Supongo que ciertos melómanos considerarán poco menos que un sacrilegio que Reinhard Goebel, el enfant terrible de la interpretación barroca que a finales de los setenta y durante todos los ochenta erizó los cabellos de muchos aficionados, se haya puesto el frente de la Filarmónica de Berlín. Pero me temo que algunos de los del historicismo radical, esos mismos que en su momento adoraron al alemán por su valentía, creatividad e iconoclastia, también pondrán el grito en el cielo cuando escuchen el concierto del pasado viernes 4 de octubre a través de la Digital Concert Hall (filmación previo pago disponible aquí).
Sí, Goebel hace sonar a la cuerda con la misma articulación de su ya extinta Musica Antiqua Köln, pero no utiliza precisamente una plantilla reducida. Al contrario: esta es una Berliner Philharmoniker grande, incluso muy grande, tanto como la que pudo utilizar Karajan en sus mayores delirios barroquizantes. Con sus trompas con válvulas y sus flautas de metal –también las hay de madera–, aunque se utilizan baquetas duras en los timbales. Y qué decir de la sonoridad: músculo, puro músculo berlinés, nada de ligerezas históricamente informadas. ¿Una contradicción, un disparate acaso? Nada de eso, a mi entender. Goebel tiene mucha razón cuando dice en la entrevista –la pueden ver de manera gratuita– que la Orquesta de Mannheim era la Filarmónica de Berlín de entonces. Escandalícese el que quiera, que a mí me encanta cómo suena esto.
Se inicia el programa con nada menos que Les Eléments de Rebel, página que ya había grabado con su grupo en 1995. Era aquella una interpretación con toda la fuerza telúrica, el sentido de los contrastes y la imaginación que la partitura demanda, emocionante y llena de colorido, aunque sin un claro sabor francés. Pues a esta le pasa exactamente lo mismo, solo que con semejante orquesta por delante (¡qué afinación, qué empaste, qué solistas!) la visión germánica es aún más descarada. Da igual: una maravilla.
Pasamos del Barroco al Clasicismo con el Nocturno para cuatro orquestas en Re mayor, K. 286, de Wolfgang Amadeus. Con todos los respetos, una pequeña chorrada donde la gracia está en cómo las tres orquestas menores, dispuestas aquí en un rincón de la Philharmonie y en el interior del pasillo de entrada de los músicos, van creando ecos sucesivos de la mayor. La interpretación es formidable, aunque habrá quienes encontrarán el fraseo algo pimpante para Mozart. A mí, por el contrario, me parece bien así, porque esta música tiene mucho todavía de galante y no hay caída –algo por ventura imposible con esta orquesta, salvo que venga Abbado– en la levedad sonora. Magnífico, como en el resto del concierto, el clave que se usa como continuo.
La segunda parte se abre con un compositor del que yo nunca había escuchado nada, Christian Cannabich (1731-1798), uno de los responsables de convertir la Orquesta de Mannheim en lo que fue y de desarrollar junto a ella las posibilidades del lenguaje sinfónico clásico. Ahí debe de radicar su mayor importancia, porque la Sinfonía para dos orquestas tampoco parece que posea una inspiración memorable. En cualquier caso se escucha con placer, más aun con una dirección tan intensa, tan poderosa, rica en contrastes pero ajena a efectismos, excesos y claroscuros barrocos fuera de lugar. Por cierto que no hay aquí clave.
La que sí es música de enorme interés es la que cierra la velada: suite de la ópera Amadis de Gaule de Johann Christian Bach, un fracaso en París en su estreno en diciembre de 1779 pero sin duda, al menos en estos pasajes, una partitura muy brillante en el plano orquestal que recibe aquí una interpretación de una vehemencia perfectamente encauzada por unos instrumentistas y un director que saben llegar a un punto de encuentro común para poner toda la carne en el asador. ¡Que vuelva!
Un cajón de sastre para cosas sobre música "clásica". Discos, conciertos, audiciones comparadas, filias y fobias, maledicencias varias... Todo ello con centro en Jerez de la Frontera, aunque viajando todo lo posible. En definitiva, un blog sin ningún interés.
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2 comentarios:
Bien, parece que no le gusta Abbado por éste y otros comentarios que le he leído.
¿Cómo se llega, siendo malo, a dirigir la BPO?
Aprovecho para preguntarle una cosa que me intriga hace tiempo, si me lo puede aclarar.
He oído y visto varias interpretaciones de BAREMBOIM al frente de la O. Filarmónica de Berlín...cómo calificarlas, impresionantes, fabulosas, etc.
Cuando se nombró a Rattle como director de esa orquesta (para mí la mejor del mundo) se habló o incluso evaluaron los gestores de la orquesta nombrar a BAREMBOIM como director. ¿Se imaginan lo que podría haber hecho BAREMBOIM con esa orquesta?
Sin embargo se nombró a Rattle y no lo entiendo.
¿Puede ud. aclararme algo sobre ese tema?
Muchas gracias.
Efectivamente, me gusta poco el Abbado de ahora. El de antes me parece un genio. En esta entrada quizá me explique mejor:
http://flvargasmachuca.blogspot.com/2012/12/diferencias-entre-abbado-y-muti.html
En cuanto a Barenboim/Rattle, efectivamente los dos llegaron a "la final", pero la orquesta se decantó por el británico. Creo que acertaron: Barenboim hubiera dirigido mejor el repertorio más propio de la orquesta (los Beethoven, Schubert, Brahms, Wagner, Bruckner y compañía), pero Rattle ha aportado una admirable savia nueva en lo que se refiere a amplitud del repertorio, originalidad de los programas, renovación de los parámetros interpretativos, apuesta por los jóvenes valores de la batuta y proyectos pegadógicos.
Como me dijo el flautista Emmanuel Pahud en una entrevista, "tiene que quedar claro que no hemos votado contra Barenboim, sino a favor de Rattle". Pues eso: a mi modo de ver, acertaron con la apuesta, lo que no quita que un servidor eche de menos una mayor presencia del de Buenos Aires en el podio. Un saludo.
PS. Envío esta respuesta nuevamente porque con las prisas se me colaron un par de errores de ortografía. Mil perdones.
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