23.VI.2020 Ahí van cuatro versiones más completando algunos huecos importantes de la primera mitad de los cincuenta.
2.VII.2020. Añado seis grabaciones pero me salto la de Cluytens, que quiero volver a escuchar.
3. Furtwängler/Filarmónica de Berlín (BPO, 1939). Testimonio radiofónico de sonido precario y una severa amputación en el Finale que nos permite apreciar como el arte furtwangleriano va madurando con detalles geniales aquí y allá, pero todavía lastrado por ciertas rigideces, alguna contundencia y cierta falta de unidad. La restauración en SACD editada por la propia orquesta ha logrado conservar una dinámica de gran amplitud. (8)
4. Mengelberg/Orquesta del Concertgebouw (Teldec, 1942). Resulta fascinante leer las notas de la carpetilla de este registro “en estudio” con muy buen sonido para la época realizado en su momento por Telefunken. El maestro holandés había sido discípulo de Franz Wullner (1832-1902), quien a su vez había podido estudiar con el mismísmo Anton Schlinder y había sido fuertemente influido por Mahler. A su vez, parece más que probable que Mengelberg tuviera la oportunidad de discutir sobre la interpretación beethoveniana con Gustav Mahler. Y no tenía reparos en declarar que no necesariamente el compositor poseía siempre una correcta visión de su propia obra, y que podría pasar un tiempo importante hasta que se encontrasen “soluciones a problemas técnicos que a menudo se les escapaban a los propios compositores”; en el caso del autor de Fidelio, tenía claro que hasta Hans von Bülow no se hizo justicia a la creación beethoveniana. ¿Hasta qué punto es, pues, “auténtico” este Beethoven digamos que wagneriano y schindleriano? ¿Lo es más o menos que el del polo opuesto por la misma época, el de Arturo Toscanini? ¿Y que el de Gardiner o Harnoncourt? ¿Auténticos unos y otros con respecto a qué? ¿Fue auténtico el Beethoven dirigido por el propio Beethoven? En cualquier caso, lo que aquí nos encontramos es una interpretación de esas “de toda la vida”, grandiosa y un punto gótica, atenta al peso de los silencios, más atentas al pathos que a la belleza sonora, dicha con trazo flexible y capaz de alcanzar momentos de apreciable lirismo y otros de una incandescencia sobrecogedora –gran parte del movimiento conclusivo-, pero bastante desigual en su inspiración, a veces algo machacona, por momentos muy despistada–metales brillantes en el peor de los sentidos, esto es, grandilocuentes y sobreactuados, en el segundo movimiento-, discutible a veces –muy larga la cadenza del oboe- y sin una clara idea expresiva detrás. A la postre, excelentes ideas dentro de una lectura sin suficiente unidad. Una aclaración: cuando comenté este disco en el blog lo daté en la fecha que apunta la carpetilla, mayo de 1937, pero los especialistas en Mengelberg aseguran que se trata del remake de 1942. Tirón de orejas para Teldec. (7)
7. Furtwängler/Filarmónica de Berlín (DG, 1947). Aun con algunos desajustes y pifias, esta célebre velada de 1947 –no está claro si la cinta editada por DG es la del Titania Palast del 25 de mayo o más bien una dos días posterior–, reencuentro con su orquesta después de su proceso de “desnazificación”, supone un interesantísimo paso adelante desde el visceral, espontáneo y hasta “enloquecido” Furt de tiempos de guerra hacia el más controlado y reflexivo postbélico. Muchas de las soluciones –el magistral silencio antes de la coda del primer movimiento, los compases finales de la obra– estaban ya en su registro de 1943, pero ya se evidencian algunos pasos –increíbles retenciones hacia 9:44– que abundan en los aspectos más góticos de la página. En cualquier caso, la inmediatez expresiva y la garra dramática son las grandes bazas de esta lectura globalmente sensacional, y desde luego la que mejor suena de todas las de Furt hasta ese momento. Lástima que hayan cortado los aplausos. (10)
8. Karajan/Filarmónica de Viena (Warner, 1948). Escuchando este registro de estudio, su única grabación de la página con Viena, no debe extrañarnos que, a sus cuarenta años de edad, Karajan rápidamente se colocara en el mundo de los directores de orquesta por encima de maestros más veteranos y talentosos. El arranque es fulgurante, y todo el desarrollo del primer movimiento nos atrapa de principio a fin sin dejarnos lugar a un respiro. Pero si uno se para a reflexionar –el joven maestro, astutamente, no nos deja tiempo para ello–, en seguida se da cuenta de que hay en esta recreación, llena de electricidad y sonada con pasmosa perfección, mucha de esa mezcla de sequedad, rigidez y contundencia de filiación toscaniniana, incluso de esa marcialidad que el de Parma, como veremos más abajo, aborda esta sinfonía; como también una clara tendencia a epatar al personal por la vía más rápida, la del espectáculo sonoro, que va a ser signo de identidad de toda la trayectoria del maestro de Salzburgo. Sea como fuere, sus posteriores recreaciones fonográficas ofrecerán mayor madurez y serán más recomendables para conocer la visión eminentemente épica que el maestro tenía de la obra. La toma sonora, en exceso metálica, deja que desear en la copia que he manejado, que no es la reciente y –al parecer– mucho más satisfactoria remasterización de Warner. (7)
