domingo, 8 de octubre de 2023

Pensamiento único en Sevilla

Ocurre desde hace tiempo. La kale barroka de Sevilla no es ya un movimiento atrevido y reivindicativo. Ahora gobierna, y lo hace imponiendo su pensamiento único: si las interpretaciones del Clasicismo realizadas con presupuestos tradicionales son mal vistas –uno de los artículos más asquerosos que he leído en mi vida, por manipuladoramente destructivo, fue la crítica en Diario de Sevilla a las tres últimas sinfonía de Mozart por Barenboim–, si alguien se atreve a hacer Barroco sin instrumentos originales y/o desde presupuestos que no se ajusten a lo moderno –algunos pocos grupos hispalenses lo han hecho–, el atrevimiento es fiscalizado con lupa y llevado a la palestra. Y no, no se puede hacer nada: ellos programan y ellos controlan los medios de comunicación.

Así las cosas, por mi parte solo puedo aplaudir a los pocos valerosos que al sur de Despeñaperros se atreven a hacer Barroco sin frasear a saltitos, sin combinar carreritas y frenazos, sin recrear affetti (¡qué expresión más cursi, joder!) confundiendo eso con caer en las más cursis onomatopeyas y, en definitiva, sin entrar en la competición de quién es más extravagante. Y en mi casa, que todavía nadie puede decidir qué pongo en mi equipo de música, seguiré combinando las grandes interpretaciones historicistas –estoy disfrutando una barbaridad con la caja gorda de Reinhard Goebel– con las no menos grandes de corte tradicional. ¡Vale ya de dictadores del gusto!

27 comentarios:

Fouquier de Tinville dijo...

Hay buenas interpretaciones historicistas, que tienen su fundamento musicológico e histórico. Los libros de Harnoncourt sobre el tema son una buena referencia.

Hay que recordar que la música barroca no se interpretaba apenas hasta los años 60 o así. Un poco más la instrumental, claro, pero muy poca o nada de ópera, y muy poca música orquestal, y además "romantizada", cosa que a veces (medio) funcionaba y otras no. Casals fue de los pioneros en recuperar este repertorio, y también Klemperer le rindió tributo (aunque no sistemáticamente, claro). Se pudo rescatar mucha música barroca cuando se adaptó la forma de interpretarla, y se descubrió que con conjuntos más pequeños y un enfoque diferente "funcionaba". Esto no quiere decir que necesariamente los instrumentos debieran ser de cuerda de tripa o de afinación defectuosa. Hay que agradecer mucho este replanteamiento refrescante. Con grandes orquestas sinfónicas ni se hizo nunca mucha música anterior a 1750 ni se hace ahora, porque hay problemas serios de encaje. Cosa diferente es el uso del piano para tocar piezas para teclado, porque el clave es un coñazo (alguien lo describió como el sonido del granizo en un tejado de uralita).

En el repertorio posterior a 1750 la cosa se complica. Aunque la revolución musical se produjo después de 1800 hay que reconocer que las obras clásicas interpretadas con orquestas románticas durante dos siglos las han recreado extrayendo de ellas profundidades y complejidades que quizás fueron imaginadas por los compositores pero que seguramente no pudieron llegar a escuchar. Pero una revisión con orquestas y criterios distintos pueden aportar otra forma interesante de conocer esa música. La balanza se decanta por las orquestas modernas en la música posterior a 1800, más o menos, porque ahí se pierde claramente y sistemáticamente más de lo que se gana.

El problema está en la calidad. Hay enfoques historicistas interesantes, que sacan a la luz mucha música, y lo hacen de forma coherente, y otros horrorosos. Estos, por no tener, no tienen ni gracia. Yo no los aguanto, ni siquiera la primera vez. No me parece mal que se experimente. Incluso hay "arreglos" modernos de obras barrocas. Como formas de interpretarlas no me parece aceptable, pero como forma de hacer una música distinta, relativamente nueva, usando material antiguo, no me parece mal. Si funciona, funciona (casi nunca lo hace, porque hay que tener talento).

