La comparación con la Sinfonía nº 12, estrenada el año anterior, no puede ser más significativa. Aquella era un descomunal bodrio, aparatoso, decibélico y manifiestamente insincero, al servicio de la propaganda comunista. Esta Sinfonía nº 13, Babi Yar, de Dimitri Shostakovich se encuentra escrita bajo la sombra de Modest Mussorgsky, ofrece ya la escritura esencial propia de la madurez del autor –aunque las fuerzas congregadas sean notables– e ideológicamente se enfrenta cara a cara con el sistema.
La verdad es que al leer los poemas de Yevgeny Yevtushenko que le sirven de base (aquí la traducción al castellano), uno no puede dejar de preguntarse cómo es posible que las autoridades permitieron el estreno aquel 18 de diciembre de 1962. Y se explica que Mravinski rehusara ponerse en el podio –yo diría que afortunadamente: el maestro nunca entendió del todo bien la música del autor–, que las autoridades estuvieran ausentes y que pocos años más tarde la página fuera prohibida en toda la URSS. Lógico: se trata de una directa patada en el estómago a todo el sistema soviético. Las críticas, en cualquier caso, van muchísimo más allá y se puedan aplicar a casi todos los momentos de la historia. También al nuestro. Aquí va una pequeña selección de las grabaciones disponibles.
1. Ormandy/Orquesta de Philadelphia (RCA, 1970). La portada del vinilo lo dejaba muy claro, “Banned in Russia! First recording in Western World”. La increíble calidad de la orquesta y la enorme solidez técnica de la batuta garantizaron una puesta en sonidos impecable. Ormandy, además, ya había dejado muy buena cuenta de su sintonía con el compositor, algo que aquí también queda en evidencia. Solo falta –se nota mucho, en comparación con lo que hará Previn en la segunda grabación oficial de la obra– un grado adicional de intensidad, de tensión, de compromiso expresivo, y no solo en lo que a la vertiente dramática se refiere, sino también en atmósfera, en lirismo y hasta en sentido del humor. Meritorios los varones del Mendelssohn Club, y francamente bien tanto por voz como por expresión Tom Krause. Inexplicable que todavía no se haya realizado una edición oficial en compacto. HDTT sí que ha realizado un lanzamiento digital, pero de este sello –suene enfatizar en exceso las frecuencias agudas– me fío poco, así que me conformo con el trasvase de LP disponible en YouTube. (8)
2. Previn/Sinfónica de Londres (EMI, 1979). El maestro norteamericano –nacido en Berlín, de origen judío– no solo demuestra la extraordinaria competencia técnica que en él es habitual a la hora de trabajar con la orquesta, de planificar y de poner cada cosa en su sitio exacto atendiendo con la misma eficacia a la globalidad que el detalle, sino también una sintonía fuera de lo común con esta obra. No pretende Previn subrayar las deudas con Mussorgsky; tampoco potenciar la virulencia que alberga, ni indagar en el misterio. En casi todos los repertorios su acercamiento resulta inmaculado en el estilo y atiende a todas las facetas expresivas posibles. Lo que ocurre, simplemente, es que esta vez lo hace con especial compromiso expresivo. No hay secreto alguno: sinceridad al cien por cien, intensidad en las emociones y mucha técnica para que eso quede en evidencia. Tal vez falte la genialidad, la idea “especial” detrás de la batuta, pero el resultado es irreprochable, algo a lo que no es ajena la formidable labor de los varones del London Symphony Chorus y, sobre todo, del bajo Dimiter Petkov. La toma es excelente por equilibrio de planos, relieve de los graves y gama dinámica. (10)