13. Toscanini/Sinfónica de la NBC (RCA, 1952). Nadie puede negar que esa intensísima dosis de electricidad, incisividad y carácter teatral que caracterizaban al mítico maestro italiano le vienen de maravilla a esta partitura, particularmente al último movimiento. Incluso su tendencia a la marcialidad no está aquí precisamente fuera de lugar. Pero también es cierto que su sequedad, su excesiva contundencia, su dificultad para cantar las melodías y su desinterés por la sensualidad, la calidez y el humanismo dejan a esta lectura, sin duda vistosa e impactante, muy en la superficie expresiva. (7)
14. Furtwängler/Filarmónica de Viena (EMI, febrero-marzo 1954). Se acabaron el desgarro dramático, la vehemencia y la rabia de las interpretaciones “de guerra”, aunque desde luego no el pathos ni la profundidad conceptual. Aquí lo que tenemos en puro Furt “de estudio” –la Musikverein vienesa– ofrecéndonos una interpretación nada rápida, muy bien paladeada, de perfecto equilibrio entre fuego y control, entre desasosiego y nobleza, entre inmediatez en las emociones y belleza formal. Una lectura apolínea, vaya, especialmente en un primer movimiento desarrollado con una lógica irreprochable, plena naturalidad y ese dominio del arte de la transición furtwaengleriano que Barenboim declara admirar. El segundo sabe combinar severidad épica con una poesía humanísica que anticipa un tanto al Adagio de la Novena; los violonchelos vieneses cantan de manera sublime. El tercero está planteado con severidad, aunque la cuerda grave ruge a con considerable socarronería en el trío. Una transición no particularmente genial da paso a una introducción antes majestuosa que épica del primer tema del Finale –no llega a resultar hinchada, como sí le ocurrirá a otros maestros–, para a partir de ahí ofrecer una modélica recreación del movimiento en la que, lejos del temperamento de años atrás, todo está bajo control y hay espacio para realizar un espléndido análisis del entramado orquestal, aunque la lentitud no supone lastre alguno: la energía se va tensando y destensando para alcanzar picos de una fuerza expresiva abrumadora y culminar en una una coda tan intensa como controlada. La toma sonora es de muy notable calidad y recoge bien la amplia gama dinámica. (10)
15. Furtwängler/Filarmónica de Berlín (Tahra, mayo 1954). Interpretación que se puede considerar como síntesis de las realizadas en directo por el maestro y su realización de estudio para EMI pocos años anterior, combinando la inmediatez y electricidad de las primeras con la profundidad, la cantabilidad y el carácter más controlado y meditativo de la segunda. Primer movimiento tenso y dramático, pero muy controlado, con atención a los aspectos misteriosos y góticos de la página. En el segundo, pese a que los metales están tratado de manera muy épica, sobresale una cantabilidad que conduca a una conmovedora reflexión humanística, siendo quizá más emotivo que el de 1947. El tercero resulta vibrante, dramático y humorístico al mismo tiempo. El Finale es maravilloso, no se encuentra en absoluto hinchado y posee tanta grandeza y carácter visionario como sinceridad. La remasterización ofrece una amplia gama dinámica, si bien los graves suenan excesivos. (10)
21. Cluytens/Filarmónica de Berlín (EMI, 1958). La batuta clara y elegante del director belga se funde con la sonoridad densa de la orquesta alemana para ofrecer una interpretación de admirable ortodoxia, muy bien delineada, emocionante y muy comunicativa, a la que le sobra el carácter hinchado con que comienza el último movimiento y, quizá, cierta rigidez que le impide matizar el fraseo de manera más rica, particularmente en un Andante con moto más épico que humanístico que no termina de destilar toda la poesía posible. En cualquier caso, engancha de principio a fin. La reciente recuperación en HD realizada por Erato da lustre a una grabación que siempre sonó muy bien para la época. (9)
24. Fricsay/Filarmónica de Berlín (DG, 1961). Comienza mal esta Quinta, apagada y sin fuerza, lejos del “con brio” que indica la partitura, y sin el primer movimiento no termina de disgustar es gracias al músculo de la formación berlinesa, sin duda la ideal para la obra. El Andante con moto arranca con una insufrible blandura, y luego avanza más bien hinchado y pesadote; se agradece que Fricsay apueste por paladear bien la música, pero el resultado no funciona. Muchísimo mejor el Scherzo: aquí sí, el enfoque “poco castrense” del maestro, tan diferente al de un Karajan, resulta de lo más convincente, sobre todo en un trío en el que la cuerda grave berlinesa luce sus mejores cualidades. Y notable –se puede pedir mayor electricidad– el Allegro conclusivo, que de nuevo busca antes la grandeza humanística que el carácter épico. En resumen, un seis para los dos primeros movimientos y un ocho para los dos últimos. La toma sonora se ha conservado francamente bien. (7)