Hay que acercarse a todo con la mente abierta, pero siendo exigente. Hay maravillas en la pintura abstracta, por ejemplo, pero un plátano pegado a una pared con cinta aislante no es una obra de arte, es un fraude (fundamentalmente comercial). Hay mucho "hamparte" y mucha "hampmúsica". Esto ha pasado siempre: el talento surge de donde menos te lo esperas, pero hay que filtrar mucha porquería para sacar algo de valor. El tiempo dirá, pero la nariz de alguien avezado no suele fallar. Me sorprende que son raros los casos (en contra de lo que se dice) de obras despreciadas en su época (desconocidas sí) que se consideraron geniales después. Obras que nacieron con la polémica, pues sí, fracasos comerciales por causas diversas, pues también, pero en general los aficionados y los críticos no eran tontos y detectaban algo sorprendentemente bueno. También se consumía mucho producto malo porque había que entretenerse, porque hay intereses comerciales, mal gusto popular, corruptelas, intereses creados, etc. Pero los entendidos no se engañaban tanto. La música esta de cuerda de tripa mal hecha es una porquería y nadie se la toma en serio. Es una basura. Dentro de unos años no quedará nada de ella. Y la gente viaja a Viena a escuchar a la Filarmónica.


Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Menos en lo del clave, que a mí es un instrumento que me gusta mucho, estoy de acuerdo en todo lo que usted ha escrito. Muchas gracias por la aportación.

En cualquier caso, mi texto estaba en relación en cómo determinados críticos están tratando mal a los intérpretes que se atreven a hacer, por ejemplo, Vivaldi sin instrumentos originales.

Javier dijo...

Escuchar repertorio clasicista, barroco y anterior con instrumentos originales o modernos es una cuestión de afinidad, o por decirlo de alguna manera, de gusto. Existen oyentes que no disfrutan con la sonoridad de los instrumentos originales por muy bien planteadas que estén dichas interpretaciones, siendo muy respetable su gusto y opinión. Respecto a lo de la música barroca con cuerda de tripa mal hecha y demás, diría que tambien existe, y no poca, funestas interpretaciones con instrumentos modernos en este y en otros repertorios. Al final todo se intenta medir en grados, desde la calidad de la propia música a la calidad de las interpretaciones, cuestiones complejas, ni tan siquiera irrefutables. En definitiva ahí es donde entra, la experiencia, el criterio y gusto de cada uno.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Sí, Javier, completamente de acuerdo. El problema es cuando se intenta imponer un pensamiento único, sea el de "todo el historicismo es una tomadura de pelo" de Carrascosa o justo lo contrario, es que es lo que ocurre en Sevilla.

Fouquier de Tinville dijo...

Sí, ahí está el tema. Como decía Javier, tocar Beethoven con instrumentos modernos no garantiza la calidad, como tocar no sé, Lully, con una orquesta historicista tampoco garantiza nada. Hay que ser incluso más abiertos: se podría tocar algo de Lully con orquesta moderna y hacerlo de manera que funcione, o Beethoven con instrumentos de época (de la suya).

Los dos extremos que apunta Fernando, como dogmas, no se pueden admitir. Las posibilidades son más amplias, y hay churros por todas partes también. Los dogmas son empobrecedores, que es exactamente lo que está pasando en Sevilla.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Por poner dos únicos ejemplos, a mí me encantan el Rameau de Simon Rattle y el Beethoven de Frans Brüggen (menos la novena, que creo que hizo mal en sus dos grabaciones).

Javier dijo...

A todas luces en Sevilla más que defender un pensamiento único se defiende el negocio único.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

A mi modo de ver hay un claro pensamiento, una ideología detrás que es muy fuerte, que lleva años consolidándose en la praxis interpretativa y que ha logrado calar en buena parte del público gracias a que la prensa musical se encuentra integrada por personas afines o, directamente, por "ellos", pero también hay algún del negocio que usted dice.

Ejemplo real: a unos señores de la Sinfónica de Sevilla se les ocurrió hacer ciertos concerti grossi a su manera y ¡zas!, todos a caldo. Claro, los pocos que fueron, porque era un concierto de aforo reducido, estarían o no de acuerdo con lo que luego se escribió, pero los que no estuvieron pero sí leyeron, que eran mayoría, pensarían "menudo truño tuvo que ser". De paso, o no tan de paso, queda clarísimo que en Sevilla ese terreno es coto exclusivo de caza de determinadas formaciones con cuerda de tripa.

Pero vamos, en todas partes pasa igual. Sin ir más lejos, aquí en Jerez se me respeta en el campo de la arquitectura cristiana medieval, pero cuando he hecho cosas sobre la islámica los que se creen con derecho exclusivo a hablar de mezquitas (cuatro gatos, o más bien dos) han salido con furia para dejar claro que ese es SU campo.

Manuel Pérez de Rozas dijo...

