Afortunadamente, la mayor parte de las grabaciones que circulan son de alto nivel. En esta lista se recogen casi todas las que han salido en compacto; únicamente lamento no haber podido escuchar el segundo registro de Kitajenko, recién aparecido en el mercado. He añadido, por su elevado interés, dos grabaciones no comerciales protagonizadas por Riccardo Muti, la segunda de las cuales aparecerá probablemente en el futuro editada en formato comercial.
1. Leinsdorf/Sinfónica de Boston (Testament y Sony, 1966). Una lástima que RCA nunca llegara a editar en LP esta interpretación en la que el irregular Leinsdorf, al frente de una orquesta sensacional, demuestra una extraordinaria capacidad para lograr la mayor tensión interna sin caer en el efectismo, como también para ofrecer una sonoridad rústica y rocosa sin resultar tosco. Pero además, y esto es fundamental en la presente partitura, el maestro vienés sabe asimismo crear atmósferas malsanas y alcanza un gran vuelo lírico cuando es necesario. Aunque al final se precipite un tanto, el resultado es acongojante. El sello Testament puso finalmente en circulación esta joya, acompañanda de una referencial e imprescindible Quinta Sinfonía, pero quizá lo más recomendable sea hacerse con la caja de serie barata editada recientemente por Sony. (9)
2. Rozhdestvensky/ Gran Orquesta Sinfónica de la Radiotelevisión de la URSS (Melodiya, 1966). Para tratarse de la primera interpretación que circuló por el mercado, hay que reconocer que el maestro soviético realizó una espléndida labor, trazando una lectura de pulso firme y espléndido idioma. El enfoque, como no podía ser menos tratándose de Rozhdestvensky, es de corte expresionista, pero no solo no hay intención de epatar con la acumulación de decibelios sino que, además, los aspectos misteriosos y sensuales de la obra están perfectamente atendidos. Hay hallazgos que luego no encontraremos en otras lecturas, como el tratamiento de las figuras de la cuerda en el tercer movimiento. Por desgracia la orquesta se queda corta, y Rozhdestvensky no ha trabajado con ella lo suficiente en lo que a la claridad se refiere. La grabación, lejana y difusa, no ayuda precisamente en este sentido. El resultado, pues, es muy vistoso pero un tanto tosco. (8)
3. Abbado/Sinfónica de Londres (Decca, 1969). Aun sin llegar al la excelsitud de las suites de Romeo y Julieta y El bufón que grabó con la misma orquesta tres años antes, con este registro el joven Abbado demostró ser un extraordinario intérprete de Prokofiev, no ya por obtener de la Sinfónica de Londres esa sonoridad tan característica del compositor –especialmente en lo que al tratamiento de las maderas se refiere–, sino también por renunciar al efectismo para atender ante todo a la sensualidad, a la claridad de las texturas orquestales y –en esta obra en particular– a la creación de atmósferas turbulentas. Sensacional, en este sentido, su lectura del segundo movimiento, creativa a más no poder y seguramente insuperada a día de hoy. En contrapartida, en los movimientos extremos se echa de menos una mayor dosis de visceralidad, electricidad y garra dramática. (9)
4. Martinon/Nacional de la ORTF (Vox, 1971). Hay que agradecerle a Martinon su deseo de defender esta música, pero lo cierto es que su interpretación –como ocurre con el resto de su integral– resultó muy irregular: junto a momentos obsesivos muy notables, encontramos otros dichos un tanto de pasada, cuando no descontrolados y tendentes al escándalo gratuito. Se echa de menos claridad, lo que en parte puede deberse a las limitaciones de la orquesta, como también a la deficiencias de una muy discreta toma sonora. (5)
5. Kondrashin/Concertgebuw (Philips, 1975). El inolvidable maestro ruso se mostró aquí perfecto en el estilo y muy centrado en lo expresivo, atendiendo tanto a la vertiente escarpada de la obra como a la atmosférica. De todas formas, y aun haciendo gala de muy buenos detalles en el tratamiento de las maderas, aún podría sacar más jugo de la partitura, sobre todo en los movimientos extremos: se precipita un tanto. El tercero, sin embargo, es tan formidable como la orquesta holandesa. Lástima que el registro se encuentre descatalogado desde hace años. (8)
6. Kondrashin/Chicago (CSO, 1976). En esta toma radiofónica, que se contiene en una edición especial en una caja de 10 CD editada por la propia orquesta, Kondrashin vuelve a mostrarse muy bien encaminado, atendiendo a todas las facetas posibles de la obra y manteniendo tanto la tensión como el misterio, pero de nuevo sucumbe un tanto a la precipitación en los movimientos extremos. También se puede hilar más fino, obtener más claridad y ser más creativo. (8)