25. Bernstein/Filarmónica de Nueva York (Sony, 1961). Este álbum incluye una locución de doce minutos en la que Bernstein analiza de manera magistral el primer movimiento centrándose en las diferencias entre los borradores de la partitura -de los que se incluyen breves pero reveladoras transcripciones para orquesta- y la versión final, poniendo de relieve el carácter eminentemente arquitectónico de la página y señalando como su garra se debe a su incomparable impulso direccional hacia adelante. Sin embargo, cuando intenta plasmar esto en sonidos, le sale mal: si por algo se caracteriza su Allegro con brio es por su falta de impulso, por su estatismo –adopta un tempo lento, pero ahí está Klemperer para demostrar que eso tiene poco que ver–, llegando incluso a perder fuelle gravemente en un solo de oboe en exceso prologando y más bien desvaído. Los dos movimientos siguientes está dichos con amplitud, bien paladeados, pero en exceso “a lo grande”. Lo que mejor funciona es el Finale, lleno de esa vida y de esa brillantez que acostumbramos a relacionar con la batuta de Bernstein, pero hay ciertos detalles “teatreros” y un énfasis en los metales que, lástima que tengamos que caer en el tópico, dan la impresión de que el maestro pensaba antes en un musical de Broadway que en la Quinta de Beethoven. Tampoco es que los metales neoyorquinos sean ninguna maravilla. Sí lo son los contrabajos, curiosamente, recogidos de manera admirable gracias al reciente reprocesado de la cinta en HD. (7)
26. Szell/Chicago (DVD Vai, 1961). Independientemente de que la orquesta no se muestre en plena forma, lo que aquí defrauda es una batuta metronómica y plana, de escasísima cantabilidad y poca emotividad, aunque al menos resulte enérgica y haga gala de una atractiva incisividad. Muy discutible y caprichoso el final del primer movimiento. Muy pobres la imagen y el sonido. (5)
27. Leibowitz/Royal Philharmonic (Chesky, 1961). Interpretación premiosa,
electrizante, magníficamente expuesta, epidérmica en el mejor sentido del
término, pero también algo mecánica y más nerviosa de la cuenta, escasa en
lirismo, falta de reflexión y de peso específico. Soberbia la grabación.
(7)
28. Karajan/Filarmónica de Berlín (DG, 1962). Más cerca de la rapidez, la
electricidad, el vigor rítmico y el carácter marcial –el maestro se recrea a
gusto en la brillantez de los metales– de la línea de Toscanini, que de la densidad, la calidez y la
flexibilidad de la tradición centroeuropea, pero compartiendo rasgos de las dos
maneras interpretativas, Karajan pone todo su enorme talento al servicio de una
recreación al mismo tiempo brillante y poderosa, de enorme inmediatez y
comunicatividad, refinada y elegante cuando debe, planificada siempre con enorme
rigor, que subraya el carácter tempestuoso y apabullante del primer movimiento y
el carácter épico del último –que bajo su batuta suena particularmente triunfal–
sin detenerse demasiado en el carácter humanista del segundo, recreado en
cualquier caso con cantabilidad e incuestionable belleza. Más espectáculo sonoro
de primera magnitud que reflexión, en definitiva, aunque en este caso la
sinceridad y la fuerza expresiva resultan apabullantes. Impresionante la
remasterización HD. (9)
29. Stokowski/Orquesta de Philadelphia (Pristine, 1962). Ochenta años contaba ya Stokowski cuando volvió a su antigua orquesta para dirigir, el 17 de diciembre de 1962, este concierto ahora recuperado por los chicos de Prisitine a partir de las cintas del propio director en buen sonido estéreo. Se nos aclara en las notas la predilección del veterano maestro por las acústicas reverberantes y los sonidos graves. Esto lo sitúa en las antípodas de Arturo Toscanini, aunque no es lo único que los coloca en extremos opuestos en su concepción del universo beethoveniano. Mientras el de Parma era seco, anguloso y rígido, y basaba su concepto en el impulso rítmico frente al legato, Stokovski se muestra incapaz de mantener la tensión interna al tiempo que se excede en la delectación melódica e incurre en no pocas libertades métricas no siempre convincentes. El primer movimiento nace muerto, carece fuerza y adolece de falta de continuidad, animándose solo hacia el final. El amplio canto del segundo incurre en la blandura y no despliega verdadero humanismo. Más bien pesadote el tercero. El cuarto está bien, salvando algunos detalles, pero ya es demasiado tarde. (6)
30. Steinberg/Sinfónica de Pittsburg (DG, 1962-66). En esta inesperada recuperación por parte de Deutsche Grammophon del ciclo de Williams Steinberg, el maestro renano demuestra ser un gran kapellmeister, y solo eso, en una Quinta de magnífica planta, irreprochable en su trazo global y de expresividad inmediata, teatral y brillante, ajena a densidades filosóficas, aunque también a la sensualidad y al humanismo que esta música necesita, y desde luego no muy pródiga en detalles de gran director. Más bien al contrario, se trata de una lectura un tanto expeditiva, y la resolución de la transición del tercer movimiento al cuarto resulta francamente pobre. El Finale, eso sí, es sencillamente espléndido. La toma sonora ha sido restaurada con resultados por completo satisfactorios. (7)
