La Quinta de Prokofiev nos ofrece lo mejor y lo peor del maestro de origen húngaro. El primer movimiento es un claro error, porque la velocidad que toma Szell no solo se lleva por delante la “grandeza pesimista” y el vuelo lírico del mismo, sino que también lo hace sonar por momentos frívolo e incluso equivocadamente jubiloso. El tercero convence bastante más, pues aunque careciendo de la atmósfera opresiva apropiada, posee virulencia y garra dramática. Los movimientos pares son magníficos, pues aquí la batuta extrae de su orquesta una sonoridad de lo más apropiada –soberbias las maderas–, traza la arquitectura con indesmayable tensión, aclara las texturas con precisión de cirujano –aun haciendo uso de tempi veloces– y sintoniza sin problemas con la ironía de los pentagramas. Interpretación muy irregular, pues, que se beneficia de una toma sonora admirable.
En el Concierto para orquesta las cosas funcionan de manera mucho más satisfactoria. Se puede profundizar más en la atmósfera ominosa de algunos pasajes, paladear mejor ciertas frases –tema lírico del cuarto movimiento– y resolver con mayor depuración determinados pasajes –transición en la melodía de La viuda alegre–, pero lo cierto es que Szell consiguió aquí un logro mayúsculo con una interpretación no solo del trazo irreprochable y la solidez musical que en él podía esperarse, sino además maravillosamente bien diseccionada en cada una de las líneas y, sobre todo, está dicha con una convicción expresiva no del todo habitual en el maestro. Y es que en esta ocasión sabe desplegar magia poética en el nocturno central, cargar de fuerza trágica los clímax y ofrecer brillantez más dramática que jubilosa en el final, mientras acierta especialmente en todo lo que la obra tiene de ironía y sarcasmo, bien respaldado en este sentido por las maderas, un punto ácidas, de la magnífica formación norteamericana. Un disco a buscar, por el Bartók.
4 comentarios:
Dice: ese director muy interesante, pero a mi entender algo sobrevalorado, que se llamaba George Szell.
Sepa que le mando a unos cuantos padrinos para aclarar las cosas.
Tengo claro que Szell es un gran director, Bruno, pero sinceramente no me parece el grandísimo maestro que algunos reivindican (por ejemplo, en las páginas de Scherzo). Rara vez (este Bartók es una de las excepciones) ofrece lecturas "de referencia", a mi entender por sus dificultades para desplegar poesía y emotividad. Sí, creo cierto el tópico de que Szell era un director frío. Eso sí, como constructor de arquitecturas era excepcional.
Bajo mi punto de vista y considerando que en lineas generales Szell es un excelente director, su interpretación del Concierto para Orquesta de Bartók resulta en cierto modo fallida, ya que recorta justo en el último movimiento parte de la música, la que va de los compases 426 a 555; una transición de música nocturna que hay justo antes de la coda final. Por ello, pese a todo, prefiero otras versiones, que lo de mutilar músicas me parece ir más allá de lo que el oficio del director debe ser.
Muchas gracias por la aclaración. Lo cierto es que no reparé en el corte. Estoy de acuerdo con usted en que los directores no deberían permitirse semejantes licencias. A Klemperer le pasó algo parecido con la Octava de Bruckner.
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