1 - El mar y la nave de Simbad.
2 - La historia del príncipe Kalendar.
3 - El joven príncipe y la joven princesa.
4 - Festival en Bagdad. El barco se estrella contra un acantilado coronado por un jinete de bronce.
Lo que sí podemos apuntar, antes de pasar a nuestro habitual repaso de versiones discográficas, es que se adivinan tres grandes líneas interpretativas: la rusticidad y el sentido teatral de corte ruso, la opulencia y densidad germánicas, y el sensual difuminado protoimpresionista de sabor francés. Markevitch, Karajan y Ozawa son ejemplos claros de cada una de ellas, aunque la mayoría de los directores se mueven en una zona intermedia de este triángulo acercándose a uno u otro de sus ángulos en función de su particular sensibilidad.
1. Monteux/Sinfónica de San Francisco (RCA, 1942). Una duración de 38’46’’, cuando la media se acerca a los tres cuatros de hora, ya nos pone en alerta ante una interpretación que, efectivamente, no se encuentra muy paladeada y está fraseada sin grandeza ni sensualidad, sino más bien con cierto nerviosismo. A cambio, el ya veterano maestro parisino –sesenta y siete años contaba por entonces– nos entrega una buena dosis de energía y sentido teatral, también algún que otro exceso, en una interpretación que resulta ante todo vivaz, colorista y pintoresca. Así las cosas, lo menos convincente es un tercer movimiento muy rápido y dicho de pasada, y lo mejor una fiesta en Bagdad muy vistosa, seguido por un naufragio de gran fuerza expresiva. La orquesta norteamericana, como era de esperar, está lejos de los estándares de hoy día; Monteux, curiosamente, no la hace sonar muy a la francesa, sino más bien con cierta rusticidad sonora. El violín de Naoum Blinder aporta poco. (7)
2. Fricsay/Sinfónica de la Radio de Berlín (DG, 1956). Toma monofónica de muy buena calidad para una interpretación de enfoque muy germánico, de sonoridades densas y robustas, apreciable pathos y tempi deliberados –lentísimos en el tercer movimiento–que permiten paladear las melodías con extraordinario primor y rica acentuación. El problema es que con semejante enfoque al maestro se le va un poco la mano y el resultado es un tanto pesante, sin todo el sentido narrativo que debiera y no siempre con toda la poesía posible; el pulso mejora de manera considerable en un cuarto movimiento mucho más ortodoxo y con mucha garra. (7)
3. Beecham/Royal Philharmonic (EMI, 1957). Notabilísima realización que opta por lo atmosférico, sensual y evanescente sin perder pulso y sin caer en el narcisismo, todo ello evitando igualmente la tosquedad y lo efectista. Sólo se echa de menos un punto más de tensión dramática y de variedad expresiva, como también de claridad orquestal. Muy bueno el violinista, aunque quizá no todo lo poderoso y rebelde que debiera en determinados momentos. Toma sonora espléndida para la época. (8)
4. Von Matacic/Philharmonia (EMI-Testament, 1958). Respaldado de manera inmejorable por la formación de Klemperer, que ofrece una verdadera lección de virtuosismo –impresionante la Fiesta en Bagdad–, el maestro croata ofrece una interpretación rigurosa en todos los sentidos, esto es, trazada de manera ejemplar, ajena a cualquier devaneo sonoro y al orientalismo de bazar, y bien tensada hasta alcanzar momentos muy escarpados y de gran carga dramática –choque de Simbad contra las rocas–, pero también en exceso sobria y objetiva, ajena a la poesía, a la sensualidad y a la magia sonora que sin duda piden los pentagramas. Un poco como si el titular de la Philharmonia –no muy inspirado el violín, por cierto– hubiera estado vigilando desde los pasillos del estudio de grabación… Buen sonido estereofónico. (7)
5. Kletzki/Philharmonia (EMI, 1959?). La Philharmonia vuelve a mostrarse pletórica en esta interpretación que sigue la misma línea de la realizada poco antes con Von Matacic, es decir, sobria, rigurosamente trazada y ajena a preciosismos sonoros, además de recorrida por un admirable carácter dramático, pero esta vez con un maestro que alcanza un grado bastante superior de inspiración y comunicatividad. El viaje de Simbad alcanza así una enorme grandeza, las aventuras del Príncipe Calender poseen elevado sentido narrativo y la fiesta en Bagdad resulta trepidante sin dejar de estar maravillosamente controlada. Un poco más de encanto y sensualidad en el tercer movimiento y esta interpretación podría considerarse como una de las referencias. El violín de Hugh Bean, por su parte, ofrece momentos muy encendidos. La toma sonora original parece extraordinaria pero, como ya expliqué en este blog, el ripeo de Lp realizado por Amazon resulta aberrante. (9)