35. Schmidt-Isserstedt/Filarmónica de Viena (Decca, 1968). Un Scherzo más bien insulso es el punto flaco de esta lectura de admirable clasicismo, apolínea en el mejor de los sentidos, en la que el veterano –sesenta y ocho años– maestro alemán trata a la formación vienesa con depuración, equilibrio y plasticidad admirables sin la menor concesión al hedonismo sonoro, frasea con admirable naturalidad y se muestra noble en la expresión. Es verdad que a los movimientos extremos se les puede pedir una más calculada progresión de las tensiones –resultan un tanto lineales–, y que el Andante con moto podría ser más emotivo, pero la excelencia de su técnica y la sensatez y musicalidad de su enfoque terminan ganando la partida. La recuperación en SACD realizada por Tower Records suena de maravilla. (8)
44. Solti/Sinfónica de Chicago (Decca, 1974). Este ya no es el Solti juvenil, sino el maduro: se pierde la tremenda electricidad de antaño, pero se gana en flexibilidad. Ahora bien, tratándose de una globalmente espléndida lectura por idioma, sinceridad, fluidez y solidez del trazo, el maestro no parece del todo inspirado. El primer movimiento no alcanza la tensión interna esperable. El segundo está fraseado con calma y delectación. Muy bien el tercero y, como era de esperar, espléndido el cuarto, aunque al propio Solti se le ha escuchado aún más visionario: habrá que esperar algunos años para que nos ofrezca su lectura definitiva. (8)
58. Hogwood/The Academy of Ancient Music (Decca, 1986). El malogrado Chris trabaja a la orquesta –que, como demostró en su momento Pérez de Arteaga, debe de ser la misma en todas las primeras grabaciones con instrumentos originales– con mayor cuidado que Huggett, siempre con esa acidez que tanto le gustaba al maestro en la cuerda; pero también propone un equilibrio de planos que beneficia en exceso a metales y percusión sin que las justificaciones “históricamente informadas” convenzan en lo expresivo. Las trompas, por su parte, no pueden ocultar un nivel muy inferior al que hoy día mantienen este tipo de formaciones. En cualquier caso, lo que marca esta interpretación es la rutina: como el propio Hogwood declaró años más tarde, esta integral se grabó por imposición de la discográfica. Y lo hizo en un contexto, añadiría yo, en el que ya se empezaba a vislumbrar un interés económico en el asunto: el británico quiso salir del paso cuanto antes sin terminar de trabajar fraseos, planos ni texturas, todo ello partiendo de una escasa sintonía con el universo beethoveniano. Hay prisas, hay rigidez y hay brocha gorda. Pero también hay que reconocer que le pone ganas a los movimientos extremos, así como sensatez en los centrales: nada que ver con la cursilería que nos aguardará con Norrington. (5)
61. Norrington/The London Classical Players (Virgin, 1986-88). Sir Roger es mucho más director que Huggett o Howgood. De ahí que la orquesta –que es la prácticamente misma que la del segundo de los citados: gracias de nuevo a José Luis Pérez de Arteaga– le suene mejor que a sus colegas, y que sea capaz de materializar con mayor claridad los rasgos diferenciales de lo “históricamente informado”. Asimismo, se evidencia aquí una voluntad mucho mayor por apartarse de la tradición para decirnos cosas nuevas sobre Beethoven. El problema es cuáles son esas cosas: ligereza en lo sonoro y en lo expresivo, asepsia, frivolidad, cursilería… Para qué seguir. No es culpa ni de los instrumentos, del equilibrio de planos, de la afinación ni de la articulación, porque directores como Gardiner o Brüggen caminarán por senderos muy diferentes a pesar de decidirse por esas mismas opciones. Es cosa de Norrington, en estas grabaciones y en la mayor parte del repertorio que aborda, y cada vez con más claridad conforme vayan pasando los años. En cualquier caso, no podemos negar que el de Oxford sabe imprimir un especial desasosiego al Allegro con brio y que le pone bastante entusiasmo al movimiento final, aunque todo ello sea entre amaneramientos varios, detalles rebuscados para llamar la atención y brutalidades varias: ¡que se note que, a pesar de todo, estamos ante una obra combativa! (5)
62. Solti/Filarmónica de Viena (Decca, 1990). Vamos
a ser sinceros: en el cambio de década empezó a notarse el giro "a no
tan bien" de Sir Georg. He aquí una interpretación bastante más
rápida que la de 1987 con Chicago; desde luego igual de electrizante, de
incisiva y de bien desmenuzada, pero no tan concentrada. El primer
movimiento,
aun siendo magnífico, puede resultar algo cuadriculado, mientras que el
segundo, aun
dicho con elegancia, frescura y naturalidad, resulta algo ligero no solo
en
tempi sino también en carácter, debiendo dejar más espacio para
desplegar vuelo
lírico. Magníficos los dos últimos, llenos de emoción, ágiles y sin
retórica
alguna, si bien a la coda final se le puede sacar más partido. (8)
63. Solti/Sinfónica de Chicago (DVD Sony, 1990). No se aprecian aquí sustanciales diferencias frente a la lectura con la