3. Kondrashin/Sinfónica de la Radio Bávara (Decca, 1980). Dieciocho años después del estreno, el maestro que empuñó la batuta aquel 18 de diciembre de 1962 dejó este testimonio en vivo, registrado con espléndida toma por los ingenieros de Decca, que a la postre terminaría siendo una de las últimas grabaciones de su carrera: falleció tres meses después. En ella dejó claro su excelente hacer técnico, su sensibilidad y, desde luego, su amor por esta música. Kondrashin no desea generar atmósferas, opresivas, hurgar en la herida o acentuar contrastes. Le basta con dejar que la música fluya con naturalidad, sin forzar las cosas, incluso permitiendo que haya espacio para evocación lírica y hasta la belleza, lo que no le impide, en cualquier caso, hacer que se nos hiele la sangre susurrándonos al oído los miedos del cuarto movimiento. El Coro de la Radio Bávara se comporta bien, y toda una sorpresa encontrarse aquí con un John Shirley-Quirk bastante centrado. Que la toma fuera analógica ha permitido la recuperación en SACD con amplia gama dinámica. (8)
4. Haitink/Orquesta del Concertgebouw (Decca, 1984). Magnífica dirección en la línea del holandés: objetiva pero honesta, sincera, admirablemente musical, centradísima y maravillosamente realizada. Destila la negrura y carácter opresivo que la obra demanda, como también el sentido del humor, sin decantarse por lo expresionista, y al mismo tiempo aporta cierto distanciamiento. Fabulosa la orquesta, tratada con gran plasticidad, así como su coro. Bien a secas Marius Rintzler, no del todo expresivo. Magnífica la ingeniería de Decca. (9)
5. Rozhdestvensky/Sinfónica del Ministerio de Cultura de la URSS. (Melodiya, 1985). No hay sorpresa, porque con Rozhdestvensky ya sabemos lo que nos espera en este repertorio: una extremadamente ácida, virulenta, sarcástica y rebelde lectura, de timbres incisivos y estridentes. Los resultados son radicales, discutibles y demoledores. Muy bien Analoty Safiulin. Lastima que la interpretación se vea muy perjudicada por la toma sonora, sobre todo en el segundo movimiento. (10)
6. Rostropovich/Sinfónica Nacional de Washington (Teldec, 1988). Aunque sea todo un tópico decirlo, lo cierto es que Rostropovich vuelve a ser el director que saca a la luz el lado más “humanístico” de Shostakovich. Lo que Slava nos ofrece es una reflexión sobre el ser humano lírica y llena de congoja, pero dicha no desde el miedo más pavoroso, sino desde la honda conciencia del sufrimiento ajeno, y movida no tanto por la denuncia como por la compasión. Esto no significa, en cualquier caso, que la recreación resulte superficial o carezca de garra: en todo momento la convicción de la batuta es plena y los clímax dramáticos que alcanza resultan espeluznantes. Muy buena la participación de los señores de la Choral Arts Society de Washington, pese a que no suene particularmente rusos, mientras que Nicola Ghiusselev realiza una labor notable sin nada en especial que resaltar. La toma, espléndida, está realizada a volumen muy bajo para recoger la amplísima gama dinámica que la partitura demanda. (9)
7. Solti/Sinfónica de Chicago (Decca, 1995). Magníficamente secundado por una orquesta impresionante no solo en brillantez, sino también en musicalidad, y por un Alexei Alexashkin expresivo, intenso y valiente, el anciano Sir George deja de lado la atmósfera siniestra, opresiva e irrespirable con que abordan la obra otros directores para decantarse, aun sin necesidad de cargar las tintas, por el lado más extrovertido, teatral y rebelde de la partitura, fraseando de manera incisiva y con nervio controlado, coloreando con sabiduría los timbres, acentuando los contrastes, aportando una enorme dosis de garra dramática –también de sentido del humor– y, en definitiva, inyectando frescura, inmediatez y comunicatividad sin que suene impostado ni de una espectacularidad vacua. Solo desconciertan los abundantes portamentos de los primeros atriles de la cuerda en el desmaterializado final. Entre cada número, los poemas traducidos al inglés y recitados por nada menos que Anthony Hopkins. (9)