Quisiera compartir dos reflexiones sobre el tema “instrumentos originales sí/no”, digamos que son tres convicciones que tengo y en las que creo firmemente pero que no deseo imponer a nadie—>
1) Cuando determinado repertorio lo hemos conocido con instrumentos modernos, normalmente la posterior llegada de versiones con instrumentos antiguos hace que ambos estilos convivan sin mucho conflicto, mientras que la situación contraria es más difícil. Por ejemplo, las grandes obras corales de Bach o las obras instrumentales de Händel y Vivaldi seguramente las conocimos gracias a gente como Karl Richter, Marriner, Leppard, I Musici, Klemperer…; luego hemos escuchado estas obras con prácticas historicistas pero normalmente no tenemos problema en escuchar versiones de uno u otro tipo; en cambio, cuando conoces un repertorio directamente en versiones a la antigua, [como probablemente le ha pasado a casi todo el mundo con Monteverdi o el Barroco francés], luego las versiones no historicistas suenan algo flojas en comparación; a mí las Vísperas de Monteverdi, una ópera de Lully o Rameau o Couperin al piano me chirrían bastante, no os voy a engañar…

2)Para una época concreta, unas obras admiten el enfoque historicista más que otras; así los Oratorios de Haydn me suenan muy bien con instrumentos antiguos pero La Flauta Mágica de Mozart [10 años anterior!!] francamente no…
Si avanzamos unas décadas el Octeto o las Sinfonías para cuerda de Mendelssohn me suenan muy bien a la antigua pero las Sinfonías de Schumann o la Gran Sinfonía en do mayor de Schubert con instrumentos antiguos creo que es perder el tiempo…

3) A medida que se alarga la historia del sonido grabado el concepto de “ instrumentos modernos” se vuelve relativo; es fácil decir que los Conciertos de Brandemburgo por Musica Antiqua Köln son “con instrumentos antiguos “ y los de Karajan “con instrumentos modernos” pero por ejemplo la versión prehistórica de Alfred Cortot….es moderna?, moderna de 1930, hace casi un siglo??, es en todo caso una versión de su época que no es la de Bach ni la nuestra….

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Muy de acuerdo con el punto 1, y más aún con el 2. Del 3 no sé muy bien qué decir... Las Suites de Bach por Casals no se me ocurriría calificarlas como pasadas de moda, por ejemplo.

Manuel Pérez de Rozas dijo...

Claro, lo que quiero decir es que a lo mejor habría que crear más categorías, por ejemplo—>
1) instrumentos originales
2) época del redescubrimiento de Bach—> aquí podrían estar Casals, Edwin Fischer, Alfred Cortot, Adolf Busch
3) época de los 60-70 —> Richter, Münchinger, Marriner, I Musici, Paillard, etc…

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Efectivamente.

La pregunta es: ¿hasta qué punto puede un crítico llamar "anticuada" en 2023 a una interpretación de Haendel, Vivaldi o Bach solo por hacer uso de instrumentos modernos y una articulación más o menos tradicional?

Porque la evolución de la praxis es innegable, como lo es que detrás de ella hay estudios musicológicos muy serios además de un evidente sentido comercial, pero yo jamás llamaría anticuado al Mozart que hoy hacen Barenboim, Mehta, Muti y unos pocos más. Como tampoco diría que con los instrumentos antiguos "se consigue una recreación mucho más certera de los conciertos para piano de Mozart", como he tenido la oportunidad de leer, con escalofríos recorriendo mi espalda, en la revista Scherzo (he estado unos meses suscrito, por lo del libro de Barenboim) en artículo firmado por uno de los críticos de Diario de Sevilla.


Javier dijo...

Incluso dentro de los intérpretes historicistas siempre ha habido diferentes puntos de vista, desencuentros y discrepancias a la hora de abordar repertorios pretéritos. Los Bruggen, Leonhardt, Harnoncourt y Kuijkens ya se las tuvieron tiesas en más de una ocasión. Al tal punto que la pionera formación Quadro Amsterdam tuvo que ser disuelta por falta de entendimiento entre sus miembros; Japp Schroeder por un lado y Gustav Leonhardt el por otro. Siendo actualmente diferenciables varias escuelas de interpretación en la música Antigua. La escuela italiana, francesa y holandesa marcan, dentro de un orden, distintas pautas en la interpretación históricamente informada, en las que siempre es deseable que el trabajo arqueológico se vea acompañado del talento musical. En cualquier caso, y como decía un famoso historicista; Me daría por satisfecho si Haydn pudiera escuchar alguna interpretación de su obra y se reconociese en ella.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

No conocía esa historia concreta, Javier. Muchas gracias.

En cualquier caso, siempre me ha resultado alarmante que haya críticos (antihistoricistas o todo lo contrario) que metan en el mismo saco a músicos tan distintos y distantes entre sí como Pinnock y Leonhardt, Herreweghe y Gardiner, o Harnoncourt y Norrington. Hacer eso es no enterarse de nada, absolutamente de nada.

Mireia P.B. dijo...