Filarmónica de Viena del mismo año: mejor en los dos últimos movimientos que en
los primeros, pero aun así de alto nivel. Solo eso. Tratada con
plasticidad admirable, la soberbia orquesta contribuye en buena medida a la calidad de los resultados. (8)
64. Harnoncourt/Orquesta de Cámara de Europa (Teldec, 1990). Con el berlinés se abre la tercera vía: instrumentos modernos –exceptuando metales y percusión– pero planteamientos "históricamente informados". No es mala idea, en absoluto. Otra cosa es que las maneras de hacer de Harnoncourt casen mejor con unas sinfonías beethovenianas que con otras. A mi modo de ver, la incisividad, la electricidad, la claridad y al agudo sentido del claroscuro que caracterizan al maestro –articulación muy ágil y afilada, metales en primer plano– le permiten triunfar en los movimientos extremos, pero el conjunto, amén de mucho más atento a la parte “combativa” de la obra que a la lírica, resulta un tanto desangelado: parece un calculadísimo producto de laboratorio antes que una sincera recreación de las tensiones emocionales de la partitura, con todo lo que tienen de reflexión filosófica y de humanismo. Herr Nikolaus no aburre, pero se queda en la superficie. La toma es francamente buena, un punto más reverberante de la cuenta. (7)
66. Colin Davis/Staatskapelle de Dresde (Philips, 1992). ¡Qué pena! El primer movimiento le sale al enorme maestro británico laxo y sin garra dramática. El segundo también se ve aquejado por la blandura, pero hay que reconocer la extraordinaria nobleza del fraseo, cantable y de un legato exquisito. El tercero ese mueve en la misma línea. El Finale está muy bien, dicho no con arrebato pero sí con calor, aunque en el retorno del tercer movimiento vuelve el deslavazamiento. (6)
67. Giulini/Filarmónica de la Scala (Sony, 1993). Esta interpretación del
Giulini anciano resulta más personal que la de Los Ángeles, pero a la
postre solo mejora el Andante con moto, ahora más cantable y emotivo. Aunque el
movimiento inicial pierde algo de fuelle y de carácter direccional,
sigue siendo muy notable. Al Scherzo, algo masivo, le faltan garra y
agilidad. Y el Finale, aun revestido de una nobleza que antes no hacía
su aparición, no solo no alcanza el nervio de la ocasión anterior sino
que además incurre en más de un momento en una molesta blandura. La
orquesta tampoco es ninguna maravilla. (8)
68. Menuhin/Sinfonia Varsovia (IMG, 1994). A sus setenta y ocho años de edad, el venerable artista intenta ofrecer una
lectura ágil y camerística, pero el resultado es superficial, precipitado,
cuadriculado y hasta vulgar, por su ausencia de matices y de cantabilidad, así
como por la tosquedad general en el fraseo y las planificaciones. Primer
movimiento precipitado, con calderones recortados, cuadriculado, sin fuerza ni
grandiosidad, calentándose solo al final. Segundo rápido, sin calidez ni
hondura, por momentos trivial, y con explosiones de presunto dramatismo que
resultan más bien vulgares. Trivial el tercero, aunque el trío está muy bien,
tiene entusiasmo y empuje. Tras una transición tosca y mal planificada, llega un Finale machacón, un punto brutal; al menos va acumulando fuerza y alcanza suficiente electricidad. (5)
69. Gardiner/Orquesta Revolucionaria y Romántica (DG, 1994). Como Norrington y Brüggen, Gardiner supera con creces a otros pioneros del HIP en el plano técnico, ofreciendo una lectura mucho más trabajada y mejor delineada. Su uso de los instrumentos originales, en este sentido, es bastante más convincente. El problema es que su visión, siendo muy opuesta a la de Sir Roger, convence poco más que la de este: si su colega se decantaba por la ligereza y la cursilería, él lo hace por la sequedad, la rigidez y el mecanicismo. ¿Electricidad? Sí, mucha. Pero no tanta como la de un Carlos Kleiber o un Solti, y perdiendo la flexibilidad, la emotividad melódica en el fraseo, la atención expresiva a los silencios y la riqueza de matices de aquellos. La música no respira, no se desarrolla con carácter orgánico, bordeando incluso el atropellamiento. En el fondo, lo que hace Gardiner no es recuperar el “auténtico” espíritu de Beethoven, ni tampoco apostar por la severidad neoclásica –para eso está Böhm, sin ir más lejos-–, sino traducir las maneras de Toscanini a la cuerda de tripa y añadir –aquí sí se acerca a Norrington– frivolidades varias en un lamentable tercer movimiento que oscila entre lo machacón y lo saltarín. Notabilísima la orquesta, bien grabada en el Palau de la Música de Barcelona. (5)
70. Barenboim/Sinfónica de Chicago (audio en YouTube, 1996). Esta es, sencillamente, mi interpretación favorita, una lectura genial, incendiaria –sin el menor descontrol o precipitación–, ajena a exhibicionismos, sincera y profunda, que de un primer movimiento extremadamente dramático –sin ser tan electrizante como los de Kleiber–, pasa a un segundo y un tercero llenos tanto de nobleza como de fuerza, al tiempo que bucean en la profunda filosofía de los pentagramas, para concluir en un Finale absolutamente irrepetible por su fuerza y carácter volcánico. La ejecución es portentosa. La claridad, absoluta. (10)
