domingo, 30 de diciembre de 2018

Gran Mozart de Mena, Perianes, la OJA y la Barenboim-Said

Con el Concierto para piano nº 27 de Mozart y La Consagración de la Primavera de Stravinsky se presentaba ayer sábado en el Teatro de la Maestranza una orquesta de más de un centenar de jóvenes que venían al cincuenta por ciento de la Orquesta Joven de Andalucía y de la Academia de Estudios Orquestales de la Fundación Barenboim-Said, organización esta última que ha sido promotora del evento, responsable de cargar con la mayoría de los costes y encargada asimismo de contar con la complicidad de la batuta española más internacional, la de Juanjo Mena, y con el enorme Javier Perianes como solista. Todo ello en un contexto político muy delicado que intentaré explicar a los lectores no españoles. Después de treinta y seis años gobernando sin interrupción en la comunidad autónoma de Andalucía, el Partido Socialista muy probablemente va a tener que dejar el poder en manos de una coalición de los dos formaciones de derechas, PP y Ciudadanos, contando estas con el apoyo de la ultraderecha de VOX. Ya se anuncia una bajada de la fiscalidad –bajar impuestos es beneficiar a los ricos en detrimento de los servicios públicos– que llevará aparejada tanto una racionalización del gasto, algo sin duda necesario, como unos fuertes recortes en esas cosas habitualmente consideradas “superfluas”. De momento, VOX ha pedido cerrar nada menos que el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo y la Fundación Andaluza de Flamenco –que por cierto tiene su sede aquí, en Jerez–, demostrando a las claras de qué pie cojean esos señores.

¿Peligra la Orquesta Joven de Andalucía? No creo que los presuntos nuevos moradores del Palacio de San Telmo –aún no ha tenido lugar la investidura– tengan la intención de cometer semejante tropelía. Más me preocupa la Fundación Barenboim-Said, porque desde el mismo momento de su creación hay toda una corriente en los medios de comunicación que pretende hacer creer al lector poco informado que la misma tiene como objetivo “sacar el dinero a los andaluces” para ofrecérselo a músicos del otro extremo del Mediterráneo, o incluso que el propio Barenboim “se lo lleve calentito”; todo ello, supuestamente, para una visita al año de la West-Eastern Divan, al tiempo que –siempre según esas mismas fuentes– las cantidades invertidas en dicho proyecto conducen a la desatención de los jóvenes músicos andaluces.


Por eso mismo las referidas voces no solo procuran ningunear –en la cobertura periodística y en las críticas musicales– las visitas de la WEDO, sino que además apenas se hacen eco de las numerosas actividades de la Fundación para los estudiantes de música aquí en tierras andaluzas, incluyendo talleres a cargo de miembros de la Staatskapelle de Berlín, de otras grandes orquestas y numerosos profesores de la Sinfónica de Sevilla; por no hablar de la oportunidad de poner el pie en nuestros escenarios con programas sinfónicos de gran exigencia, y hacerlo de la mano de batutas de probada categoría, en este caso la del citado Mena. Podría incluso ocurrir –o no, a lo mejor estoy delirando–que desde algún medio se omitiera la participación al cincuenta por ciento en el concierto de ayer de jóvenes de la Barenboim-Said, e incluso se silenciara la iniciativa de la referida institución en el encuentro, haciéndolo pasar como uno de los conciertos anuales de la Joven Orquesta de Andalucía previstos inicialmente en el calendario de esta formación. Al fin y al cabo, de lo que se trata es de hacer creer al personal que la Fundación Barebnboim-Said nada hace y para nada sirve, para que de esta manera cuando la derecha decida cargársela, nadie ponga el grito en el cielo. Y nos quedaremos sin talleres, sin cursos de perfeccionamiento, sin recitales de cámara para espolear a los jóvenes y sin conciertos como este de ayer mismo.

¿Y cómo sonó la orquesta? A mi entender, de manera formidable en Mozart y bastante menos en Stravinsky. Y no, no se trata de que el segundo compositor sea más difícil, porque más bien es lo contrario: en la música del de Salzburgo el menor desajuste queda al descubierto. Magníficamente conducidos por la batuta experimentada y rebosante de técnica de Juanjo Mena, los chicos de Barenboim-Said y de la Orquesta Joven de Andalucía hicieron un enorme trabajo en lo que a empaste, articulación y fraseo se refiere. La cuerda sonó sedosa, tersa y con carne suficiente; las maderas sensuales y nada ácidas; el conjunto muy redondo y sin la menor pesadez, más bien con un punto de ligereza que pidió el maestro de Vitoria. En La Sacre du Printemps la cosa cambió, porque entre el ingente número de músicos adicionales con respecto a Mozart había de todo, chavales de enorme nivel y chavales a los que las muy particulares demandas stravinskianas les venían grandes. Los metales, concretamente, evidenciaron irregularidades que desde la batuta no se lograron disimular. Mena tampoco logró que sonaran empastados: por momentos resultaron muy excesivos, y que conste que sé de qué clase de obra estamos hablando (aquí va mi antigua comparativa). Sea como fuere, habida cuenta de la media de edad de los integrantes de la formación y de que para muchos esta es una de sus primeras actuaciones sinfónicas ante el público, globalmente no podemos sino aplaudir los resultados y sentirnos orgullosos de que a la nómina de buenos, excelentes e incluso sensacionales instrumentistas de nuestra tierra podremos seguir añadiendo un buen puñado de nombre en el futuro.