7. Weller/Filarmónica de Londres (Decca, 1977). Una pena que el ciclo de Walter Weller haya obtenido tanta difusión comercial, porque le hace un flaco favor a la música de Prokofiev. He aquí una lectura tan plana, deslavazada y aburrida como la del resto de las sinfonías, si bien se puede destacar cómo el maestro se recrea en los pasajes lentos, que le suenan antes evocadores que siniestros. La orquesta londinense se encuentra desaprovechada. (5)
8. Chailly/Junge Deutsche Philharmonie (DG, 1981). A sus veintiocho años de edad, el maestro milanés dejaba claras dos cosas. La primera, una técnica de batuta excepcional que le permite obtener ricos colores, diseccionar con mano maestra el entramado orquestal y jugar a su antojo con la agógica –flexible pero llena de coherencia expresiva– sin que el edificio se venga abajo. La segunda, unas enormes ganas de hacer música que se traducen no solo en una apreciable intensidad dramática, sino también en la plena atención a los aspectos más misterioros y sensuales de la partitura, así como en la riqueza de matices. No todo es óptimo, en cualquier caso: los dos últimos movimientos pierden un poco de fuelle frente a los dos primeros, mientras que la orquesta, pese a su excelente labor, no es comparable a las más grandes que han grabado esta sinfonía. La toma sonora no está a la altura de la época. (8)
9. Järvi/Nacional de Escocia (Chandos, 1985). Sorpresa: el tantas veces superficial y rutinario Järvi padre se tomó aquí las cosas con calma, paladeó los pentagramas con un primor por momentos celibidachiano, derrochó potencia y electricidad en los momentos telúricos, recreó maravillosamente la atmósfera enrarecida de los pasajes oníricos, hizo gala de una convicción expresiva y se permitió realizar numerosos hallazgos, todo ello sin ninguna concesión de cara a la galería. Solo hay que lamentar que la orquesta no fuera de nivel excepcional y que la batuta no terminase de obtener claridad en los tutti. La toma sonora, reverberante y algo confusa, no ayuda en absoluto. (9)
10. Kitajenko/Filarmónica de Moscú (Melodiya, 1985). Esta primera grabación del maestro ruso es una electrizante, sincera y –en suma– espléndida versión, llena de fuerza y realizada en una línea particularmente aristada y sarcástica, que sabiamente evita caer en la vulgaridad ni en el efectismo. Muy sensual el segundo movimiento. La orquesta, sin ser ninguna maravilla, logra una sonoridad muy a Prokofiev, destacando de manera especial el tratamiento de la madera grave. Se debe, eso sí, pedir un mayor control de la arquitectura. (8)
11. Rostropovich/Nacional de Francia (Erato, 1987). En la que sigue siendo la integral de referencia, Rostropovich quiso desmontar los tópicos que circulaban sobre la creación sinfónica del genial compositor y reivindicó un Prokofiev mucho antes emotivo que espectacular. En consecuencia, valiéndose de unos templi muy amplios y renunciando por completo al espectáculo sonoro, el de Baku ofreció una Tercera especialmente atmosférica y sensual, poco expresionista –se echan de menos incisividad, violencia y garra dramática– y muy atenta a subrayar los lazos que unen a esta música con el mundo impresionista. Lástima que la claridad no sea toda la deseable –la grabación tiene que ver con ello– y que la orquesta, rindiendo mejor que con Martinon, diste de ser una maravilla. (8)
12. Ozawa/Filarmónica de Berlín (DG, 1990-91). Como era de esperar, al refinado maestro oriental no le apetece demasiado desenvolverse en atmósferas maléficas y obsesivas. Tampoco es que Ozawa recorte las aristas, ni muchísimo menos: aunque los golpes de timbal del tercer movimiento deberían ser más imponentes, la tensión se respira de principio a fin –sin efectismo alguno– y la tímbrica despliega todas sus aristas. Lo que ocurre es que en su hermoso y mágico lirismo se echa de menos un poco más de azufre, de carácter demoníaco. En contrapartida, ofrece Ozawa un asombroso trabajo técnico de disección orquestal, especialmente en lo que al análisis de texturas se refiere. La asombrosa ejecución de la Filarmónica de Berlín es la otra gran baza de este registro muy bien grabado. (9)
13. Muti/Philadelphia (Philips, 1991). Esta es, de todas las interpretaciones comentadas, la número uno. Verdadera lectura de referencia, poderosa, arrolladora y brillante, pero también muy atmosférica, que cuenta con una fabulosa orquesta y una batuta que suena muy a Prokofiev. La tensión es implacable en todo momento, aunque nunca se confunde con el ruido ni el efectismo. La disección de las texturas orquestales es extraordinaria, aun sin llegar a la claridad de Ozawa. A destacar especialmente el “lirismo siniestro” del segundo movimiento, atmosférico a más no poder, y la fuerza desasosegante del tercero. El cuarto movimiento es también impresionante, desarrollándose de manera implacable hasta alcanzar final abrumador. (10)