71. Barenboim/Staatskapelle Berlin (Teldec, 1999). Al frente de una orquesta que modela con una admirable sonoridad beethoveniana, el de Buenos Aires ofrece una interpretación claramente "de estudio", con todas sus consecuencias. Los movimientos centrales son por completo magistrales por su profundidad, calidez y elocuencia, así como por la pasmosa claridad que Barenboim extrae del entramado orquestal. El primero no es muy rebelde, fogoso ni apremiante –poco que ver con lo que hizo en Chicago–, aunque posee fuerza y rotundidad. El último es espléndido, quizá sin toda la fogosidad ni carácter visionario que podría tener, y una coda menos electrizante de lo esperado. El sonido es espléndido en DVD-Audio, si bien podría tener aún más gama dinámica. (10)
73. Rattle/Filarmónica de Viena (EMI, 2002). En su momento lo expresó con norme acierto José Luis Pérez de Arteaga: el ciclo Beethoven de Rattle en Viena, siguiendo la edición Norman del Mar, no es el resultado de un “quiero y no puedo”, sino de un “quiero y no quiero” en su a priori interesante intento de fusión entre la tradición interpretativa, la hermosísima sonoridad de la orquesta vienesa y las aportaciones del mundo historicista. Si tener las cosas claras el propio Rattle, nosotros no podemos sino desconcertarnos ante una interpretación que puede enganchas por el fuego, la brillantez y la electricidad que el joven maestro británico despliega en los movimientos extremos, pero que globalmente resulta rígida en lo sonoro y superficial en lo expresivo, amén de carente de la hondura y la poesía que demandan estos pentagramas; el Scherzo resulta no ya rápido, sino innecesariamente atropellado. Incluso parece un tanto gruesa en determinados momentos. (6)
74. Barenboim/WEDO (DVD Euroarts, 2005): Teniendo en cuenta las circunstancias bajo las cuales se desarrollaba este concierto en Ramala, podemos disculpar que esta interpretación llena de sinceridad y pasión se encuentre perjudicada tanto por evidentes limitaciones de la orquesta como por cierta falta de concentración de la batuta. El primer movimiento es espléndido, pero el segundo no está del todo bien paladeado: le falta un punto de reposo y profundidad. El tercero alcanza un gran nivel, pero la transición no está bien resuelta, mientras que el FInale resulta tan fogoso como tosco. En definitiva, una lectura donde priman el temperamento y la pasión frente a la planificación. La orquesta, eso sí, logra ofrecer verdadero sonido beethoveniano. (8)
76. Herreweghe/Royal Flemish (Pentathone, 2006). Tercera vía: instrumentos modernos y maneras historicistas. Fracaso rotundo del maestro belga, que toma el atajo en un primer movimiento muy vistoso y teatral pero expuesto de cara a la galería, más ruidoso que sincero; extrañísima cadenza la del oboe. Andante con moto cuadriculado y machacón, destrozado por una percusión muy excesiva. cherzo trivial. Finale encendido pero superficial, basado en los grandes contrastes sonoros y con timbales que vuelven a destrozar nuestros oídos. (4)
79. Mehta/Filarmónica de Israel (Helicon, 2009). No hay sorpresa alguna en este registro en vivo, una formidable demostración de solvencia, profesionalidad y sensatez por parte de un Mehta que sabe obtener un sonido netamente beethoveniano, trazar adecuadamente la arquitectura, ofrecer brillantez sin excesos, frasear con buen gusto y, finalmente, mostrarse muy centrado en el plano expresivo, pero que no es capaz –casi nunca lo ha sido– de alcanzar ese más allá de inspiración, creatividad y compromiso expresivo de los verdaderamente grandes. En cualquier caso, interpretación de altura que solo flojea un tanto por el último movimiento, cuyo tema principal aborda –como otros directores– algo hinchado y al que, en general, le falta electricidad. La toma sonora es espléndida. (8)
81. Brüggen/Orquesta del Siglo XVIII (The Grand Tour, 2011). Siempre más interesado por los aspectos combativos de la música beethoveniana que por los líricos, el maestro holandés mejora de manera definitiva su lectura para Philips eliminando violencia gratuita y atendiendo más a la naturalidad del fraseo, pero aun así no logra redondear su interpretación, resultando más bien descafeinado el Allegro con brio. En el Andante con moto hay detalles poco convincentes. Tercer y cuarto movimientos son francamente buenos, aunque la transición entre ambos sigue sin estar bien resuelta. (7)
82. Barenboim/WEDO (DVD Decca, 2012). Lejos ya de su visión a tumba abierta en Chicago en 1996, Barenboim aborda la Quinta de una manera cada vez más madura y contenida. Por ende, los que busquen rabia, electricidad y dramáticos claroscuros quedarán defraudados, sobre todo en un primer movimiento que va de menos a más pero dista de alcanzar la rebeldía y fuerza visionaria que adquiere con otros directores. Por el contrario, hay cantabilidad, ternura, reflexión y un aliento humanístico de muy altos vuelos, además de un empaste beethoveniano cien por cien, un fraseo de naturalidad pasmosa y grandeza maravillosamente controlada en el final. (10)