8. Ashkenzy/Sinfónica de la NHK (Decca, 2000). Notable la labor de un Ashekazy que conoce y ama este repertorio, que sabe ofrecer un suficiente sentido de la atmósfera y de lo ominoso y desplegar brillantez cuando debe, aunque también evidencia cierta tendencia a la espectacularidad en el primer movimiento, un sentido de la ironía poco desarrollado en el quinto y, en general, cierto carácter expeditivo en su realización. La Agrupación Coral Nikikai realiza una buena labor, no tanto el bajo Sergei Koptchak, que además se ve relegado por una toma sonora que, pese a lo admirable que suele ser la ingeniería japonesa, no es ninguna maravilla. (7)
9. Kitajenko/Gürzenich-Orchester Köln (Capriccio, 2004). Dirección notable, muy centrada en lo estilístico y en lo expresivo, con maderas de adecuado tratamiento, pero no del todo rica en el color, ni matizada, ni tensa: termina aburriendo en los pasajes más débiles de la obra. Arutjun Kotchinian está muy bien de voz y canta con buena línea y propiedad, aunque en el primer número más suplicante que rebelde y sin mucha ironía cuando debe. La toma sonora no parece especialmente buena en origen, pero el SACD le otorga una carnosidad especial. (7)
10. Jansons/Sinfónica de la Radio Bávara (EMI, 2005). Lectura eminentemente lírica y de un contagioso entusiasmo, que sobresale en un segundo movimiento de vida y –nunca más apropiado– humor, amén de por la excelente prestación de Sergei Aleksashkin. Falta una atmósfera más opresiva y molesta una tendencia nada encubierta hacia una espectacularidad que se pone por encima de lo sincero. (7)
11. Gergiev/Orquesta del Mariinsky (Blu-ray Arthaus, 2013). Ya desde los primeros compases se advierte que Gergiev va a tener dificultades para destilar la atmósfera enrarecida y opresiva que esta música necesita. Sí que va a conseguir teatralidad, animación, sarcasmo y rebeldía, aunque sea –como era de esperar– tratando a la orquesta con trazo grueso y planteando los clímax como meros contrastes dinámicos, sin una verdadera planificación de las tensiones. En cualquier caso, el maestro sabe lo que se trae entre manos y cuenta con la complicidad del muy idiomático –faltaría más– Coro del Mariinsky y de un correctísimo Mikhail Petrenko. La calidad de imagen es extraordinaria, pero la toma sonora adolece de una molestísima compresión dinámica. (7)
12. Nézet-Séguin/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2016). Aunque la imponente sonoridad de la orquesta berlinesa, tan grave y oscura, resulta la ideal para ofrecer una versión netamente opresiva y mussorgskiana, lo cierto es que el maestro canadiense decide no cargar las tintas en los aspectos atmosféricos. Tampoco en la corrosividad que destilan los pentagramas. Más bien se decide por una interpretación directa al grano, sincera y muy expresiva, concentrada a más no poder cuando debe, encrespada en los momentos clave y con un punto más que suficiente de ironía y sentido del humor cuando la partitura lo exige. Todo ello lo hace demostrando una impresionante plasticidad en el manejo de las masas sonoras y paladeando las melodías con el lirismo nihilista, pero no por ello seco ni falto de humanismo, que es propio del autor. Mikhail Petrenko tampoco es la voz más negra posible, pero canta con absoluta suficiencia técnica y se muestra centrado en lo expresivo. Los hombres del Rundfunkchor Berlín, imponentes. (9)
