miércoles, 8 de febrero de 2017

Arteaga

Solo escribo obituarios en este blog cuando el fallecimiento me afecta de manera especial. Es el caso: José Luis Pérez de Arteaga nos ha dejado con tan solo sesenta y seis años de edad. Mi faceta de melómano debe mucho a este señor. Él contribuyó de manera considerable, allá por la segunda mitad de los años ochenta, a desarrollar mi afición por la música de cine, tanto por algunos textos suyos que se incluían en la enciclopedia Los grandes temas de la música –que mi padre había coleccionado pacientemente y yo consultaba de vez en cuando– como por la costumbre que tenía de programar bandas sonoras en su ya mítico programa El mundo de la fonografía. Aún recuerdo cómo daba instrucciones de ordenar siguiendo la secuenciación de la película, y no la del disco, bandas sonoras como la de Las brujas de Eastwick, que a su vez yo grababa en casete y escuchaba una y otra vez. Fue precisamente esa –todavía hoy, magnífica– obra de John Williams uno de los primeros vinilos que compré en mi vida. También gracias a él escuché por primera vez El imperio del Sol o El último emperador, por ejemplo. Como ya pueden imaginar, de ahí a interesarme por el resto del programa y empezar a aprender –al mismo tiempo que devoraba ejemplares de la revista Ritmo– sobre grandes figuras de la interpretación musical solo había un paso.


Fueron sus escritos –junto con una modélica comparativa de mi querido amigo Ángel Carrascosa sobre la Octava sinfonía– los que asimismo despertaron muy pocos años más tarde uno de mis grandes amores musicales: Dmitri Shostakovich. Fue Arteaga quien me reveló, entre otras muchas cosas sobre el autor, qué es lo que realmente había detrás de la fantasmagórica Decimoquinta sinfonía, una música que lleva años obsesionándome. Y fue él también que me descubrió –lamento decir que Ritmo andaba despistada al respecto– que no fue sino Gennady Rozhdestvensky quien realmente ofrecía (¡y no Haitink, señores míos!) un Shostakovich verdaderamente rebelde, contestatario y desafiante con respecto a las interpretaciones más o menos oficiales, más o menos domesticadas. En Mahler, sin embargo, Arteaga nunca me dijo gran cosa: todavía soy incapaz de encontrar criterios claros a la hora de colocar estrellitas en la completísima discografía que incluye en su monumental monografía sobre el autor de La Canción de la Tierra.

Nunca tuve la oportunidad de conocerle personalmente. Le vi muy poco en persona, casi siempre de lejos. La excepción fue una conferencia que dio aquí en Jerez de la Frontera, en la que tuve la única oportunidad de escucharle en vivo. Por desgracia los organizadores, con el recientemente fallecido José Luis de la Rosa a la cabeza, no solo no tuvieron la deferencia de presentármelo sino que se cuidaron de que me mantuviera a distancia. Aquello me dolió bastante: me hubiera encantado acercarme y decirle lo mucho que había aportado a mi vida musical.

¿Lo peor de todo? Los melómanos nos quedamos sin el gran trabajo que nos debía: un libro sobre Shostakovich que a buen seguro se hubiera convertido en verdadera referencia. Descanse en paz.

13 comentarios:

Bruno dijo...