85. Rattle/Filarmónica de Berlín (Blu-ray Pure Audio, Filarmónica de Berlín, 2015). El de Liverpool vuelve a insistir en su intento de fusión, diríase que ahora no solo entre tradición e historicismo, sino también entre las maneras de sus antecesores en la titularidad de la –aquí, mejor que nunca– impresionante orquesta berlinesa, esto es, entre la espectacularidad a toda costa de Karajan y las ingravideces y las blanduras de Abbado, pero sin tener una idea de lo que quiere hacer con la obra. Así las cosas, el primer movimiento resulta tan vistoso como poco emocionante; el Andante con moto carece de calidez de nobleza y de hondura; el Scherzo, mucho mejor ahora que en su recreación con la Filarmónica de Viena, engancha porque ofrece al maestro la oportunidad de desplegar ese extraordinario sentido del humor que le caracteriza y que le permite triunfar, por ejemplo, en sus interpretaciones de la música de Haydn; en el cuarto se despliega muchísima electricidad, pero hay detalles desconcertantes –énfasis innecesario del flautín, quizá por la edición Normal del Mar– y en el minuto final, antes de la coda hay una muy considerable bajada de tensión que no se producía en su grabación de Viena y para la que no se encuentra explicación alguna. La toma sonora en Blu-ray Pure Audio multicanal es, probablemente, la mejor que nunca ha conocido esta obra archigrabada. ¡Increíble! (7)
86. Roth/Les Siècles (Harmonia Mundi, 2017). Algún ingenuo creerá que nos encontramos ante un nuevo paso en la renovación de la tradición interpretativa. De esto nada: lo que hace el maestro francés es traducir la Quinta de Karajan a las maneras HIP. Es decir, ofrecer una visión marcial en el peor de los sentidos, mecánica y rígida, que simplifica el carácter dramático de la página reduciéndola a la búsqueda de grandes contrastes dinámicos, a la potencia sonora de la cuerda grave y al énfasis de los metales, buscando impactar al oyente por la vía del espectáculo sonoro y desatendiendo la riqueza expresiva que alcanza los pentagramas, muy especialmente en lo que se refiere a su componente humanístico. Y todo ello lo hace con mucho menos talento que el salzburgués, claro está, tallando la arquitectura a hachazo limpio y contando con la complicidad de los ingenieros de sonido para darle caña a los contrabajos y a unos timbales a todas luces excesivos. Con todo, hay que reconocer que a los movimientos extremos les inyecta electricidad interna y sentido teatral: no convencen –atención a los detallitos que se inventa para que parezca que hay algún matiz, a la flacidez de la cadenza del oboe y al pobre flautín perdido en el final–, pero sí que vencen. Mal sin paliativos los dos centrales, de una machaconería insoportable y bastos a más no poder en el tratamiento de texturas y dinámicas. (6)
87. Currentzis/MusicAeterna (Sony, 2018). Esta es una Quinta que continúa el sendero abierto por Harnoncourt, quien a su vez heredaba aspectos de Toscanini: articulación ágil y muy incisiva, rítmica tan implacable como cuadriculada, gran relevancia de metales y percusión, y reivindicación de los aspectos más agresivos de la música beethoveniana frente a otras consideraciones. Pero Currentzis necesita ser distinto: como con la agógica no se puede apenas permitir nada, se dedica a ofrecer muchísimos juegos con las dinámicas sin aportar nada en lo expresivo. Se trata, simplemente, de decir “mirad cuántas cosas nuevas descubro”. Así las cosas, el Allegro con brio resulta tan agresivo como mareante: en lugar de concebir su genial arquitectura como un desarrollo orgánico de tensiones y distensiones, realiza una labor “deconstructiva” en la que la atención a los detalles impide ver el conjunto. La música no respira y todo queda en violencia gratuita. El Andante con moto no quiere saber nada de cantabilidad, de humanismo, de sensualidad, de poesía… La búsqueda de los contrastes sonoros no oculta la falta de ideas expresivamente válidas. La articulación “históricamente informada” no siempre resulta convincente y los trompeteríos llegan a molestar. Luego hay algún juego agógico, para que no se diga, pero el conjunto resulta tan vistoso como vacío. Detestable el tercer movimiento, castrense a más no poder, belicista en el peor de los sentidos. Si Karajan hace lo mismo uno piensa en los nazis desfilando, peso si lo hace Currenztis se habla de progresista renovación de una tradición obsoleta y mal fundamentada. Por descontado, el trío carece de cualquier sentido del humor y se convierte en un ejercicio de virtuosismo –no voy a negar la claridad que consigue el maestro, como tampoco la enorme entrega de sus músicos– en el que la agresividad expresiva vuelve a imponerse. El Finale arranca con brutalidad inadmisible y se desarrolla dentro de los mismos parámetros de machaconería y violencia. Al fagot le han puesto un micrófono delante, con resultados de lo más discutibles. En general, el equilibrio de planos resulta desafortunado. Por lo demás, ¡adiós al triunfo contra el destino, vivan las fuerzas armadas! (3)