6. Bernstein/Filarmónica de Nueva York (Sony, 1959). Una pena que Lenny no volviese a registrar esta obra en su etapa de madurez, porque este temprano registro ya apunta maneras con un fraseo amplio y cantable –los tempi son lentos–, un buen sentido de los contrastes, algunas interesantes aunque no siempre convincentes aportaciones personales y, desde luego, la inmediatez y comunicatividad –admirable la Fiesta en Bagdad– que caracterizaban al artista norteamericano. Por desgracia, la poesía y la capacidad de fascinación que demandan los pentagramas no terminan de aflorar en esta en cualquier caso notable interpretación. Tampoco es que la New York Philharmonic y su concertino, John Corigliano padre, sean para tirar cohetes. Buena la toma estereofónica. (7)
7. Ansermet/Orquesta de la Suisse Romande (Decca, 1960). Esta justamente aclamada interpretación seduce inmediatamente por su frescura, inmediatez, vivacidad, rico sentido del color, encanto naif en su punto justo, brillantez sin excesos y fraseo de maravillosa naturalidad. Solo hay que reprochar el pasaje trivialmente resuelto del violín dialogando con la orquesta en los vaivenes marinos del primer movimiento y, desde luego, una Fiesta en Bagdad sin el carácter trepidante ni el virtuosismo –la orquesta tampoco es muy allá– de otras grandes lecturas. La toma sonora es portentosa para la época. (9)
8. Reiner/Sinfónica de Chicago (RCA, 1960). En una línea épica, narrativa y espectacular es imposible superar este prodigio de frescura, tensión dramática y sincerísima comunicatividad, todo ellos sin recurrir a la brocha gorda ni al efectismo y sin perder el lirismo de los momentos más introvertidos. Sidney Harth sigue muy bien esta línea con un punto de rebeldía. Impresionante la orquesta, aprovechada de manera admirable por una batuta de no menor virtuosismo. (10)
9. Markevitch/Sinfónica de Londres (Philips, 1962). Una lectura muy alejada del narcicismo, lo preciosista y lo decadente, mucho antes narrativa y teatral que ensoñada, que en lo sonoro deja de lado cualquier hedonismo para decantarse por el contrario por una rusticidad y una aspereza bien entendidas que le otorgan un intenso sabor ruso. El trazo, por descontado, es irreprochable, la vulgaridad y el efectismo están por completo ausentes y la intensidad más sincera se pone siempre por delante. Erich Gruenberg está en la misma línea. Lástima que Universal se olvidara de ella: circuló en España en compacto en una colección de quiosco, pero en el momento de escribir estas líneas resulta ilocalizable. (9)
10. Stokowski/ Sinfónica de Londres (Decca, 1964). Como era de esperar, el mítico Leopold juega la carta de la espectacularidad y el colorismo haciendo gala de su habitual mal gusto, siendo el resultado una lectura extremadamente vistosa pero gruesa y tendente a lo vulgar, poco matizada, estridente y con detalles chirriantes, amén de parca en lirismo y verdadera emoción. Menos mal que el violín de Gruenberg vuelve a estar magnífico. (6)
11. Karajan/Filarmónica de Berlín (DG, 1967?). Un catálogo de todos los defectos y virtudes del maestro salzburgués, es decir, suntuosidad orquestal, contrastes dinámicos extremados, ampulosidad, detallismo, refinamiento, brillantez, sentido del color, algún capricho, etc. En conjunto va de menos a más. Schwalbé a veces resulta blando, quizá por culpa de la batuta. (8)
12. Rostropovich/Orquesta de París (EMI, 1974). Con una batuta lenta y pausada pero no carente de pulso interno, un Rostropovich creativo y especialmente inspirado disecciona todos los ángulos de la partitura desde el punto de vista tímbrico y melódico al tiempo que despliega un arrebatador lirismo y, en el último número, una irresistible tensión dramática, todo ello sin caer en efectismos ni blanduras. El resultado sería una interpretación de absoluta referencia si no fuera porque el violín de Luben Yordanoff no ofrece especial personalidad. En su momento circuló una edición cuadrafónica: no perdemos la esperanza de que algún día se recupere esta imagen sonora original. (10)