Yo empecé a comprar el Ritmo sobre los 66. Creo que a partir de ahí empezó lo mejor hasta que el asunto empezó a mercantilizarse. Y luego salió el Scherzo que empezó bien y fué decayendo poco a poco.
Hace unos 15 años dejé de comprar ambas. Si alguien me las compra se las vendo.
En aquella época Arteaga se destacaba por su apasionamiento en su escritura y por dar noticia de intérpretes y de músicas interesantes. Nielsen por ejemplo y su Conmotio. La 5 Nielsen de Kletzki.
Sobre Mahler fué el casi primero, Sopeña, que dió noticias.
De Chostakovich hizo un estupendo estudio de sus sinfonías, a la sombra de Prokofiev. Luego tradujo el Testimonio, hoy no se encuentra. Un libro interesantísimo sobre todo por lo que cuenta de los comunistas soviéticos.
Habló de Haitink cuando nadie sabía del mismo. Y más cosas.
Tambien le dedicó muchos artículos a Mahler cuando era un desconocido. Luego un libro. Despues de haber insistido en La Grange y en Donals Mitchell.
Creo que en Mahler era bastante equilibrado. No se pronunciaba sobre un línea de interpretación sino si cada línea estaba bien seguida.
Ahora a Mahler se le interpreta muy pulidamente pero en aquella época Mahler era una curiosa mezcla de vulgaridad y elevación. Un orate que hace sus discursos sobre el mundo con música, casi palabra. No era muy aceptado. Frubeck, la ONE, hizo un ciclo completo que fué una gran sorpresa. Antes se había interpretado algo y los abonados huían. Yo escuché a Spiteri en la primera y me conmocionó esa música bullanguera descarada, vulgar, acompañada de partes mucho mejores. Sin pulir. Horenstein interpretó las canciones del Camarada y la gente no sabía si estábamos ante música culta o popular. En fin, Arteaga comentó e incentivó esa movida. Y comentó ampliamente ese ciclo. Trabajó en algo que mereció la pena. Y ahora veo que era más joven que yo. Descanse en paz.

Anónimo dijo...

Yo también estoy en deuda con él. Estuve muchos años siguiéndolo en la radio. Todos los meses recibía el boletín de programación de Radio Clásica, y lo primero que miraba era qué obras iban a sonar los sábados y domingos de 4 a 7 de la tarde. Aquellos meses inolvidables dedicados a Shostakovich... Qué gran pérdida.

Alberto Ayas Linde

Carlos Alberto dijo...

Igual que vosotros, yo también voy a echar de menos sus tardes del sábado y domingo con El mundo de la fonografia, aunque ahora lo seguía menos. Han sido tantas horas de descubrimientos y de caminos que en su programa se abrían y tu transitabas... Yo también subrayaba avidamente en el boletín de radio 2 y grababa en cassettes..., qué tiempos. Y aparte de Shostakovich, Mahler o George Szell, a los que adoraba, sus programas de música de cine... ahí descubrí yo por ejemplo a Elmer Bernstein o a el gran Bernard Hermann... En fin, se están yendo tantos referentes últimamente. A Arteaga, como lo llamaba Mandriles, en su seccion "El baratillo", y aun recuerdo la entrevista que le hizo, siempre lo recordaremos.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Muchas gracias por compartir vuestras enriquecedoras experiencias.

Carlos Alberto, una curiosidad: tengo la sensación de que Nadir Madriles, el de "el baratillo", nunca existió, sino que se trataba de un pseudónimo de alguno de los críticos habituales de Scherzo. No es más que una sospecha, desde luego, porque nunca he tenido ni tengo el menor contacto con los entresijos de esa revista, pero esa es mi impresión. Saludos.

Carlos Alberto dijo...

Es que yo lo escuché una vez en la radio. Era reacio a las entrevistas, según explicó Arteaga, pero accedió a una telefónica. Era un señor muy mayor, por la voz, y recuerdo por ejemplo que recomendó una estupenda tercera de Rachmaninoff por un director muy desconocido que era superior a algunas muy renombradas, como la de Maazel -creo que lo mencionó-. Lástima que no recuerde el director, me parece que era con la Sinfónica de Moscú, la grabé ese dia si no mezclo las fechas y en efecto era muy buena..., aun debo tener la cassette, ahora, si alguien gastaba alguna broma haciéndose pasar por el tal Nadil Mandriles que nunca existió... pues no lo sé la verdad.
Por cierto que hay por ahí un artilugio para pasar a mp3 esas cassettes de tanto valor sentimental, con el valor añadido de las interferencias. Aunque acostumbrados a la limpieza del sonido del Cd -que yo aún no manejo Blu-rays-, para mi tienen su encanto, pues ya no tengo donde reproducirlas.Es música que nos ha acompañado en tantas ocasiones y merece la pena. Cada cual tiene las suyas. A veces son de conciertos en directo inencontrables con esa magia. Saludos

Anónimo dijo...