14. Chailly/Concertgebouw (RCO, 1991). El firme pulso de la batuta, la notable claridad de las texturas, el sentido del color, el equilibrio entre lo telúrico y lo atmosférico y la soberbia calidad de la formación de la que entonces era titular le permiten a Chailly ofrecer una lectura espléndida, tanto o más que la que realizó años atrás en Berlín. Pero para alcanzar lo excepcional falta un último punto de compromiso expresivo, así como una sonoridad más idiomática, más adecuada para Prokofiev. Como la toma radiofónica deja que desear y la compra sale muy cara –hay que adquirir una caja de catorce compactos dedicada al maestro italiano–, resulta muy preferible la edición oficial de Decca, grabada tan solo unos meses más tarde con mucho mejor sonido. (8)
15. Chailly/Concertgebouw (Decca, 1991). No se aprecian diferencias interpretativas con respecto al registro en vivo comentado: aunque siga sin mostrarse especialmente personal ni creativo, Chailly sabe atender a los múltiples pliegues expresivos de la obra –lo telúrico, lo ominoso, lo turbulento, lo evocador– y hacer gala de una soberbia técnica de batuta que le permite trazar una arquitectura irreprochable y obtener una enorme claridad de su fabulosa orquesta del Concertgebouw. (8)
16. Muti/Sinfónica de la Radio Bávara (YouTube, 2003). De nuevo nos encontramos ante una dirección sensacional, idiomática a más no poder, de extraordinario sentido del color y de las texturas, y adecuadamente siniestra y telúrica. Asombrosas la sensualidad y la atmósfera del segundo movimiento, aunque en el resto –sensacional– puede que no tenga tanta garra como su versión de estudio. La orquesta no es tan asombrosa como la de Filadelfia, aunque Muti hace sonar a las maderas con una carnosidad muy adecuada. Lástima que haya algún desajuste propio del directo. (10)
17. Gergiev/Sinfónica de Londres (Philips, 2004). La orquesta londinense ofrece, treinta y cinco años después, una lectura radicalmente opuesta a la que realizó con Abbado. La lentitud de los tempi se ve aquí sustituida por el frenesí; la atención a la claridad por el descontrol; la creación de atmósferas por el más brutal efectismo. Eso sí, no podemos regatearle a Gergiev su sentido de la teatralidad, la fogosidad con que dirige y su capacidad para generar espectáculo. De ahí que esta lectura sea, pese a los reparos expuestos, lo único salvable de su mediocre ciclo grabado –con toma sonora mejorable– por el sello Philips. (7)
18. Kitajenko/Gürzenich-Orchester Köln (Phoenix, 2005-07). En esta nueva lectura discográfica, beneficiada de una toma sonora soberbia, el maestro ruso vuelve a acertar en un segundo movimiento curvilíneo y misterioso, muy bien paladeado, mientras que en el resto ofrece claridad sin efectismos y un perfecto equilibro entre los aspectos más explosivos de la página y sus recovecos introvertidos, todo ello haciendo gala de excelente gusto y un irreprochable conocimiento del idioma. Le falta un colorido algo más desarrollado, mayor emotividad lírica en algunos pasajes y, sobre todo, un carácter más trágico e implacable en los momentos más demoníacos. (8)
19. Ashkenazy/Sinfónica de Sidney (Exton, 2009). Ni ambientes de pesadilla en referencia a la ópera El ángel de fuego, ni gaitas: precipitación, trazo lineal –agógica por completo plana–, tímbrica poco variada –la estridencia, que en esta partitura no se encuentra precisamente contraindicada, debe ir acompañada por múltiples sutilezas–, nerviosismo y vulgaridad efectista son sus signos de identidad, al menos en los movimientos extremos. El segundo está bien, sin que termine de destilar esa particular mezcla de espiritualidad y erotismo que necesita, mientras que el tercero se limita a resultar anguloso, desaprovechando por completo sus inquietantes remansos. Insuficiente la orquesta, trabajada con pinceles gruesos. (3)
20. Gergiev/Mariinski (DVD Euroarts, 2011). No podemos dudar que el enfoque de Gergiev sea es el más adecuado, es decir, expresionista, teatral y altamente electrizante. Tampoco de que el maestro ruso sepa obtener el color adecuado para el compositor y obtener las texturas más interesantes de la cuerda en los “maullidos” del tercer movimiento. Pero a la postre su tendencia al decibelio, la brutalidad y el más desaforado efectismo terminan lastrando esta interpretación que, pese a las virtudes apuntadas, termina resultando tosca, precipitada y superficial. Por si fuera poco la orquesta deja en evidencia su mediocridad, no tanto por las numerosas pifias que comete sino por la pobreza del sonido. (6)
