Ni puntuaciones del uno al diez ni rábanos. Estas siete versiones del Concierto para violín n.º 2 de Belá Bartók son todas maravillosas, y las traigo aquí para animarles a ustedes a que se acerquen a esta obra maestra, que conociera su estreno allá por marzo de 1939. Meses más tarde, el mundo evocado por el compositor empezaría a desaparecer para siempre.
1. Menuhin. Furtwängler/Orquesta Philharmonia (EMI, 1953). Aunque la dirección es magnífica por su calidez, su plasticidad, su fraseo flexible y su sinceridad emocional, encontrando Furt el equilibrio perfecto entre lirismo, garra dramática y sabor folclórico, lo que deslumbra es un violín incandescente a más no poder, lleno de humanismo y muy lírico cuando debe, pero sobre todo intenso y punzante, que llega a ser altamente desgarrado en los momentos más extrovertidos del segundo movimiento. La reciente restauración sonora en alta definición hace que la toma sonora resulte aceptable, pero no puede evitar que la orquesta quede relegada frente al solista.
2. Perlman. Previn/Sinfónica de Londres (EMI, 1973). Una lástima que el nuevo reprocesado realizado por Warner no haya sido capaz de solucionar los problemas de la toma, con amplia gama dinámica pero turbia y distorsionada, porque la interpretación es portentosa, tanto por un violín pletórico de agilidad, riquísimo en el sonido –siempre afilado, pero con carne– y expresivo a más no poder, como por una batuta que subraya con atrevimiento las asperezas de la escritura al tiempo que despliega lirismo sensual, cantabilidad en el fraseo y sutileza tímbrica, además de mostrar un estimulante sentido de lo popular e inyectar frescura y convicción a los resultados.
3. Kyung-Wha Chung. Solti/Filarmónica de Londres (Decca, 1976). La interpretación se encuentra marcada por la personalidad de Sir George y por su plena afinidad a Bartók. Así, el veterano maestro ofrece una buena dosis de electricidad, de incisividad y de rusticidad bien entendida, de garra y de sentido teatral, haciendo rugir a la orquesta londinense –magnífica– todo lo que sea necesario, pero se muestra asimismo capaz de remansarse para destilar un lirismo de altos vuelos y delicioso aroma folclórico. También sabe desplegar texturas de enorme sutileza tímbrica, incluyendo veladuras fascinantes y auténtica magia sonora, por no hablar de la perfección absoluta con que recrea el ambiente nocturnal del segundo movimiento. La joven Chung está formidable, no ya por la enorme belleza y homogeneidad de su sonido sino también, y sobre todo, por su espléndida manera de aunar poesía con tensión dramática, aunque en cualquier caso su enfoque es mayormente lírico, en perfecto contraste con la batuta teatral y masculina de Solti. La toma es magnífica para la época.
4. Zukerman. Mehta/Filarmónica de Nueva York (Sony, 1979). Espléndida recreación en la que sobresale un violín que se mueve por la obra con pasmosa naturalidad, sin evidenciar esfuerzo alguno, y que sabe ofrecer lirismo cálido y noble al tiempo que se encrespa para resultar altamente dramático cuando debe, todo ello sin olvidarse de los imprescindibles acentos magiares. Zubin Mehta, aun sin especial garra, desgrana la obra con enorme delectación y exquisita sensibilidad para el timbre, sobre todo en el nocturnal y mágico segundo movimiento, sin que por ello deje de ofrecer esas sonoridades vigorosas, esas ráfagas de brillantez y ese sentido del ritmo que caracterizan el arte del maestro indio. Este testimonio, que no había salido en su momento en CD, ha sido recientemente recuperado en alta definición y se localiza en las plataformas habituales.
5. Kyung-Wha Chung. Rattle/Birmingham (EMI, 1990). Vuelve la Chung a asombrarnos por la variedad de su sonido, así como su capacidad para aportar una dosis de lirismo y delicadeza muy femenina. En esta ocasión le acompaña un Rattle extrovertido, animado y con momentos de áspera rebeldía en el primer movimiento, pero también concentrado y sutil en el juego tímbrico del segundo; sin problemas en la ironía del tercero. Quizá globalmente no se llegue a la altura de la interpretación de la misma solista con Solti, pero esta se disfruta de principio a fin.
6. Shaham. Boulez/Sinfónica de Chicago (DG, 1998). Lírica y hermosísima recreación en la que un Shahan pletórico de virtuosismo canta las melodías con tanta poesía, calidez y humanismo como fuerza expresiva, tensando la música cuando es necesario y soberbiamente respaldado por un Boulez al que tampoco le interesa marcar aristas, sino dejar a la música que respire su sanísimo sabor folclórico al tiempo que –como no podía ser menos, tratándose de quien se trata– cada una de las líneas de la escritura orquestal queda maravillosamente clarificada. Un prodigio, recogido de manera admirable por la toma sonora.
7. Faust. Harding/Sinfónica de la Radio Sueca (Harmonia Mundi, 2012). Defrauda un tanto el Allegro ma non troppo inicial. En él la solista hace gala de un sonido quizá excesivamente lírico, modelado hasta las más extraordinarias sutilezas, y deslumbrante en lo que a agilidad se refiere, pero sin la suficiente carne; tampoco su enfoque termina de ofrecer toda la garra que la música demanda. El segundo movimiento sí que es magnífico, desplegando Faust un canto muy emotivo bien respaldado por una batuta atenta, clarificadora, refinada en el tratamiento de las veladuras tímbricas, que frasea con holgura y cantabilidad. No menos espléndido el tercero, dicho con garra, mucho empuje –de nuevo pasmoso el virtuosismo del violín– y un apropiado perfume folclórico, aunque no dejando desatendidos, antes al contrario, los pasajes más misteriosos y evocadores del mismo. La coda ofrece grandeza, potencia y una buena cantidad de aristas bien subrayadas desde el podio.
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