13. Muti/Sinfónica de Chicago (CSO, 2018). La sonoridad musculada, redonda y oscura que le gusta al maestro napolitano (¡qué diferente suena con él la CSO con respecto a Solti!), su temperamento viril y decidido, su capacidad para levantar grandes edificios sinfónicos con la más sólida arquitectura, su desinterés por la belleza externa para en su lugar potenciar los aspectos más dramáticos, y especialmente su afinidad con esa mezcla de rusticidad, opulencia sonora, densidad atmosférica y ardor expresivo que caracterizan a buena parte de la música rusa, son características que se ajustan como anillo al dedo a lo que demanda la Babi Yar. La lectura de Muti es ante todo siniestra y opresiva, pero no quedándose en el mero dolor, sino aportando una dosis importante de rebeldía, de carácter desafiante y de tensión dramática. No subraya los aspectos más sarcásticos de la escritura, pero tampoco se olvida de aspectos tan importantes como el carácter elegíaco o el humanismo que esta música necesita. La orquesta realiza una labor descomunal, particularmente en un cuarto movimiento (¡qué tuba, santo cielo!) en el que Muti, aun quedándose un pelín corto en el último clímax, ofrece una recreación incomparable y hasta genial. El Chicago Symphony Chorus está estupendo bajo la dirección de Duain Wolfe, pese a que su dicción del ruso no sea la idónea, mientras que Alexey Tikhomirov, de voz algo menos pesada y oscura de la cuenta, realiza una labor de gran calidad canora y bastante centrada en lo expresivo. (10)
7 comentarios:
Enhorabuena por las comparativas, aunque me cueste escuchar a Shostakóvich.
Nunca le he entrado sesudamente a esta sinfonía, pero si conozco sus partes principales. Justo hace poco me conseguí la versión de Muti en Chicago y complementando lo que ya mencionó, creo que la calidad de las grabaciones de la CSO Resound son excepcionales, agregando el factor que la mayoría (si no es que todas, me parece) son en vivo. Muchas veces me pongo a pensar que sería de nosotros como melómanos si con esta calidad de sonido y grabación se hubieran hecho muchas de las grandes interpretaciones de la historia, principalmente de los 80 para atrás que aún carecen de ciertas deficiencias técnicas. Saludos.
Estimado Fernando
Sólo complementando un poco para los curiosos:
1. Dentro de los cuatro lecturas de Kondrashin sobrevive la correspondiente a la del 20 de diciembre de 1962, esto es, la segunda función tras al estreno (y, en consecuencia, con el texto original, libre de "censura consensuada").
2. Igualmente existe un registro de Muti y Ruggero Raimondi de 1970, traducido al italiano, que corresponde al estreno en el país con forma de bota: no deja de ser notable el compromiso de Muti de volver a esta sinfonía luego de tantos años.
Un abrazo como siempre,
Cristian.
Gracias, Cristian. Las dos cosas las sabía, y quizá debería haberlas escrito. Mi intención es escuchar y comentar la versión del "casi estreno" cuando amplíe esta discografía, que será cuando salga la grabación de Andris Nelsons. Lo del cambio en los textos también debería haberlo mencionado, aunque -que yo sepa- todas las versiones que comento son con los poemas originales, no con la versión "autoretocada".
Buenas tardes, Fernando, voy últimamente en busca de las grabaciones de Rozhdestvensky gracias a sus recomendaciones. ¿Cuáles diría que son las imprescindibles de su ciclo? Hace poco conseguí su lectura de la no. 14, ¿a qué altura pondría esta interpretación? Por cierto, que estoy siendo incapaz de hacerme con una traducción al castellano de los textos de esta última obra, no sé si alguien por aquí podrá echarme un cable.
Un saludo
Para ayudar a Unknown, acá hay una explicación de la 14a. Sinfonía, con la selección de poemas: https://www.historiadelasinfonia.es/monografias/shostakovich/sinfonia-no-14-en-sol-menor/
Muchísimas gracis, Cristian.
Unkown, yo diría que casi todas las grabaciones del ciclo que Rozhcdestvensky grabó en los 80 son extraordinarias, aunque tan radicales que pueden no ser primera opción. La 14 me gusta mucho, aunque todavía más tremendas me parecen las de Rostropovich y Cirrentzis.
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