El director era Igor Golovchin, el piernas, como me parece que lo llamó Arteaga alegando a su mote. Puedes encontrar esa grabación en un Cd de Naxos con la Sinfónica de Moscú. Sigue siendo mi versión favorita.

Carlos Alberto dijo...

Es verdad, esa es la versión sí. Muchas gracias por el dato, me haré con el disco porque es mi versión de referencia, aunque confieso que no he escuchado demasiadas. Igual nuestro amigo Fernando se anima y hace de ella una de sus geniales comparativas...

Anónimo dijo...

De nada Carlos. Por cierto, comenté que estaba ediitada en Naxos, me parecía recordar eso pero es en otro sello barato en el que lo está. No tengo aquí el CD a mano pero seguro que echando un vistazo en internet la encuentras. Stop deseando ver qué opina Fernando en una de sus comparativas. Para mí esta se ha convertido en mi página de referencia. Saludos.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Gracias por vuestros comentartios y por vuestro interés.

Sobre mis comparativas, decir que cada día me encuentro más insatisfecho de ellas. De hecho, estuve a punto de subir ayer una del Concierto para violonchelo de Schumann y lo he tenido que dejar. No me fío de mis opiniones antiguas y necesitos volver a escuchar varios discos y tomar nuevas anotaciones que reemplacen (o comfirmen) las que tenía.

En cuanto a las Danzas húngaras, le debo a Ritmo haber conocido mi versión favorita: Iván Fischer en Hungarotón (las que tiene en Philps me gustan bastante, pero no son tan buenas y están mucho menos bien gtrabadas).

¿Igor Golovschin? Puede que la memoria me falle, pero creo que le escuché hace ahora unos veinte años en la Iglesia de San Miguel de Jerez dirigiendo uno de esos conciertos de valses y polcas con motivo del Año Nuevo.

En cuanto a Nadir Madriles, yo también escuché esa entrevista que le hizo el Arteaga. Debió de ser en el curso 1992-93 (porque me acuerdo hasta del piso donde estaba residiendo por aquél entonces). Me dio la impresión clarísima de ser lo que hoy llamaríamos un fake: un señor de mediana edad haciéndose pasar por un adorable señor mayor de esos que dedican su abundante tiempo libre rastreando en las tiendas. Un personaje muy bonito, pero inventado. Recuerdo que a Arteaga se le abrió el micrófono sin querer y se le escapó un ("¡qué bien ha quedado!") al terminar la entrevista. Y se me volvió a confirmar la impresión de que no había nadie al teléfono; de que en realidad era uno de los críticos habituales de Scherzo, allí mismo en el estudio, montando con la complicidad del tristemente fallecido periodista una bonita, simpática y creo que en absoluto malintencionada broma al personal.

Saludos cordiales.

Bruno dijo...

Nadir Madriles era un benefactor de la humanidad.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Quiero ser sincero: nunca le hice mucho caso a Madriles ni a ninguno de los críticos de la revista Scherzo. Me costaba mucho trabajo identificarme con sus gustos. Me sigue costando. Incluso hay firmas importantes en esa revista, de antes y de ahora, cuyas críticas utilizo "al revés": si a este señor le gusta ese disco, debo mantenerme lejos de él. Y viceversa. Ritmo, por el contrario, no me solía fallar (ahora sí, me temo). Saludos.

Julio Salvador Belda Vaguer dijo...

Tristeza. Descanse en paz un grande de la música y la comunicación.

Bruno dijo...

Madriles se ocupaba de grabaciones dignas que no rebasaban la cantidad que establecía.
No había referenciales pero sí lecturas muy adquiribles. Krips, Kerstez, Hollreiser, Dixon, y de ese nivel. Simplemente eran reediciones, sonido mejorable, para el que se hacía una discoteca.
En aquellos tiempos no había youtube, ni descargas ni era fácil copiar cd´s de un amigo.

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