13. Ozawa/Sinfónica de Boston (DG, 1977). El maestro oriental es un verdadero mago de la elegancia, el refinamiento y el colorido sensual. Cuando la dosis de estos componentes es excesiva o no se acompañan de la suficiente tensión sonora, los resultados pueden ser superficiales e incluso blandos. Cuando se encuentran en su punto exacto y la sinceridad prima por encima del preciosismo, se puede alcanzar la excelsitud de esta Scheherazade desde luego mucho antes occidental que rusa y más ensoñada que narrativa, pero de una poesía naif –en el buen sentido– realmente embriagadora, de un virtuosismo supremo –tanto por la batuta como por la increíble orquesta– y de una belleza seguramente insuperada: el comienzo del tercer movimiento es de oírlo para creerlo. Magnífico el violín de Joseph Silverstein, y espléndida la grabación. Ha sido reeditada a precio barato en la serie Eloquence, así que su conocimiento es obligado. (10)
14. Kondrashin/Concertgebouw (Philips, 1979). Pueden echarse de menos la electricidad y la rusticidad de un Markevitch, como también la brillantez de Reiner, pero esta interpretación es un prodigio por la plasticidad que la batuta obtiene de la prodigiosa orquesta, por su dulce ternura e intimismo que nunca se acerca a lo blando y lo amanerado, por su carácter sensual y atmosférico, por su comunicatividad y elocuencia, por su mágico perfume oriental, por la cantidad de detalles que se revelan en la orquestación sin renunciar buen pulso dramático, por la grandeza de sus momentos épicos… No hay palabras. Sensacional Krebbers. Otra referencia, magnificada además por una toma sonora portentosa. (10)
15. Celibidache/SWR Stuttgart (DG, 1982). Batiendo los récords de duración hasta la fecha (49’59’’, luego se superaría a sí mismo) y sacando petróleo de una orquesta que no es nada del otro jueves, el maestro rumano construye una interpretación muy personal –a veces en exceso–, minuciosamente diseccionada, atmosférica antes que descriptiva, dicha con tanta delectación como sensualidad, pero sin que decaiga nunca la tensión dramática –asombroso el arco de tensiones pese a la lentitud– y sin el menor asomo de blandura, aunque su visión sea –lógicamente– antes protoimpresionista que propiamente rusa. El violín de Hans Kalafusz evidencia un sonido algo débil al principio, pero en el cuarto movimiento –dolientes ruegos al principio del mismo, mágica paz del final- logra por fin estar a la altura. La toma sonora, excelente para ser de origen radiofónico. (10)
16. Celibidache/SWR Stuttgart (DVD Euroarts, 1982). Filmada en estudio, sin espectadores, esta interpretación parece ser más o menos la misma que la editada en audio por DG. La filmación pierde de manera muy considerable en calidad sonora –monofónica y de discreta calidad–, pero nos permite a ver a Celi en acción y asistir a los ensayos. (10)
17. Muti/Orquesta de Philadelphia (EMI, 1982). Esta interpretación a cargo de otra de las grandísimas orquestas norteamericanas es el reverso justo de la de Ozawa en Boston: Muti se deja de ensoñaciones orientalistas, perfumes embriagadores y delicadeza naif para ofrecernos en su lugar una lectura poderosísima, viril, por momentos muy escarpada y de enorme sentido teatral, además de dotada de una rusticidad sonora bien entendida –por descontado, la orquesta está soberbia– que sintoniza bien con la vertiente más puramente rusa de la partitura. El resultado carece de la magia sonora y el refinamiento que Ozawa obtenía en los movimientos centrales, pero en contrapartida los dos extremos alcanzan unas cotas inigualadas de tensión y fuerza dramática, todo ellos sin caer en lo cargante y sin la menor concesión al efectismo. Muy bien el violín de Normal Carol. (10)
