martes, 4 de noviembre de 2008

Pelotas

Pelotas, aduladores, lameculos... En todas las épocas y todos los ámbitos ha existido semejante clase de gente. Pero yo diría que en el ámbito artístico son más abundantes aún. Lógico. El artista, como persona que trabaja de cara al público, se ha de alimentar necesariamente de la respuesta positiva de quienes aplauden y reconocen su talento. Esto es perfectamente natural. También los profesores, que trabajamos diariamente con un público muy particular delante de nuestras narices, necesitamos percibir que se nos está siguiendo, que nos están comprendiendo y que nuestra labor, a la hora de las calificaciones, se ve reconocida con el éxito de aquellos alumnos que han puesto de su parte.

A todos nos gusta un elogio; y más a quien vive delante de un público, sea de la clase que sea. Y a todos nos cuesta reconocer nuestros errores. Si alguien nos dice que todo lo hacemos de maravilla nos quedaremos muy satisfechos, esto es natural. Pero también puede ocurrir que si no estamos muy despiertos, caeremos en la tentación de considerar inteligentes y sabios a quienes nos elogian y, peor aún, enemigos ignorantes a quienes se atreven a señalar, con razón o no, nuestras presuntas insuficiencias. No por ello, por nuestra inconsciente egolatría, vamos a sentirnos culpables. Ahora bien, quienes deberían ser merecedores de todo nuestro desprecio son quienes, aprovechando tal circunstancia y de manera muy, pero que muy consciente, intentan caer en gracia con la adulación más descarada.

Desgraciadamente, se ha demostrado que en el mundo de la crítica -no sólo musical, sino artística en general-, esta actitud es con frecuencia la que prospera. Muchos artistas, y gestores, y artistas-gestores, no quieren críticos. Quieren aduladores. O aduladores que se hacen pasar por críticos. Personas que les van a decir que cualquier cosa que hagan la hacen maravillosamente, y que de paso no van dejar de ningunear a quienes tienen una opinión disconforme; incluso participarán en las cazas de brujas desatadas contra quienes se apartan de la "ortodoxia", como en los tiempos de la Inquisición.

Es larga la lista de quienes gracias a su habilidad para poner la pluma (y la lengua, en todos los sentidos) al servicio de determinados personajes con poder han recibido, y seguirán recibiendo, prebendas de todo tipo. Les ha ido bien. Les seguirá yendo bien. Lo tienen todo de su parte. Se saldrán siempre con la suya: un buen lametón mueve montañas. El único consuelo que nos queda es saber que los adulados, en el fondo, son perfectamente conscientes de la volubilidad e insinceridad de quienes les elogian. Algo que, a la postre, puede hacerles muy infelices.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo. Ya añadiría que los tales lameculos-felpudos no son conscientes a veces de que con tanto incienso a quienes ocupan una posición sostenidoa tan sólo por juegos políticos coyunturales, serán víctimas de ostracismo cuando el juego cambie de sentido y ahora sean ellos los que estén desgracia. La voluble fortuna, ya se sabe. Sólo aquéllos que intenten hacer de la honestidad y de la sinceridad su patrón de comportamiento acabarán por ser respetados por sí mismos, aunque ello les cueste no gozar de ciertas (y por otra parte futiles) prebendas y sufrir algún que otro desaire.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

No estoy muy seguro. Los lameculos, como los parásitos, se adaptan con facilidad a cualquier medio ambiente. Donde dije digo, digo Diego. Muchos no se darán ni cuenta, tal es su habilidad paa el cambio de chaqueta. Con su habilísimo olfato, ellos acuden rápidamente allí donde empieza a olerse a poder. En poco tiempo, con mano izquierda y mucha astucia, se harán pasar por fieles servidores del "nuevo régimen".

De esto en España sabemos mucho. Ahora me acuerdo de cuando los nobles visigodos empezaron a inventarse antepasados árabes y sirios para integrarse con la nueva élite musulmana. Les funciono muy bien, por cierto. Y les seguirá funcionando a sus descendientes.

Anónimo dijo...

Es cierto eso de los pelotas. Yo conocí a muchos babeadores de Monsieur Castro, a la sazón, carpetovetónico regidor del Maestranza en los años de la polka, y que ahora afilan sus navajas para acuchillar a quienes defienden los actuales vientos del coliseo sevillano.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Pelotas ha habido y los habrá siempre. En todos los ámbitos. Ahora bien, hay ámbitos con mejor caldo de cultivo que otros para que la adulación se desarrolle, en función tanto de la personalidad de los adulados, más o menos susceptible a los elogios y más o menos propensa a "ofrecer recompensas", como del propio carácter -y descaro- de los aduladores. El tiempo pone a todos en su sitio, eso sí. Aunque lo suele hacer tarde.

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