sábado, 11 de agosto de 2018

La Novena por Kubelik

Novena de Beethoven, no de Mahler. Porque Rafael Kubelik sigue siendo, para muchos, ante todo un gran mahleriano, pero a mí me parece que fue muchísimo mejor beethoveniano. Diré más: su ciclo de las sinfonías del de Bonn, grabado con nueve orquestas diferentes para Deutsche Grammophon, es uno de los tres o cuatro mejores que conozco, y posiblemente el más recomendable para quien se acerque por primera vez a este pilar de la historia de la música. Acabo de escuchar la única que me faltaba –las otras las conozco desde hace tiempo–, la Novena registrada en enero de 1975 frente a sus conjuntos de la Radio de Baviera, en la remasterización cuadrafónica en SACD –sonido muy confortable– que ha publicado el sello Pentatone. Me ha parecido no de las mejores de su integral –Tercera, Sexta–, pero sí espléndida. Prácticamente no hay un solo bache en el ciclo.


Encontramos aquí las mejores virtudes del maestro bohemio: fluidez, naturalidad y un ejemplar sentido de lo apolíneo, entendido esto como equilibrio entre forma y expresión. No estamos, por tanto, ante una interpretación gótica y cargada de malos presagios; tampoco filosófica y trascendida; menos aún épica, hinchada o dicha de cara a la galería. La lectura, por el contrario, se sitúa en el punto intermedio entre belleza sonora, pathos dramático y canto humanístico, sin forzar ningún elemento y sin pretender emitir mensajes más o menos personales, más o menos ideológicos. Kubelik deja que la música fluya, que el fraseo se desarrolle con tanta lógica como espontaneidad, aunque sin perder nunca el control.

Por eso mismo el primer movimiento, aun careciendo –no hay la menor intención de ponerse protowagneriano– de juego con los silencios, de aspereza y de carga visionaria, alcanza los clímax con una facilidad insultante merced a una perfecta planificación de las tensiones; algunos echarán en falta mayor compromiso expresivo, pero no se puede discutir que el resultado sea espléndido dentro de su sensatez y ortodoxia. El segundo, de nuevo sin forzar la máquina –no se mira a Bruckner–, se desarrolla con la mayor elocuencia; memorable el trío, increíblemente bien desmenuzado y todavía mejor cantado. El tercero está dicho con un lirismo noble y sereno –no otoñal, ni metafísico– que parece mirar al pasado clásico, mas sin perder su aliento humanístico. Y el cuarto consigue el milagro de desplegar toda su grandeza manteniendo unas sonoridades ágiles, un fraseo fluido a más no poder y un absoluto alejamiento de toda retórica vacua; el enunciado en la cuerda del Himno a la Alegría es uno de los más bellos que yo haya escuchado.

En el cuarteto flojea Thomas Stewart, cavernoso y no muy allá. Wieslaw Ochman tiene una voz hermosa y canta bien –portentosamente clarificada la polifonía de las maderas que le acompaña–. Muy bien Helen Donath y estupenda Teresa Berganza, que consigue el milagro de que se oiga su parte. A ver si otro día logro escribir algo sobre el resto de las sinfonías, que sigo escuchando en el citado trasvase a SACD.

1 comentario:

Anónimo dijo...

En efecto, don Rafael fue el artífice de una de las primeras integrales sinfónicas de Mahler (si no la primera), muy meritoria pero creo que algo irregular. Tuvo su momento y fue muy de agradecer. Pero ahora descubro gracias a usted su magnífico Beethoven. He encontrado el ciclo para DG en calidad flac normal y las Tercera y Sexta me han gustado mucho. Un abrazo.

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