Miro en la estantería de mi dormitorio de toda la vida en Jerez mi colección de ejemplares de Ritmo. Lo hago con tristeza. Es una revista a la que le he tenido mucho cariño. Fue la primera publicación especializada sobre música clásica que cayó en mis manos. Fue también la primera que leí regularmente (en las bibliotecas y recurriendo a fotocopiar páginas aisladas, pues mi economía de estudiante allá a principios de los noventa no me permitía comprarla) y, por ende, fue la que me sirvió para aprender. Pronto descubrí que me sentía mucho más identificado con sus críticas que con las de otras revistas; al menos, con las de algunas firmas concretas. Casualidades de la vida quisieron que precisamente algunos de los veteranos colaboradores que más me gustaban -y que me siguen pareciendo de los mejores, dicho sea de paso- se convirtieran años más tarde en buenos amigos míos. Sufrí una enorme decepción cuando en noviembre de 1998 Ritmo dio un giro radical, a mi entender a muchísimo peor, tanto en diseño (el cambio se aprecia claramente en los lomos, como se recoge en la foto) como en los contenidos. Y me sentí halagado y orgulloso cuando más adelante los responsables decidieran contar conmigo en la sección de crítica discográfica, aunque intentar estar a la altura fue un desafío tan estimulante como agotador: invertí mucho tiempo y esfuerzo en escribir, eso lo puedo asegurar.
Miro con pena, decía arriba, porque ahora las cosas han cambiado. Decidí abandonar la publicación -lo dije aquí en su momento- por profundo desacuerdo con la línea editorial de la revista, así como con algunas decisiones puntuales que se habían tomado. Recientemente se me ofreció volver, una oferta que agradecí con total sinceridad pero que decliné por comprobar que las cosas que tenían que arreglarse no solo no se arreglaban, sino que iban a peor. Pero la revista me seguía importando, y mucho. Me hubiera gustado que volviese a ser lo que era. Por eso mismo dije con rotundidad a sus actuales responsables lo que me parecía que estaba haciéndose mal. Me contestaron con el típico “no tienes ni idea”, que es lo que se le replica siempre cuando no hay argumentos serios para contestar los reproches. Luego lo intenté desde este blog. No ha servido absolutamente de nada, salvo para recibir alguna represalia y poner las cosas mucho peor en el terreno personal: el único que ha salido perdiendo he sido yo, que he emprendido un camino sin retorno en mi relación con la revista. Sigo mirando, con pena…
Un cajón de sastre para cosas sobre música "clásica". Discos, conciertos, audiciones comparadas, filias y fobias, maledicencias varias... Todo ello con centro en Jerez de la Frontera, aunque viajando todo lo posible. En definitiva, un blog sin ningún interés.
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5 comentarios:
Peor para Ritmo, Fernando. No hay peor ciego que el que no quiere ver. Desde luego, echarle en cara a la gente lo que se hace mal no es una tarea que deje buen sabor de boca, pero míralo de esta manera: precisamente saliendo de la revista y denunciando estas cosas es como estás intentando que la gente tome conciencia de los problemas. Probablemente sería más fácil tragar y seguir escribiendo, pero entonces poco cambiaría.
Yo fuí suscriptor de esa revista, estimo que desde el 68. Luego apareció,mucho más tarde, Scherzo. (Y alguna más)
Desde mi punto de vista, ajeno a cualquier interioridad, su mercado, pequeño, era el mismo. Imagino que por eso Ritmo abandonó su línea y entró en otra más divulgativa dejando a Scherzo ese terreno intermedio para aficionados no profesionales. Bastantes colaboradores de Ritmo, casi todos buenos, se fueron a Scherzo.(Que tampoco es ahora lo que era). (Seguí con las dos. Me dí de baja de Ritmo ante lo irremediable. Años mas tarde de Scherzo)
Seguramente esas razones de marketing son las que se esgrimen. Ahora cada revista tiene su mercado diferenciado y su función propia. Sobreviven. Pero cada editor elige la línea que estime pertinente. Seguramente, si Ritmo no se hubiera diferenciado de Scherzo, habría desaparecido.
(Por cierto en la biblioteca central de Valencia han anulado esa suscripción por los recortes)
Ahora, al robot.
Mire que su "super administrador" informático ha incorporado bellas muchachas. El marketing que nos rodea.
Fue la primera revista que cayó en mis manos, allá a finales de los setenta.Se la veía una revista seria, completa, bien presentada. Fue la primera revista que cayó en mis manos, allá a finales de los setenta. Se la veía una revista seria, completa, bien presentada. Más tarde (a mediados de los ochenta)cuando me aficioné a la música clásica me suscribí a la mejor en ese momento (Scherzo), la cual sigue manteniendo, en mi opinión, un nivel de calidad bastante regular.
Es comprensible tu comentario. Lo único que interesa es que uno actúe con la conciencia tranquila; lo demás es secundario.
Creo que en las revistas de musica, como en las de cine, las criticas muchas veces las ejerce gente sin mucha idea pero con mucho peloteo a sus espaldas. Gente simpatica, graciosa y/o enterada, perroflautica o fascista que escriben "palabros" y terminos que nadie entiende para hacerse los interesantes. Luego hay que contar con las publicidades que no desean malas criticas para un disco aunque la haga un payaso. En definitiva, he dejado de creer en las revistas y me he vuelto intuitivo, compro discos si el repertorio o el interprete me interesa mas alla que pepito o juanito diga tal o cual del disco.
Gracias por vuestro comentarios. Me alegra mucho saber que hay más personas que piensan que seguir recibiendo discos y callar la boca no era lo más honesto.
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