88. Nelsons/Filarmónica de Viena (DG, 2019). El maestro letón plantea el primer movimiento de la Quinta desde lo apolíneo, lo que resulta muy poco indicado en una música como esta. La planificación es irreprochable, como también la ejecución, pero el resultado es sumamente descafeinado. Mucho mejor el segundo, en el que sin el menor pudor el maestro decide recrearse –en algún pasaje concreto, quizá demasiado– en la belleza sonora que es capaz de destilar la orquesta, especialmente en unos violonchelos que todavía conservan algo de la tímbrica que los hicieron inconfundibles en tiempos pasados; cantabilidad y nobleza, en cualquier caso, no impiden a Nelsons hacer que los metales suenen con particular brillantez y solemnidad. El tercero se encuentra admirablemente desmenuzado, mientras que en el cuarto (¡ahora sí!) el director abandona la moderación de que hacía gala en el primero y decide ofrecer la interpretación sanguínea y dionisíaca que corresponde, todo ello demostrando un espléndido manejo tanto de masas sonoras como de tensiones y distensiones. (8)
89. Barenboim/Filarmónica de Viena (2020). No hace falta ser muy listo para darse cuenta de que el camino recorrido por Barenboim desde su “locura” de Chicago hasta esta cálida, noble y reflexiva interpretación es muy parecido al que realizó Furtwängler desde su etapa “de guerra” hasta el registro en estudio que realizó con la misma orquesta y en esta misma sala allá em 1950 para EMI. Así, frente a ese retorno a la seca rigidez de Toscanini y al concepto marcial de Karajan que, bajo un distinto ropaje sonoro, proponen la mayoría de los historicistas, el de Buenos Aires mira hacia la hoy casi extinta “tradición wagneriana” y nos hace reencontrarnos con ese desarrollo orgánico de la forma, esa efusividad en el fraseo, esa atención plena a la atmósfera y ese perfecto equilibrio entre sentido épico y reflexión humanística de algunos de los más grandes intérpretes del pasado. Nelsons hizo algo parecido aquí mismo solo un año atrás, pero Barenboim le aventaja tanto en tensión dramática –conseguida desde la más minuciosa planificación, no desde la brutalidad puntual por la que tantas batutas apuestan– como en sensibilidad para los matices y hasta en imaginación: hay instantes del último movimiento (¡increíble todo él!) que nunca habían sonado con semejante vuelo lírico. La orquesta, que al igual que con el maestro letón vuelve a sonar como en los viejos tiempos –increíbles violonchelos–, está modelada con un empaste en absoluto agresivo y un muy particular sentido de la sensualidad. Las cien personas presentes en la sala –reapertura tras la primera ola del coronavirus– aplaudieron con entusiasmo. (10)
10 comentarios:
Amigo Fernando, tus conocimientos son enciclopédicos y tus criterios fácilmente compartibles.
El comentario (que no pienso publicar) del usuario con dirección IP 185.176.86.14 de la provincia de Jaén (o sea, el pesado de siempre) me obliga a tener que volver a cerrar este blog a comentarios. Qué lástima que por un perturbado todos se vean afectados.
Hola Estimado Fernando
aporto como fundamentales a sumarse a esta sustancial comparata: Szell con el Concertgebow (Philips) y con Viena (Orfeo)y Scherchen en vivo con la Orquesta de la Radio Svizzera Italiana, Lugano 1965.(aura-music o Ermitage)A mi la que más me gusta al dia de hoy es la de Furt del 27/05 del '47.
Te mando un Cordial Saludo,
Julián
Muchas gracias por las recomendaciones. Szell me ha decepcionado dos veces en esta obra, pero intentaré darle esa tercera oportunidad. La de Furt del 47 es, obviamente, unas de las grandes.
Buenas. La grabación de Celibidache con la RTVE corresponde al 28 o 29 de noviembre de 1970.
Don Fernando, podría incluirse alguna dirigida por Tennstedt?
Acerca de una de las grabaciones de Solti, Ud. afirma que sería uno de los 10 discos para llevarse a una isla desierta. Tengo curiosidad y deseos de nutrirme. ¿cuáles son los otros nueve?. ¡Como para un artículo!
Tenía muchas ganas de agradecerle la existencia del blog. Se aprende, se disfruta y se encuentra uno muy a gusto leyéndole. Ánimo y sobre todo gracias, por compartir sus conocimientos y su sentido moral. Y por decir algo de la quinta y su abrumadora aportación al conocimiento de tantas y tantas versiones, de lo que he escuchado, la oficial de Kleiber. Como tareas me llevo escuchar su favorita de Barenboim , y la de Harnonkourt por morbo. Un placer. Carlos
Tenía muchas ganas de agradecerle la existencia del blog. Se aprende, se disfruta y se encuentra uno muy a gusto leyéndole. Ánimo y sobre todo gracias, por compartir sus conocimientos y su sentido moral. Y por decir algo de la quinta y su abrumadora aportación al conocimiento de tantas y tantas versiones, de lo que he escuchado, la oficial de Kleiber. Como tareas me llevo escuchar su favorita de Barenboim , y la de Harnonkourt por morbo. Un placer. Carlos
Existe una quinta de Klemperer de 1951 con la Wiener Symphoniker muy interesante y disponible en Youtube:
https://www.youtube.com/watch?v=yhWBVJ0_h4E
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