He querido completar la audición de anoche con este disco dedicado íntegramente a Maurice Ravel en el que Vladimir Ashkenazy realiza su segundo registro, diecisiete años posterior, de Gaspard de la nuit. No hay cambio de concepto: sigue siendo un acercamiento temperamental y contrastado que no quiere moverse dentro de la ortodoxia impresionista y prefiere, por decirlo de alguna manera, mirar un tanto a ese mundo de Rachmaninov tan extraordinariamente afín al pianista de Gorki. Parece, en cualquier caso, que en los dos primeros números hay un grado adicional de depuración sonora, si bien la sensación puede deberse a una toma que, realizada en un Kingsway Hall al que le quedaba ya poco tiempo de vida, resulta muy superior a la antigua. Una vez más, Scarbo es lo que mejor le sienta a las maneras del maestro, que ofrece una regulación del sonido y unas transiciones para quitarse el sombrero.
Si la "cara A" fue registrada en abril de 1982, la "cara B" es de junio de 1983. Muy atractiva la Pavana para una infanta difunta: belleza sonora sin blanduras, mezcla de naturalidad y firmeza en el fraseo, concentración un punto distanciada y final abiertamente dramático que nos deja con el corazón en un puño. Lo mejor llega con los Valses nobles y sentimentales, una soberbia interpretación en la que el dominio del rubato, y de la flexibilidad agógica en general, permite lucirse a un Ashkenazy que sabe mostrarse tan elegante y señorial como delicado: justo lo que esta obra necesita. Una vez más, la belleza sonora está garantizada sin que ello suponga la menor concesión al hedonismo, y solo se puede echar de menos un punto más de magia poética debido a la falta de relativa sintonía del intérprete con este repertorio. No importa demasiado: recomiendo escuchar este registro.
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