18. Dutoit/Sinfónica de Montreal (Decca, 1983). La excelencia de la toma sonora no logra disimular que ni la orquesta canadiense está, pese a su buen nivel, a la altura de las realmente grandes, ni Dutoit pasa de ser, en este repertorio, un maestro de enorme solidez capaz de ofrecer brillantez y musicalidad en su punto justos dentro de una irreprochable arquitectura sonora, pero carente de imaginación, riesgo y esa auténtica inspiración poética que demandan los pentagramas. El primer movimiento, en este sentido, queda bastante soso, aunque globalmente la interpretación sea notable. (7)
19. Celibidache/Filarmónica de Munich (EMI, 1984). Solo han transcurrido dos años, pero aquí Celi se pasa con los tempi hasta el extremo de que llegan a ser irritantes (54’11’, una barbaridad) y el conjunto, sin verse en absoluto afectado por la blandura, resulta construido de manera algo discontinua. Por lo demás hay que destacar un prodigioso sentido del color, de la atmósfera y de la sensualidad, así como la existencia de muchos detalles y descubrimientos, algunos de relevancia y otros más bien excéntricos. El violín se esfuerza, pero la extrema lentitud le juega alguna mala pasada. (9)
20. Ashkenazy/Royal Philharmonic (Decca, 1985). Artesanía de primera fila esta interpretación versión colorista, refinada y naif en su punto justo, dicha con fluidez, buen sentido narrativo e irreprochable buen gusto, además de magníficamente dicha, a la que le falta por un lado mayor garra dramática y por otro mayor capacidad de fascinación sonora y poesía, sobre todo en el tercer movimiento. Bellísimos los diálogos del arpa con el violín sensible y delicado de Christopher Warren-Green. La toma sonora, sensacional. (9)
21. Maazel/Filarmónica de Berlín (DG, 1985). El maestro francoamericano deja a un lado esos amaneramientos en los que a veces cae para ofrecer una recreación sensata, muy bien paladeada, más orientada a la ensoñación sensual y evanescente proto-impresionista que a la narratividad o la brillantez, y por ello mismo necesitada en algún momento de un último punto de nervio, de garra. En cualquier caso, está espléndidamente dirigida y se encuentra tocada de fábula por una orquesta que justo ese año iba a ver seriamente deterioradas sus relaciones con Karajan. No en vano, Maazel se iba a convertir en uno de los favoritos a la sucesión. Admirable el violín de Leon Spierer, y notabilísima la toma de sonido gracias a su amplia gama dinámica. (9)
22. Mackerras/Sinfónica de Londres (Telarc, 1990). El imprevisible y desconcertante músico australiano ofrece una versión que busca acentuar los contrastes entre los movimientos extremos, una nave de Simbad enfrentada a una tormenta muy escarpada y una fiesta en Bagdad particularmente ágil y virtuosística, frente a unos movimientos centrales de una delicadeza más fría y exquisita que sensual o emotiva, justamente la misma líneas que ofrece el muy femenino violín de Kees Hulsmann. (7)
23. Temirkanov/Filarmónica de Nueva York (RCA, 1991). Ortodoxa, sensata, hermosamente sonada lectura que se queda algo corta de inspiración en los dos primeros números para en el tercero ofrecer una sensualidad, un refinamiento y una ternura fuera de lo común, con unas texturas un punto impresionistas. Convence asimismo en el cuarto gracias a su capacidad para ser brillante sin caer en lo atropellado ni en el escándalo gratuito. Glenn Dicterow, como la orquesta, está bien a secas. La toma sonora resulta un punto turbia, pero ofrece apreciable amplitud. (9)
24. Barenboim/Sinfónica de Chicago (Teldec, 1993). La batuta obtiene un admirable punto de equilibrio entre lo rústico, lo dramático, lo narrativo y lo lírico, evitando toda grandilocuencia pero consiguiendo una enorme grandeza. Administra además muy bien las tensiones, paladea las melodías con sosiego, gradúa con acertado sentido las dinámicas y ofrece más de un detalle personal. El problema es que se echa de menos algo más de ternura, sensualidad, vitalidad, chispa… De variedad expresiva, en definitiva, lo que no quita que haya momentos extraordinarios como el arranque del segundo movimiento –portentoso el modo en que frasean las maderas- o el choche de Simbad contra las rocas –increíbles, como siempre, los metales de Chicago–. Samuel Magad ofrece un sonido muy carnal. La toma sonora, en vivo, dista de ser todo lo buena que debiera. (8)
