No he podido evitar cogerle tirria a Klaus Mäkelä: tan monumental ha sido la campaña de la prensa en torno a este señor –fácil comprar portadas cuando las revistas andan más bien secas de efectivo–, tan incuestionablemente se encuentra respaldado por alguien o algo con mucho dinero, y tan floja es la Sexta de Mahler aquí comentada, que uno no puede dejar de arquear las cejas cuando quienes no han escuchado nada o casi nada de un jovencito sin discos caen rendidos a sus pies. ¡Vaya la que montaron con su Sibelius! De ahí, a jefe nada menos que de la Concertgebouw. Saca ahora Decca un disco con La consagración de la Primavera y El pájaro de fuego, este último en la versión completa del ballet –83 minutos de disco– en el que el maestro finlandés se pone al frente de la Orquesta de París. Otra maniobra comercial, pensé. Pues sí, pero no solo eso. Sorpresa monumental: aquí está la mejor versión de The Firebird que haya escuchado en mi vida.
¿Incluido Boulez? Sí, también. Sin llegar al grado extremo de claridad y depuración sonora que el maestro francés consiguió con la Sinfónica de Chicago y la Filarmónica de Viena, se le acerca muchísimo en este sentido y añade un sentido del color más rico, mayor variedad expresiva y –sobre todo– un sentido teatral considerablemente más desarrollado. La recreación de Mäkelä sabe ser al mismo tiempo sinfonismo puro y ballet puro. Ese es el milagro: encontramos una radiografía maravillosa de la escritura orquestal, fascinante paleta tímbrica y sentido de la brillantez en su justa medida, pero también mucha, muchísima narración, todo ello expuesto con un sentido del matiz expresivo fuera de serie. Ayuda una toma de lujo que sabe situar los micrófonos cerca para que no se pierda un detalle, pero ahí hay detrás un soberbio trabajo tanto técnico como expresivo formidable que demuestra que nos encontramos ante un director de enorme potencial y, no vayamos a dejarla en segundo lugar, ante una Orquesta de París que se encuentra en el mejor momento de su historia. ¿Algún reparo? El final lo encuentro demasiado rápido: me hubiera gustado más solemne y grandioso. También es verdad que se puede echar de menos la enorme sensualidad que desplegaba Seiji Ozawa en su registro de Boston, así como la poesía infinita que Giulini obtenía en la Berceuse en sus registros de la suite habitual, pero ya les digo: de la versión de tres cuartos de hora, esta es globalmente la que más me gusta.
En cuanto a Le Sacre du Printemps, volvemos a encontrarnos ante una enorme interpretación, clarísima y con el ritmo en los huesos, dicha de un solo trazo y muy directa al grano sin dejar de explorar mil y un detalles, pero aquí sí que se echa de menos una visión más plural: un Chailly y un Rattle han demostrado que la brutalidad no tiene por qué estar exenta de atmósfera, misterio, calidez e incluso calidez tímbrica. Tampoco Mäkelä es el no va más de la electricidad y la tensión interna, pese al espléndido nivel alcanzado.
La conclusión la tengo clara: lo mejor es dar tiempo al tiempo y disfrutar de discos tan maravillosos con este sin que te estén mareando desde los medios.
PD. Hurwitz pone a parir el disco (aquí). Cada día comprendo menos a este señor.
2 comentarios:
Sí, a veces el señor David Hurvitz tiene opiniones con las que no estoy de acuerdo en absoluto. Pero me resulta muy interesante lo que dice sobre las interpretaciones con instrumentos de época, por cierto, bastante en la línea de tu línea editorial de este blog…
No tenía fichado este disco Stravinsky de Mäkelä, así que tendré que ponerme a ello. A ver cuándo encuentro el tiempo…
El Señor David H. de Classics Today,hace daño a los neófitos que se acercan a su blog y videos.
Decir que Beethoven es pésimo en la Tercera sinfonía y que mucho de Bach es una serie de remiendos sin sustancia, conlleva a qué no pocos recién venidos a la mal llamada música culta,se llenen de prejuicios difíciles de erradicar.
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