Vamos a por la interpretación propiamente dicha, que de eso no hemos hablado. El Mozart de Mena y Perianes fue el apolíneo por excelencia. Es decir, nada de densidades “protorrománticas”, de pathos ni de tensiones lacerantes, pero menos aún de incisividades, de nerviosismo y de claroscuros excesivos de corte más o menos historicista. Personalmente nunca olvidaré la recreación que en este mismo escenario hicieron Barenboim y los de la WEDO en 2015, pero esta opción “clásica” en el mejor de los sentidos me pareció irreprochable, por la sencilla razón de que el último de los conciertos pianísticos de Mozart es uno de los más claramente serenos y luminosos de toda la serie, Mena hizo frasear con amplitud y cantabilidad, pero también con un grado de ligereza –por momentos excesiva, para mi gusto–, a una cuerda bien nutrida (¡qué alivio en los tiempos que corren!) y a unas maderas que supieran no perder protagonismo, sabiendo aportar elegancia, amabilidad bien entendida, carácter risueño y ese grado muy especial de melancolía que necesita la música de Mozart. A falta de un punto extra de amargor, de tensión punzante en los clímax del Larghetto, me pareció una recreación para quitarse el sombrero, dicho sea con la misma sinceridad con la que hace unos días escribí que no me convenció en absoluto su Schubert con la Nacional de España.

 
Sobre Perianes, ¿qué decir a estas alturas? Ya no hay ningún problema en reconocer al de Nerva como uno de los mejores pianistas del planeta –ninguna exageración aquí–. En una obra como este KV 595 Javier puede dar rienda suelta a su interés por la belleza sonora más depurada sin por ello quedarse en la epidermis. Sí, su recreación fue bellísima en lo puramente sonoro, pero también de una musicalidad exquisita. Uno no sabe qué admirar más, si la riqueza de la pulsación, la manera de ligar las notas, la amplitud de las líneas melódicas, la infinidad de detalles plenos de delicadeza sin asomo de narcisismo, la capacidad para ser risueño y al mismo tiempo dejar entrever una fragilidad provocada por la amargura… Por descontado que hay otras posibilidades, pero el suyo fue un gran Mozart-Mozart, ortodoxo al cien por cien, irreprochablemente planteado y resuelto de manera inmejorable. De propina, una Danza del fuego falliana en la que el pianista andaluz pudo hacer gala de su vena más temperamental.

De Mena esperaba mucho más en La Sacre. Lo que más me gustó de su recreación fue la claridad con que trató el complejísimo tejido orquestal de la partitura, volviendo a demostrar que el virtuosismo de su batuta es superlativa. Lo que menos, la discontinuidad de las tensiones, a todas luces lo más difícil de conseguir en una página que tiende a sonar como una yuxtaposición de números aislados; creo que solo en la “danza de la elegida”, quizá por estar el resto del tiempo muy pendiente de coordinar a los chavales, logró planificar las tensiones de manera convincente. El idioma, por otra parte, no estoy seguro de que fuera el correcto en todo momento: en algún pasaje las maderas no sonaban con esa sequedad y esa incisividad propiamente stravinskianas. Eso sí, nada hubo de precipitaciones, de nerviosismo ni de falta de concentración: al maestro tenía los pies bien puestos sobre el suelo y sabía lo que hacía.

De propina se ofreció una Marcha Radetzky extremadamente ruidosa que a mí no me gustó, pero que hizo al público ponerse en pie de inmediato. La gente se lo pasó en grande, los chavales superaron con éxito su prueba de fuego y se ofreció un gran Mozart que demostró que todavía, mal que le pese a algunos, se puede hacer así este repertorio. Todos contentos. Hoy se repite el concierto en Almería.

2 comentarios:

Alberto dijo...

Hola Fernando, yo también estuve en ese concierto celebrado en Almería al día siguiente. Estoy totalmente de acuerdo con tu valoración sobre Perianes y Mena. Su Mozart sonó tan maravilloso, tan aparentemente fácil por parte del pianista (qué dominio del discurso y qué facilidad técnica). En cuanto la segunda parte, la verdad es que yo no conozco bien la obra ( hacía tiempo que no la escuchaba, nunca he llegado a dominarla por entero,tengo la version de Haitink, que es una buena opción, creo). Además es la primera vez que la escuchaba en vivo y disfrute como un enano. Para mi fue impresionante, sí bien es cierto que note ciertos desajustes en algunos instrumentos de viento, eso sí es verdad.
Como propina Perianes interpretó un preludio de Chopin. Genial.
Saludos y feliz año desde Almería.
Carlos Alberto.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Muchísimas gracias, Alberto. Movido por tu intervención, acabo de escribir esto:

http://flvargasmachuca.blogspot.com/2019/01/mozart-como-bohm-y-karajan-si-por-favor.html

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