El estreno de su ópera El Viaje a Simorg (Teatro Real, mayo 2007) fue uno de los mayores chascos de mi trayectoria de melómano: esperaba una obra excepcional y me encontré con que el compositor algecireño se limitaba a ofrecer "más de lo mismo", solo que extendiéndose a lo largo de casi una hora y tres cuartos y -pese a algunos momentos acongojantes- menos inspiración de lo que en él es habitual. La presentación anoche (se estrenó anteayer, el miércoles 8 de julio) de su concierto-instalación Libro de la estancias, un encargo del Festival de Granada que luego viajará a Valencia en calidad de coproducción, se ha convertido por el contrario en una de las más fascinantes experiencias musicales de mi vida.
Aprovechando las peculiaridades acústicas y plásticas -un enorme cubo de alabastro- de la Sede Central de Caja Granada, José M. Sánchez-Verdú ha diseñado siete diferentes texturas sonoras valiéndose de dos ensembles instrumentales y vocales formados por miembros de la estupenda Orquesta Ciudad de Granada y del fabuloso Cor de la Generalitat Valenciana (dirigido uno de ellos por Joan Cervero y otro por él mismo); de un conjunto de metales y percusión escondido en las más remotas alturas de la inmensa sala; de un piano preparado a cargo de Isabel Puente; de las voces fascinantes de sus queridísimos Carlos Mena y Marcel Pérès; y de la lujosísima participación del Experimentalstudio des SWR de Friburgo, que incluía a su vez la presencia del auraphon, integrado por ocho gongs y tam tams repartidos por toda sala. Un atractivo diseño de luces a cargo de Miguel Serrano aporta una riqueza adicional a una obra en la que el público está invitado a desplazarse continuamente por la sala buscando diferentes perspectivas visuales y sonoras.
El motivo de inspiración, ni que decir tiene, parte del encuentro entre las culturas cristiana e islámica (término este último más apropiado que el de "árabe" que usa el compositor, dicho sea de paso) en la propia ciudad de Granada. La geometría y la palabra, como en el arte musulmán, desempeñan un papel fundamental en una obra muy atenta al peso de los silencios. ¿Más de lo mismo? Esta vez no, afortunadamente.
Por descontado que las señas de identidad de Sánchez-Verdú están ahí, pero en esta ocasión -y no sólo por las particulares características de esta obra- hay una clara intención de, partiendo de sus inquietudes habituales y usando sus recursos de siempre, explorar nuevas y fascinantes posibilidades estéticas. Una única pega: pasados veinte minutos se borra un tanto el deslumbramiento inicial, pues digamos que "se le pilla el truco" a la obra, pero aun así uno continúa, durante la hora larga en la que se extiende, absorto en el cúmulo de sensaciones contradictorias ofrecidas por el -sin dudas genial- compositor andaluz. Lo dicho: una experiencia como pocas recuerdo. Una obra maestra.
Un cajón de sastre para cosas sobre música "clásica". Discos, conciertos, audiciones comparadas, filias y fobias, maledicencias varias... Todo ello con centro en Jerez de la Frontera, aunque viajando todo lo posible. En definitiva, un blog sin ningún interés.
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2 comentarios:
vaya, estoy trabajando sobre algunos temas en la obra de Sánchez-Verdú y me topo con su espléndida crónica del estreno. Me ha parecido estupenda su opinión.
En todo caso sí le señalo que cuando Verdú habla de esa "mirada árabe" está usando bien el término: se refiere a la visión creativa de las culturas del cercano oriente, y no a las de todo el mundo musulmán, que llega hasta oceanía; se refiere a elementos de construcción, ornamentación, etc. que pertenecen al ámbito que va de Palestina a Irak, y ya está. Por eso, si usted lee con detenimiento las notas al programa del compositor verá que la definición de "árabe" es absolutamente correcta.
Gracias y saludos
Carlos
Muchas gracias, pero mi crónica tiene poco de espléndida: mi desconocimiento de la música de los últimos años es muy grande. Aun así, espero no equivocarme al considerar que Sánchez-Verdú es un grandísimo compositor.
En cuanto a la calificación de "árabe" probablemente tenga usted razón, pero personalmente prefiero evitarla por sus connotaciones étnicas. Incluso aplicada al ámbito geográfico que usted se refiere me parece algo resbaladiza, porque lo "árabe" en lo cultural es una amalgama que incluye poco de Arabia y mucho de Siria (o sea, del Imperio Bizantino), de Mesopotamia y de Persia. Lo que da unidad a toda esa amalgama es, precisamente, la fe del Islam y su particular cosmovisión. Pero vamos, sobre ello podríamos estar discutiendo siglos...
Un cordial saludo.
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