21. Kirill Karabits/Sinfónica de Bournemouth (Onyx, 2013). Interpretación expresionista por excelencia, incisiva y visceral, que engancha desde la primera a la última nota tanto por su tensión interna magníficamente controlada –hay decibelios y descargas electrizantes, pero no brocha gorda– como por la asombrosa claridad con que la batura revela la cuidadosa orquestación de la obra. Ahora bien, la comparación con otras interpretaciones deja bien claro que el maestro deja en exceso al margen la sensualidad al mismo tiempo atmosférica y ominosa que proponen los pentagramas, pasando de largo frente a numerosas frases que podían estar más trabajada y no logrando destilar el peculiar ambiente, digamos que de “pesadilla erótica”, de la ópera El ángel de fuego. Brillante pero superficial, pues. De enorme claridad la toma. (8)
22. Gaffigan/Sinfónica de la Radio de los Países Bajos (Challenge, 2013): esta interpretación se parece un tanto a la de Karabits. Es decir, es la que podríamos asociar –quizá tópicamente– con un director joven, con ganas de comunicar y más ganas todavía de impactar, pero aún con un largo camino por recorrer para alcanzar la madurez. Lectura vistosa y con nervio, pues, pero muy desatenta a las diferentes atmósferas que la página necesita. La diferencia la marca el tratamiento orquestal menos cuidadoso por parte del maestro norteamericano, que no trabaja mal las texturas pero tampoco se preocupa mucho que digamos de aclarar el complejo entramado orquestal ni de diferenciar colores; ni siquiera termina de convencer su tratamiento de la cuerda, que carece del peso suficiente y se ve algo desdibujada frente a los metales. (7)
23. Alsop/Sinfónica del Estado de Sao Paulo (Naxos, 2014). La directora neoyorquina acierta a la hora de apartarse de todo efectismo y dejar a un lado las grandes explosiones sonoras para en su lugar atender a los momentos más líricos que albergan estos pentagramas, pero lo cierto es que ni la atmósfera enrarecida de estos se encuentra del todo conseguida -hay más contemplación que desasosiego- ni los aspectos demoníacos, obsesivos y virulentos quedan bien reflejados. Se aprecian también problemas a la hors de dotar de continuidad a la página, y el trabajo con la orquesta, siendo notable, se encuentra muy por debajo del que ofrecieron un Abbado, un Muti o un Ozawa. Tampoco la toma está a la altura, aun escuchada en alta resolución. (7)
24. Jurowski/State Academic Symphony Orchestra of Russia (Pentatone, 2016). Lectura eminentemente oscura, diabólica y terrorífica, de sonoridades
virulentas –impresionantes texturas de las maderas en el tercer
movimiento–, fraseo tan anguloso como obsesivo, atmósferas alucinadas y
tensiones implacables. Expresionismo puro y duro, incluyendo dentro del
mismo una buena dosis de humor negro –madera grave
llenas de socarronería–. También hay, aun sin llegar a las recreaciones de Muti, también espacio para la atmósfera: muy lento
el final del primer movimiento y embriagador a más no poder el segundo.
Si no se lleva la máxima calificación es por la orquesta, que no es sino
la Estatal de la URSS de toda la vida: la
cuerda en más de un momento me ha parecido rígida, mientras que el metal
posee esa particularísima sonoridad “soviética”, algo vacilante y poco
empastada. Sea como fuere, el maestro la trata a su formación diseccionando
con verdadera maestría: nunca he escuchado una interpretación todavía
más clara que la presente. Soberbia la toma, que se disfruta a tope en
SACD multicanal. (9)
2 comentarios:
Hola Estimado Fernando!
te quería recomendar la version grabada por el gran Rozhdestvensky para el sello Russia Revelation que a mi criterio supera en interpretación y calidad de sonido a la que integra el ciclo completo del mismo director. y de yapa incluye una quinta de Shostakovich muy bien conducida por Temirkanov. Ojalá la puedas sumar así la agregas al listado discográfico con su correspondiente calificación. He de decir que aunque para algunos Markevitch (un grande desde luego) sea el mejor director que ha dado Rusia para mi sin dudas el mejor es Gennady Rozhdestvensky!
Cordial Saludo
Julián
Buenas a todos.. No he escuchado las versiones de Muti, pero del resto que he escuchado me quedo con Abbado. Magnífica. En especial el último movimiento.
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