A la espera de que me llegue el DVD de Barenboim que acaba de comercializarse, he dedicado esta tarde del lunes a ver una filmación que tuve la oportunidad de conocer hace ya muchos años gracias a una emisión televisiva: la Lulu de Alban Berg que se ofreció en la Ópera de París en 1979 con dirección musical de Pierre Boulez y puesta en escena de Patrice Chéreau, esto es, el tándem que por esos mismos años andaba haciendo el Anillo wagneriano en Bayreuth. Como todo el mundo sabe, se trata del estreno de la versión en tres actos completada por Friedrich Cerha después de no pocos problemas, y su audio todavía sigue siendo uno de los registros más clásicos emblemáticos comercializados por Deutsche Grammophon. Por desgracia, el vídeo no ha conocido aún una edición oficial: lo que yo he manejado es una copia de muy deficiente sonido e imagen solo aceptable –en formato panorámico, eso sí– bajo el sello Dreamlife, con subtítulos en chino y japonés.
Urge que se localice el máster original y se ponga a disposición del público, porque estamos hablando de una joya del teatro musical: la producción de Patrice Chéreau, realista al cien por cien –no hay espacio para elementos conceptuales– pero no por ello vulgar ni convencional, es una obra maestra en lo que a dirección de actores se refiere, tanto por su credibilidad como por la manera que tiene de poner en evidencia los motores internos –impulsos primarios, no solamente sexuales– que mueven a todos los personajes de la trama. Su manera de encajar con la música, además, es absoluta, por no hablar de la sabia utilización del espacio escénico diseñado con sus habituales tonos azulados por Richard Peduzzi.
La dirección de Boulez al frente de la Orquesta de la Ópera de París sigue pareciendo extraordinaria, puro hielo ardiente, aunque a mí me parece que se puede indagar bastante más –veremos lo que hace Barenboim– en los aspectos líricos y sensuales de la obra, que los tiene y en cantidad considerable.
Ahora bien, encuentro algunos reparos en lo que se refiere a los cantantes, casi todos ellos descomunales en el plano teatral pero a veces muy apurados por las terribles exigencias canoras de la partitura. Es lo que le ocurre a Teresa Stratas, por lo demás una Lulu sorprendentemente frágil y delicada, mucho antes víctima que verdugo aunque sin dejar a un lado los aspectos retorcidos del personaje. Franz Mazura y Kenneth Riegel sortean con bastante inteligencia los escollos de sus roles de padre e hijo, pero el Schilgolch de Toni Blakenheim da pena oírlo. Yvonne Minton canta muy bien, claro, pero a mi entender le falta un punto más de personalidad tanto vocal como expresiva en el rol, fascinante, de la Condesa Geschwitz. Robert Tear sí que está brillante como el pintor. Notable Hanna Schwarz en sus tres breves papeles.
En cualquier caso, tampoco podemos olvidar que las situaciones límite a las que se enfrentan los cantantes sirven también para subrayar la tensión psicológica extrema de unos personajes que se mueven al filo de la navaja. Si a esto sumamos el perfecto control de los medios de que hace gala Boulez y su absoluta sintonía con este repertorio, el resultado es una lectura musical bastante satisfactoria. ¿Y la edición de Cerha? Pues estoy de acuerdo con que en la escena de París la calidad musical desciende bastante, pero todo el final en Londres es descomunal. Ni que decir tiene que la obra se entiende mucho mejor así, completando la estructura simétrica cuidadosamente diseñada por Berg.
Muy resumidamente: puesta en escena extraordinaria e interpretación musical más que notable, aunque solo eso, al servicio de una música excepcional. No basta con el triple CD: el vídeo debe circular. De momento, procuren ver el YouTube –arriba lo tienen- antes de que lo quiten.
2 comentarios:
Ya se tardaron los de DG en publicar el dvd de Boulez-Chéreau que pienso dejaria mas, que el de barenboim que se anuncia para dentro de poco, pues ese no es la version de Cerha, sino que fue mas bien una version hecha expresamente para esa produccion berlinesa.
Efectivamente, la de Barenboim no es la de Cerha, sino una especie de remix hecho para la ocasión. En principio, desconfío. Veremos. Por cierto, ahora estoy viendo la de Levine en el Met, de 1980. Bastante menos buena que la de Boulez/Chéreau...
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