25. Ozawa/Filarmónica de Viena (Philips, 1993). Pese a tener a su disposición a una orquesta casi tan virtuosística como la de Boston y con solistas aún más musicales, empezando por el violín maravilloso de Rainer Honeck, el maestro oriental no solo no supera su grabación para DG sino que da un paso atrás con esta lectura menos concentrada y paladeada, un punto blanda e incluso menos poética, particularmente en un tercer movimiento que ha perdido buena parte de su magia. El cuarto movimiento sí es magnífico, pero para entonces es ya demasiado tarde. La toma sonora, en vivo, tampoco iguala la magnífica anterior. (8)
26. Gergiev/Teatro Kirov (Philips, 2001). Primer movimiento en exceso ampuloso y estudiado, poco natural. Segundo y tercero más que correctos, pero algo toscos, con escasa poesía y ninguna magia. Cuarto fogosísimo, muy tosco y de cara a la galería. Violín afectado y pretencioso. ¿Dónde demonios está la presunta sintonía del maestro ruso con este repertorio? Por si fuera poco, la confusa y reverberante grabación acentúa los defectos interpretativos. Disco sin interés. (6)
27. Van Immerseel/Anima Eterna (Zig-Zag, 2004). Primera y problamemente por muchos años única interpretación de esta obra con instrumentos originales. A mi entender estos no aportan nada especial, como tampoco lo hace el maestro belga: el trazo es cuidadoso, la orquesta responde muy bien –excelente el violín de Midori Seiler– y la batuta procura equilibrar brillantez, sensualidad y refinamiento en su grado justo, pero la poesía no aparece por ningún lado. Hacen falta imaginación, efusividad, colorido, entusiasmo... A la postre, una versión más. (7)
28. Nelsons/Orquesta del Concertgebouw (Blu-ray Cmajor, 2011). He aquí una interpretación de perfecta ortodoxia, en el punto justo de equilibrio entre lo ruso y lo digamos “occidental”, que alcanza el grado máximo de perfección merced a un Nelsons de técnica soberbia y enorme inspiración que derrocha sensualidad, colorido, capacidad para la narración y garra dramática, así como de atención al matiz expresivo, sin necesidad de inventar nada, de caer en la excentricidad o de abandonarse al narcisismo. Todo en esta interpretación es admirable, pero se podría destacar, por decir algo, cómo gradúa las tensiones desde un comienzo muy sensual y ensoñado hasta unos clímax de enorme grandeza en el primer movimiento. Cómo matiza con sutileza las dinámicas en el segundo. Cómo consigue esa difícil mezcla de ternura y pasión en el tercero. O cómo ofrece una agilidad y claridad extremas. En este sentido hay que quitarse el sombrero ante el virtuosismo literalmente insuperable de la orquesta holandesa, cuajada además de solistas de musicalidad asombrosa. Solo el violín, magnífico, vacila un poquito justo al final. Toma sonora absolutamenmte extraordinaria, sobre todo para quien disfrute de un equipo multicanal. (10)
29. Flor/Filarmónica de Rotterdam (YouTube, 2011). Después de una época donde pareció despuntar en el mundillo discográfico, Claus Peter Flor ha estado desaparecido durante lustros de hasta que el formidable canal de YouTube de Avro nos lo ha recuperado, fonográficamente hablando, con esta Sheherazade que, sin alcanzar el máximo grado de inspiración posible, rezuma intensidad, comunicatividad y sinceridad por los cuatro costados, como también una buena dosis de sensualidad, de lirismo bien entendido y de sentido épico, todo ello expuesto con una técnica formidable –espléndida gradación de tensiones en el primer movimiento, intensísimo clímax del tercero– y con enorme acierto a la hora de matizar las intervenciones solistas –memorables clarinete y corno inglés en el segundo–. La actuación del violín solista es algo irregular. (9)
14 comentarios:
Hay una versión de Stokowski, para RCA, de mediados de los 70, que es mucho mejor que la de Decca. En general, las grabaciones cuadrafónicas de Decca de la época eran demasiado artificiales. Además, a Stokowski le gustaba "tocar" la grabación en la mesa de mezclas (pensaba, con razón, que el concierto y el disco eran productos musicales totalmente distintos). La grabación de RCA es mucho más natural.
