El típico encargo, claro, en este caso de la Sociedad Filarmónica de Castellón. Seguramente no es mala música, porque el oficio se hace evidente y la obra no funciona a base de "trampas" de cara a la galería, pero a mí no me interesó gran cosa. Más bien me resultó previsible: lenguaje ecléctico "moderno ma non troppo", despliegue de una ingente cantidad de recursos, abundancia de percusión y numerosos pasajes aleatorios que, por cierto, fueron fantásticamente resueltos por la orquesta. Mehta dirigió con su contrastado talento para el repertorio contemporáneo y su tremendo sentido del ritmo, pero ni aun así logró evitar la sensación de tedio. Programarla en otra oportunidad más adecuada nos hubiera venido bien para no malgastar tiempo y esfuerzo mental antes del Bruckner, y a Les Arts para ahorrar una importante cantidad de euros que se ha ido en aumentos de la plantilla. En fin, cosas de la política: el estreno mundial, ofrecido el día antes en Castellón, fue un verdadero desfile de altos cargos de la Generalitat Valenciana (enlace).
La sinfonía bruckneriana respondió más o menos a lo que esperaba, pues hace tan solo unos días escuché una recientísima versión radiofónica con el propio Mehta dirigiendo a la Filarmónica de Nueva York en general -esta vez ha ido un poco más lento- bastante similar. Fue la de Valencia una gran versión, sin la menor duda. Ya el simple hecho de escuchar esta partitura a una orquesta capaz de responder a sus terribles exigencias técnicas y a un maestro de pulso firme -no es fácil mantener la tensión interna- que sabe hacer brillar a los metales sin entorpecer el equilibrio polifónico, resulta un verdadero placer pala los melómanos. Además hubo convicción, entrega expresiva y ausencia de retórica, lo que está muy bien en una obra que corre el peligro de caer en la pesadez.
Ahora bien, una obra como esta y un maestro de semejante altura merecen que hilemos fino. Hay reparos. En en plano técnico me hubiera gustado un poco más de claridad aún, como también que todos los crecendos hubieran estado preparados con la misma meticulosidad. La orquesta, aun siendo muy buena, no tiene el verdadero sonido Bruckner, y Mehta tampoco lo supo obtener: a veces se escoraba un poco hacia Star Wars, dicho sea con todos los respetos hacia mi queridísimo John Williams. En cuanto a lo expresivo, me gustó mucho la atención del indio hacia los aspectos más escarpados de la página, pero creo que se quedó un poco corto a la hora de frasear con esa sensualidad, ese lirismo y ese sentido humanístico que solo los que en este repertorio son muy grandes saben extraer. El adagio, muy lento y admirablemente paladeado, no resultó todo lo conmovedor que hubiéramos deseado. Tampoco al scherzo le había sacado previamente todo el partido posible. El movimiento final dicho de un solo trazo, fue quizá lo más convincente.
Ya en casa he vuelto a escuchar las tomas radiofónicas de sendas interpretaciones que tuve la suerte de escuchar en directo: una de Bernard Haitink con la Concertgebouw en Londres (2007) y otra de Daniel Barenboim con la Staatskapelle de Berlín en Granada (2008), un prodigio de arquitectura la del holandés y una impresionante síntesis de cantabilidad y carácter visionario la del argentino. La comparación no me deja lugar a dudas: la interpretación de Mehta ha sido admirable, pero aun se pueden ofrecer realizaciones más idiomáticas y comprometidas. ¡Ah! Esta vez compré fila seis y descubrí que se escucha bastante mejor que en la parte alta del Auditori. Tomen nota, por favor.
3 comentarios:
Dos comentarios:
No siempre se presenta el concierto inolvidable. Erich Kleiber no debió tener el mejor cuando volvió a Viena. Por lo que cuenta ha debido ser mucho mejor que la versión de Chailly con la Sinfónica de Londres y parecido al que ya dejó Mehta con Munich.
Otro: Un comentario impertinente. ¿Es errata cuando ud. coloca en su curriculum Spain detrás de Cádiz o dice que enseña Historia de España y no de Spain?
No es errata, sino cosa de Blogger: eso de "Spain" lo ponen ellos automáticamente.
Gracias por la aclaración.
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