No sin aprovechar para desearles Feliz Navidad a quienes se pasen por aquí en estas fechas, dejo unas notas sobre el concierto de la Orquesta Nacional de España del pasado domingo 21 de diciembre, con un programa de esos muy populares que garantizan un lleno hasta la bandera y largos aplausos al final: Turina, Sibelius y la Fantástica de Berlioz. Dirigía Juanjo Mena, quien por la noche se encargaba de la Novena de Beethoven: a eso no fui porque preferí la velada Mahler con Christian Gerhaher en la Zarzuela, que a la postre fue excelsa.
Pero volvamos a la mañana del domingo. Ritmos es una obra tan bonita y seductora como todas las de Joaquín Turina, pero a mí se me antoja un tanto insustancial; prefiero sus Danzas fantásticas, a decir verdad. Mena acertó por completo a la hora de buscar un equilibrio entre lo español y lo digamos que “impresionista”, y extrajo –como en el resto de la sesión– un admirable partido a la orquesta.
El maestro vasco acertó asimismo en otro difícil equilibrio, el que se produce en el Concierto para violín de Jean Sibelius, obra de clara transición, entre la tradición romántica y la plena madurez del compositor; fue la suya una dirección no muy personal ni creativa pero sí poderosa, expresiva y trazada de una pieza. Quien no me convención fue Frank Peter Zimmermann, muy aplaudido por el respetable: una cosa es sortear con virtuosismo una obra tan extremadamente difícil de tocar y otra es hacerlo con acierto en lo expresivo. A mí su trabajo me pareció, en general, alicorto en calidez y en vuelo poético, sobre todo en un primer movimiento donde un fraseo entrecortado y con amaneramientos intentaba fingir pasión donde había poca sinceridad. Bastante más centrado estuvo el violinista alemán en el Adagio di molto, mientras que en esa especie de danza macabra que es el Allegro conclusivo resultó más nervioso y apremiante que verdaderamente dramático.
Por fortuna se quedó en anécdota –fue solo una bajada de azúcar– el desmayo en el primer movimiento de un señor que, situado en los bancos del coro, obligó a interrumpir la interpretación; Zimmermann, Mena y la orquesta se comportaron con profesionalidad, esperaron a que el revuelo se calmara y retomaron la obra en un pasaje anterior. Confiamos en que el caballero se haya recuperado del todo.
Irregular la interpretación de la obra más famosa de Héctor Berlioz. En el primer movimiento de la Sinfonía fantástica Juanjo Mena decidió prescindir de la bruma y el carácter en exceso decadente con que lo abordan directores que en eso de “ensueños-pasiones” le dan más importancia a lo primero que a lo segundo. Bajo su batuta resultó rápido, decidido y directo, pero de tanto limpiar la atmósfera le quedó algo desangelado.
El vals lo hizo bajo el mismo prisma, con vivacidad y por completo ajeno al hedonismo sonoro; de nuevo se le fue la mano y el resultado careció de carácter sensual. Lo mejor de su interpretación estuvo en la escena campestre, no muy convincente –de nuevo escasa la poesía– en su arranque y conclusión, pero de enorme emotividad en el desarrollo, guiando la batuta de Mena a unos entregadísimos violonchelos para que frasearan con una cantabilidad para derretirse, dejando a la música que se desenvolviera con fluidez y destilando una poesía transparente y depurada.
Marcha al patíbulo y Aquelarre, muy bien tocados y dichos con entusiasmo, pero un tanto de cara a la galería: Mena ofreció más vistosidad que imaginación, y atendió antes a las grandes líneas –admirablemente trazadas– que a las sutilezas. El público disfrutó de lo lindo, ya les digo.
Un cajón de sastre para cosas sobre música "clásica". Discos, conciertos, audiciones comparadas, filias y fobias, maledicencias varias... Todo ello con centro en Jerez de la Frontera, aunque viajando todo lo posible. En definitiva, un blog sin ningún interés.
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2 comentarios:
¡Feliz Navidad igualmente!
¡Creo que robot se ha vuelto benigno!
Hace poco tuvimos un pequeño debate, junto a otro interviniente, sobre los nazis y la resistencia a los mismos. Me acabo de encontrar una referencia a un libro que habla de ello. En el libro hay un texto de la amante de Picasso y a las razones, buenas, por las que se quedó en el París ocupado que me recordaron a los líos que tuvo Furtwangler. Ya lo siento pero hay muchos que pretenden reinventar el pasado. Somos lo que somos. Un saludo. http://andtheshowwenton.com/docs/Voz_de_Galicia_Riding.pdf
El robot se ha vuelto un hada.
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