Ésta es una obra que yo recomendaría a los que dicen que no les gusta la música clásica, por su belleza y porque es muy accesible.
Es chocante que hable de las maravillosas orquestas norteamericanas salvo, curiosamente, la Filarmónica de Nueva York, a la que siempre critica.
Yo tengo la versión de Kondrashin y estoy de acuerdo con su reseña.
le subiria un punto a esa version de von matacic que suelo escuchar con regularidad. quizas le falta alguna implicacion en algunos pasajes pero no suelen gustarme demasiado los devaneos sonoros, y mas tratandose de una paritura propensa a ello. admirable "laburo" fernando, como siempre.
Nemo, estoy de acuerdo con que las grabaciones 4 Phases de Decca (que no eran cuadrafónicas, sino estéreo digamos que "espectacular") resultaban demasiado artificiosas para la música clásica. Me consta que hay otras interpretaciones de Stokowski mejores que esta, pero no he podido pillarlas.
Agustín, no soy precisamente el único en decir que la Filarmónica de Nueva York etapa Bernstein era muy interior a las gloriosas de Chicago, Philadelphia, Cleveland y Boston de las mismas fechas.
Joseorlando, dudé si ponerle a Von Matacic 7 u 8. Podría ser un 8 perfectamente, sí, aunque supongo que para todo el mundo queda claro que esto de la "nota" aplicada a la interpretación musical nunca hay que tomárselo demasiado en serio.
Aprovecho para decir que mi dirección preferida quizá sea la de Rostropovich, pero si hay que contar también con la calidad de orquesta y violín probablemente me quedaría con Kondrashin.
https://www.youtube.com/watch?v=Lnw0IHgjE2E
La OMV sube vídeos a youtube.
Excelente noticia lo de la OMV. Muchas gracias, Bruno.
A mi gusto falta las dos versiones de Ernest Ansermet pues fueron un clasico de los años 50 y 60, una la grabó con la orquesta de conciertos de paris y la otra con "su" suisse romande,por lo demas creo que las de Celibidache y la de Karajan son estupendas, y por descontado la de Igor Markievitch que merece una caja por parte de phillips de todas sus grabaciones.
Anónimo, la de Ansermet/Suisse Romande sí está comentada. Lleva el nº 7 de la lista.
Gracias a tu página he descubierto versiones que no conocía. La de Reiner es impresionante, no me lo esperaba, me ha gustado mucho, aunque todas las que recomiendas tienen algo...
En definitiva, gracias.
Gracias a ti por tener la enorme paciencia de leerme. Me alegra haber servido de algo. Un saludo.
Fernando, ¿qué te parece la lectura de la Philadelphia con Ormandy?
Hola. Vi la filmación suya hace muchísimo tiempo y guardo apenas recuerdo de ella. Lo siento.
Thanks for your critics, I was searching for the best version. I found it in Kondrashin. One can smell the oriental perfume with this one. The organization of the instruments by Kondrashin is unmatched. No other conductor gives the drums so much sense and rhythmically it is also unmatched.
There is also an Armenian conductor by JVC (Digital Recording) in the 1980's with outrageous dynamics but too much drama.
If you cant find Kondrashin go for Ozawa.
Reiner is too much 50's for me - too much drama.
Hecho de menos la version de Marc Soustrot. Gracias por el aporte
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