Nunca entenderé qué tenía Leonard Bernstein con Jennie Tourel. ¿Era una cuestión contractual? ¿Será que no había otra cosa en Nueva York por aquellas fechas? A lo mejor es que realmente le gustaba, vayan ustedes a saber. Lo cierto es que a mí su voz me parece poco atractiva en lo tímbrico, y que tampoco la de la mezzo rusa me parece el colmo del refinamiento ni de la sutileza expresivo.
Eso queda claro en el ciclo de canciones Shehérazade que ocupaba la cara A de este disco registrado en mayo y octubre de 1961 por CBS. Nada que ver con el estilo de Ravel: ni morbidez en el fraseo, ni legato, ni capacidad para la sutileza ni magia poética. Las notas las da, pero con eso no basta. Mucho menos mal en La muerte de Cleopatra: dentro de la expresividad que requiere la página de Berlioz se encuentra claramente más en su salsa, aunque en la franja aguda revele no pocas tiranteces y, en general, carezca de la voluptuosidad que la obra demanda.
En lo que a la batuta se refiere, los resultados se invierten. El Lenny de esta época era ante todo extrovertido, pero en su muy vistosa y animada Shehérazade también sabe ofrecer depuración sonora. El resultado es muy interesante. En Berlioz se suelta la melena: la electricidad teatral deviene en descontrol, escasez de vuelo lírico, vulgaridad e incluso tosquedad. Un mal disco que, eso sí, suena muy decentemente tras el último reprocesado.
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