplemente, de decir “mirad cuántas cosas nuevas descubro”. Pura pose.

Así las cosas, el Allegro con brio resulta tan agresivo como mareante: en lugar de concebir su genial arquitectura como un desarrollo orgánico de tensiones y distensiones, realiza una labor “deconstructiva” en la que la atención a los detalles impide ver el conjunto. La música no respira y todo queda en violencia gratuita.

El Andante con moto no quiere saber nada de cantabilidad, de humanismo, de sensualidad, de poesía… La indisimulada búsqueda de los máximos contrastes sonoros no oculta la falta de ideas expresivamente válidas. La música no emociona. La articulación “históricamente informada” no siempre resulta convincente y los trompeteríos llegan a molestar. Luego hay algún juego agógico, para que no se diga, pero el conjunto resulta tan vistoso como vacío y machacón. ¿De verdad que esto es lo que Beethoven quería, señor Currentzis?

Detestable el tercer movimiento. No es ya que suena “a banda de música”, lo que a lo mejor no es un desacierto. Es que suena castrense a más no poder, belicista en el peor de los sentidos. Si Karajan hace lo mismo –no, no anda muy lejos el salzburgués– uno piensa inmediatamente en los nazis desfilando, pero si lo hace Currenztis se habla de progresista renovación de una tradición obsoleta y mal fundamentada. ¡Venga ya, hombre! Por descontado, el trío carece de cualquier sentido del humor y se convierte en un ejercicio de virtuosismo –no voy a negar la claridad que consigue el maestro, como tampoco la enorme entrega de sus músicos– en el que la agresividad expresiva vuelve a imponerse.

El Finale arranca con una brutalidad por completo inadmisible, de un mal gusto que echa para atrás, y se desarrolla dentro de los mismos parámetros de vulgaridad, machaconería y violencia. Al fagot le han puesto un micrófono delante, con resultados de lo más discutibles: una cosa es que se escuchen sus intervenciones y otra muy distinta que adquiera protagonismo. En general, el equilibrio de planos resulta desafortunado. Por lo demás, ¡adiós al triunfo contra el destino, vivan las fuerzas armadas!

Esta Quinta gustará mucho a un determinado tipo de público. Aquel que, como Currenztis, se siente distinto a la mayoría de la humanidad, mucho más sensible que el común de los mortales y destinado a revelarles a estos la VERDAD, así con mayúsculas. Lástima que Sony Classical no haya decidido incluir junto al CD una pequeña muestra del perfume –390 euros el frasco, va en serio– que ha lanzado el maestro. Quedaría más clara su pertenencia a la categoría de producto exclusivo.

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Por supuesto, yo ya ando en casa. Escribiré poco a poco sobre lo que he escuchado en Bucarest.