A mi, muy simplista y que estas disputas me resbalan, no puedo menos que imaginarme a un Mozart resucitado después de tocar un Bosendorfe o un Steiway... comprobar como unos se ponen a tocar sus Sonatas en un piano-forte! Los tendria por totalmente idos.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Pues va a tener usted razón... Si Mozart pudiese escuchar sus sinfonías a la Filarmónica de Viena dirigida por Böhm Bernstein, a lo mejor mandaba la cuerda de tripa a la misma m.

Pablo dijo...

Se queja de Carrascosa y son calcaditos.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

¿Usted cree? No me imagino yo a ese señor del que usted me habla (la expresión es de M. Rajoy) disfrutando como yo lo hago, a veces mucho, de los Koopman, Haïm, Goebel, Christie y compañía. Ni siquiera le gusta el Beethoven de Brüggen, que a mí, como dije arriba, en general me parece interesantísimo.

Eso sí, insisto en lo que decía Mireia: si Mozart o Beethoven hubieran podido escuchar su música con una orquesta como la Filarmónica de Viena, tal vez dirían que es así como la quieren.

Mireia P.B. dijo...

Teniendo en cuenta lo que le gustaban las inovaciones a mi Wolfel...tengalo por seguro.
Ya de Ludwig...no se, de joven también muy probablemente pero a partir de perder el oido el pobre perdió el escaso buen humor que tenia. Aunque Erard le fabricó un piano especial con mayor sonido con lo que cabe suponer que no le haria ascos a un digital con auriculares a toda pastilla.

Pablo dijo...

No lo comparo con Carrascosa por sus gustos, sino por la falta de respeto a las opiniones ajenas. Hace poco llamaba usted a alguien "perfecto imbécil" por decir que Barenboim era un buen pianista metido a director. ¿Usted puede criticar a Onofri todo lo que quiera pero Barenboim es intocable? Lo dicho: otro Carrascosa.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Pues hasta hace algunos años, en Sevilla se podía escoger: quien quisiera escuchar a Onofri lo hacía, y quien quisiera escuchar a Barenboim, también. Pero llegado un momento, en cierta medida gracias a la contribución de ciertas firmas entusiastas de Onofri, al de Buenos Aires dejó de escuchársele: que si anticuado, que si muy caro, que si cadáver político de tiempos socialistas... Gran logro, sí señor.

Pablo dijo...

Desvíe el tema, si quiere, pero lo considero lo suficientemente inteligente para entender lo que quiero decir.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Sí, y también para saber de qué círculo sale usted.

Pablo dijo...

Creo que su inteligencia le falla esta vez. Por poner solo dos ejemplos, me encanta la Pasión por Klemperer, y hasta le veo su punto al Messiah de Beecham (https://open.spotify.com/intl-es/album/5jFNMN7josOVnF4Nn8jngM?si=QC6stIBMSUmeHkeaKRh8Cg). Lo que trato de decir, es que no se puede exigir respeto a su examigo y al mismo tiempo decir que a quienes nos gusta Kopatchinskaja somos esnobs, gente de mal gusto o que buscamos los efectismos y no la profundidad de la música. Sinceramente, me siento ofendido cuando leo esas cosas, aunque tampoco me afecta demasiado porque no somos amigos ni conocidos, pero sí veo una incoherencia tremenda cuando se queja del innombrable por los mismos motivos. Eso sí, decir que esas interpretaciones son horribles, cursis o lo que quiera decir, es diferente, porque no estaría insultando a ninguna persona. Este medio se nos queda corto para debatir. Si no viviéramos en extremos opuestos de la península le invitaba a un café.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Ahora sí le he comprendido. Se refiere usted a la contundencia con la que a veces escribo. Pues sí, ahí le voy a dar la razón. Eso lo aprendí de algunas (o muchas críticas) de Ritmo, pero también de la crítica cinematográfica, que he leído muchísima y muy variada a lo largo de los últimos treinta y cinco (¡uf!) años.

¿Me arrepiento? Creo que sí. Creo que ha sido un error. Que se podían haber dicho las cosas de otra forma. Pero tampoco entiendo por qué se puede poner a parir a determinados cineastas o actores y no pasa nada, mientras que si se hace lo mismo con músicos te cae la del pulpo. Quizá porque muchos de los primeros nadan en dinero y la mayoría de los segundos no. No sé.

Pero sí, he recibido influencias buenas e influencias malas. En todo. Como todos.

Pablo dijo...

Yo también me he equivocado en el tono con el que he empezado esta conversación. Como tantas otras veces. Lo siento.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Es que no entendemos lo que queríamos decir, sencillamente. No se preocupe. Yo también lo siento.

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